La Urbanidad como forma simbólica. II.

La Urbanidad designa entonces un modo de ser y estar construido y pulido a lo largo de los siglos. La Urbanidad es forma elaborada y labrada por el espíritu.

Instituto de Física Universidad Católica de Valparaíso.

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

La Urbanidad designa entonces un modo de ser y estar construido y pulido a lo largo de los siglos. La Urbanidad es forma elaborada y labrada por el espíritu. No es natural ni existe de una vez para siempre. Florece en épocas distintas y distantes. Se perfila y establece en la distancia que media entre la naturaleza -dominio de lo sensible- y el artificio en el cual las sensaciones adquieren nuevo relieve: se transforman en expresiones.

La Urbanidad es una forma simbólica.

Esta proposición parece bien asentada y nuestro propósito, en consecuencia, ha sido alcanzado. Quisiera no obstante atender a un pasaje de Cassirer; allí, en pocas líneas, se refiere a la Mística centrada en la omisión de toda imagen, de toda configuración, de toda expresión lingüística; como si lo propio de ese tipo de conciencia religiosa consistiera -residiera- en una reiterada negación. El filósofo sostiene que en esta instancia la ausencia de forma manifiesta un dar forma peculiar (Nota: E. Cassirer, "Il concetto di forma simbolica", trad. Italiana d R. Lazzari, La Nuova Italia, Firenze,1992, pág. 134).

Estamos en presencia de un paso al límite conceptual: la expresión prescinde de aquello que la sustenta sin por ello dejar de ser tal. En este caso semejante posibilidad no existe. La diferencia entre la Urbanidad y la Mística es radical. Por esencia nada las vincula. Ningún argumento puede salvar ese vacío. ¿Entonces?

Propongo volver al siglo XVII y contemplar ciertas penumbras del arte conversar. He aquí a Mlle de Launay, pluma en mano, describiendo a la Duchesse du Maine: "Nadie nunca habló con mayor justeza, nitidez, rapidez ni de manera más noble y natural. Su ingenio no echa mano ni de giro ni de figura ni de nada de todo aquello que se llama invención. Conmovida por los objetos los devuelve así como un espejo los refleja, sin añadir, sin omitir, sin cambiar nada". Todos quienes conocieron a la Duquesa notaron esa justeza en el destello.

Pertenecía a la escuela de Mme. de Maintenon cuya máxima principal en cuanto a estilo señalaba que la frase larga era un defecto. Claro está que la naturalidad, en esta circunstancia, es artificio extremado.

Sainte-Beuve (Nota: Sainte-Beuve, Op. Cit., pp. 82-83 ("Causerie" del Lunes 23 de Diciembre 1859)) adjunta el siguiente comentario: "En la Duquesa la expresión igualaba la impresión, ni más ni menos y ambas eran siempre nítidas y vivaces".

La frase: "La expresión igualaba la impresión" nos detiene e interpela. Esta característica del lenguaje de la Duquesa resulta de un método, de un técnica, verbigracia de un arte depurado. El decir -ascético- se despoja de adornos y circunloquios. Su forma estriba en dejar de lado la forma consabida. Por su propio peso se desprende la equivalencia de dos ecuaciones: artificio = ascesis y expresión = impresión.

La forma se transparenta en la ausencia de forma. La alusión de Cassirer al misticismo se precisa. Nos parece pertinente comprenderla en este contexto diverso.