Los títulos de Ceuta.

Todos sabemos que Ceuta fue conquistada en 1415 por el Rey D. Juan I de Portugal.

El Faro de Ceuta y Melilla.

 

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Ceuta: Noble, Leal y Fidelísima Ciudad

Desde hace más de tres siglos y medio, nuestra Ceuta viene enorgulleciéndose de ostentar los títulos de Noble, Leal y Fidelísima Ciudad. Quizás convenga hacer un poco de historia para divulgar las razones por las que le fueron otorgados tales honrosos títulos.

Todos sabemos que Ceuta fue conquistada en 1415 por el Rey D. Juan I de Portugal . En 1580, las coronas de las dos naciones ibéricas se unieron en la persona de Felipe II de España , el cual, a la vez, y en virtud de esa unión, tomó también el nombre de Felipe I de Portugal . Durante sesenta años, ambas naciones estuvieron regidas por los mismos monarcas, y Ceuta, más próxima a las tierras castellanas que a las lusas, fue viendo como su guarnición y parte de su población civil iba "españolizándose", aunque continuaba predominando el origen lusitano entre sus habitantes.

En diciembre de 1640, el portugués Duque de Braganza se alzó en armas en Lisboa y, aprovechando el descontento existente en muchos de sus compatriotas, que se consideraban oprimidos por los monarcas españoles, se proclamó Rey de Portugal. Así comenzó una guerra que finalmente se resolvió en 1668, con el Tratado de Paz de Lisboa, en el que se reconocía la independencia del Reino portugués y su dominio sobre todos los territorios ultramarinos que poseía con anterioridad, con la salvedad de Ceuta, que quedaba en manos españolas, justificándose este hecho en el Tratado con una frase que, si no me equivoco, era "por las razones que así lo aconsejan" o algo similar.

Y es que tanto la nobleza como el pueblo llano ceutí, desde que se tuvo conocimiento de la rebelión del Duque de Braganza, optaron por permanecer fieles al Rey de España -por aquel entonces Felipe IV - realizando así la primera autodeterminación que registran los anales de la historia. Enfrentándose a su Gobernador, D. Francisco de Almeyda, proclive a la postura del de Braganza, aquellos ceutíes proclamaron abiertamente su adhesión a Felipe IV de España y III de Portugal, enviando a Madrid a uno de sus más destacados ciudadanos, el sacerdote Simón Lobo, con la finalidad de que expusiese ante la Corte la decisión adoptada. Lobo fue recibido por el Conde-Duque de Olivares, ministro de Su Majestad y artífice de la política real, y tras esa audiencia reaccionó rápidamente Felipe IV, quien el 5 de febrero de 1641 destituyó a Francisco de Almeyda, nombrando Gobernador de Ceuta al castellano Marqués de Miranda de Anta, y el 20 del mismo mes dirigió Carta a la ciudad de Ceuta, en la cual, a la vista de "la fineza con que los caballeros de esa ciudad se han comportado" la honraba con "el título de NOBLE y LEAL, para que quede en memoria su procedimiento y fidelidad".

Pasaba el tiempo, mientras la guerra con Portugal continuaba, y a finales de 1655, sintiéndose marginados y discriminados (no es, pues, ninguna novedad), los ceutíes dirigieron un extenso "Memorial al Reino de Castilla reunido en Cortes", en el cual solicitaban "que Castilla la abrigue, para que por su misma naturaleza viva este miembro desmembrado de la cabeza y cuerpo lusitano", alegando que era necesario solucionar tan trascendental cuestión, por cuanto los naturales de Ceuta eran llamados "perros castellanos" en Portugal, y "perros también portugueses" en Castilla, sin que hubiese tenido el efecto deseado un Real Decreto de 29 de febrero de 1644, en el que se otorgaba merced a la ciudad y a los hijos de Ceuta "de que sean naturales de estos Reinos de Castilla", pues dicha disposición carecía de vigor, al faltar el necesario refrendo de las Cortes.

En una larga Carta Privilegio, fechada el día 30 de abril de 1656, Felipe IV hacía constar que "como Rey y señor natural tengo en mi intención, y voluntad deliberada, que la dicha ciudad de Ceuta se pueda llamar e intitular, llamarse e intitule por escrito y de palabra la FIDELISIMA CIUDAD DE CEUTA. Y como tal, hágola y constituyo por propia de estos mis reinos, para que sea tenida, y estimada, como yo la tengo, y estimo por comprendida en ellos", "y en la misma forma y consiguientemente hago y constituyo con la misma plenitud de mi potestad a los hijos de la misma ciudad de Ceuta, que hoy son y en adelante fueren perpetuamente para siempre jamás, y a cada uno de por sí, naturales de estos mis reinos...", añadiendo por último que "esta merced la hago atento a que el reino junto en Cortes, en las que al presente se están celebrando en la villa de Madrid, por acuerdo suyo de tres de marzo de este año, ha prestado consentimiento para ello". De este modo, el problema quedaba satisfactoriamente resuelto, con gran alegría para los ceutíes de entonces.

Ahí tenemos, por tanto, los tres títulos que con plena legitimidad y lógico orgullo ostenta este trozo de España, todos ellos otorgados por el Rey D. Felipe IV en el siglo XVII.: la Noble, Leal y Fidelísima Ciudad de Ceuta.

No resulta tan claro, sin embargo, el hecho de que tales títulos, tan merecidos como honrosos, estén precedidos por las palabras "Muy" o "Siempre" que se vienen utilizando, hasta el punto de que el propio Reglamento de Ceremonial y Protocolo de la Ciudad, aprobado por la Asamblea en enero del 2007, dice textualmente que "por su historia y tradición, la Ciudad de Ceuta ostenta los siguientes títulos: Siempre Noble, Leal y Fidelísima Ciudad de Ceuta ". Creo recordar, no obstante, que en cierta carta del Conde-Duque de Olivares, D. Gaspar de Figueroa (como máximo, del año 1643, en el que perdió el favor del Rey, siendo desterrado) se utiliza la frase "esa siempre Noble y Leal ciudad de Ceuta", Quizás el añadido -que no sobra- provenga de tal expresión, pues el Conde-Duque fue el valido de Felipe IV y su omnipotente Ministro durante nada menos que veintiún años.

Y ya, como ceutíes, solo nos queda hacer honor a dichos títulos de nobleza, lealtad y fidelidad que, con su valiente decisión de 1640, supieron ganar para Ceuta aquellos ejemplares ciudadanos que en esa época no solo eran sus naturales o residían en ella, sino que asimismo demostraron sobradamente cómo la amaban.