Cortesía relativamente a la mesa. I.

La diversidad de usos en la mesa debe atribuirse a las diferentes ideas de comodidad y de cortesía.

El nuevo Galateo. Tratado completo de cortesanía en todas las circunstancias de la vida.

 

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Los buenos modales en la mesa.

Antes de exponer las reglas necesarias para promover, alegrar y dirigir los placeres de la mesa, creo que será agradable a la juventud indicar los diferentes usos que han seguido las naciones en sus comidas. Esa diversidad de usos debe atribuirse a las diferentes ideas de comodidad y de cortesía, al estado de las artes y de las riquezas, y aun a las ideas supersticiosas.

Nosotros comemos sentados en los bancos o sillas, mientras los romanos estaban tendidos alrededor de la mesa; los japoneses se sientan en las esteras que adornan el suelo, y los galos antiguos sobre pieles de lobo o de perro, o sobre heno. Los lapones se sientan en el duro suelo, y con los pies doblados formando una cruz.

En Europa, la circunstancia de que una sola mesa sirve para muchos comensales, aviva el placer de la comitiva; en la China y en el Japón, cada persona tiene una mesa a parte. En el Japón, cuando muchas personas comen en la misma estancia se dirigen recíprocamente grandes saludos antes de dar principio a la comida, y los habitantes de Otaiti, aunque muy sociales y pacíficos, comen aisladamente, manifestando en esto una desconfianza ridícula. Todos los miembros de una misma familia huyen los unos de los otros en esta circunstancia: dos esposos, dos hermanos, dos hermanas y el padre y la madre tienen su cesta particular; y colocado el uno a dos o tres pies del otro, volviéndose recíprocamente la espalda no dicen ni una palabra.

En el Japón, las mujeres comen juntas, pero separadamente de los hombres. En Grecia, las mujeres, y las muchachas de la casa excluídas de la mesa, comen con los criados. En Andros y en otras islas griegas las hijas de la familia sirven a los comensales, usos que al fin son señales de poca civilización. En Inglaterra las mujeres comen con los hombres, pero se marchan al levantarse los manteles, y hacen muy bien, porque los hombres que se quedan solos vacían botellas y arreglan el Estado, alaban y censuran a los ministros según la fuerza del vino, beben a la salud de las más honestas y de las más disolutas mujeres.

Los romanos iban a la mesa vestidos con un traje particular que tenía nombre propio, y este uso era tan imperioso que Cicerón vituperó a Vatinio por haberse presentado en la mesa en traje negro, por más que la comida estaba destinada a una ceremonia fúnebre. Entre los sibaritas las mujeres invitadas a los festines y comidas públicas recibían un aviso un año antes a fin de que tuviesen tiempo de prepararse y hacer ostentación de cuanto pudiesen de la belleza y los vestidos.

Cuando nosotros invitamos a nuestros amigos, nos sentamos con ellos a la mesa y con nuestro ejemplo estimulamos su alegría. En la nueva Francia el que da una comida no come sino que canta, fuma, divierte a los convidados; y en la China, una cortesía mal entendida ordena al amo marcharse de casa cual si quisiera dar a entender que deja a los convidados dueños de ella.

Los romanos que no conocían el tenedor se lavaban las manos repetidas veces durante la misma comida.

Nuestros tenedores tienen cuatro puntas, los de los ingleses pocos años atrás tenían dos, porque así pueden limpiarse más fácilmente. Los japoneses cogen los manjares sólidos con dos palitos, que manejan tan diestramente, que cojen aunque sea un grano de arroz tan bien como nosotros pudiéramos hacerlo con una cuchara.

En Egipto, no hay bancos, ni platos, ni cucharas, ni tenedores, ni vasos, ni manteles; los comensales arrodillados y descansando sobre los talones toman el arroz con los dedos, comen la carne con las uñas, mojan el pan en la fuente común y con el pan se limpian las manos y los labios; beben agua en la misma taza o jarro; el que hace los honores de la mesa bebe siempre el primero y también prueba los manjares antes que los demás, no tanto con el fin de indicar que no debe desconfiarse de él, cuanto para manifestar cuan solícito está por la seguridad de los otros y cuanto le interesan sus personas. Después de comer se presenta a los convidados una toalla para que se laven las manos, luego les arrojan encima abundante agua de rosa y después se sirve la pipa y últimamente el café.