Urbanidad y sentimientos morales

Hay que evitar en todo caso la soberbia, la avaricia, la obscenidad en las palabras y en los hechos, la ira o cólera, la gula, la envidia, la pereza o poco apego al trabajo...

La estrella infantil. Preceptos higiénicos, morales y de urbanidad.

 

Escultura. Escultura, Caridad del autor Sir Joseph Boehm. mira66

Urbanidad y sentimientos morales

Aquella urbanidad

Veracidad

La mentira, en general, es aborrecible, y el hombre no debe ser, por lo tanto, mentiroso, teniendo en cuenta, además, que la costumbre o el vicio de mentir puede ocasionarle funestas consecuencias.

Justicia

La justicia exige que cada uno reciba el premio o castigo a que se haga acreedor por sus obras, a cuyo fin el hombre necesita reunir: prudencia, para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo conveniente de lo inconveniente, apreciando las cosas tal y como son, absoluta y relativamente; fortaleza, o firmeza de carácter, para no dejarse doblegar por nada ni por nadie ante la justicia; fe y esperanza, para robustecer la fortaleza, porque sin fe ni esperanza en las buenas causas no hay constancia, y sin constancia no se da cima a las empresas.

Defectos detestables

Lo son, entre otros, la soberbia, la avaricia, la obscenidad en las palabras y en los hechos, la ira o cólera, la gula, la envidia, la pereza o poco apego al trabajo, la afición al juego de intereses, el egoísmo, la vanidad, el orgullo, la murmuración y la blasfemia, el hurto y robo, y la desobediencia.

Funestas consecuencias se deducen de ellos, y el hombre debe evitarlos a todo trance por medio de la humildad, sin dejar de ser digno; con el sentimiento de justicia, de generosidad y de caridad o amor al prójimo; con la costumbre de hablar y obrar siempre con decencia y cortesía; con la paciencia; con la templanza en el comer y beber; con la actividad o afición al trabajo y al orden en las operaciones; con el deseo de comer y de vivir con el trabajo.

Es también un defecto, que debe evitarse con la observación detenida, con la serenidad y la prudencia, el atolondramiento o falta de reflexión, propio generalmente de la juventud.