De las modas. Parte I.

Los vestidos anchos y cómodos han sucedido a los angostos, estrechos y apretados.

Guía de Protocolo Diplomático. 1886.

 

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De las modas.

Hace algunos años que se va mejorando el gusto público. Los vestidosanchos y cómodos han sucedido a los angostos, estrechos y apretados. La prontitud y constancia con que se ha hecho este cambio son muy notables, porque indican siempre que proviene de los progresos del gusto público, y no del de un capricho particular y pasajero.

Desde luego se observa que los calzones, después de haber sido por mucho tiempo parte de nuestro traje, se reemplazaron en primer lugar por los pantalones anchos. Fuimos tomando, respecto a las piernas, el vestido que distinguía a los Godos y las tribus vecinas, antes que hubiesen dejado las orillas del Euxino.

En las regiones septentrionales esta pieza del vestido es bella y juntamente conveniente, y algunas naciones antiguas llevaban calzones debajo de la túnica. Al presente han parecido tan útiles a sus sucesores en las mismas regiones, que son una parte distintiva del vestido de los Cosacos.

El gusto público se ha inclinado de tal manera a adoptar esta parte más ancha y holgada, que en el día se ha ensanchado este antiguo modelo, y a fin de poderle emplear yendo a caballo, en lugar de fijarle en el zapatocomo en otro tiempo, lo que no era ni fácil no cómodo, se ha alargado el pantalón por medio de una correa que abraza el pie por debajo. Hubo personas, que en Inglaterra, intentaron el hacer volver la media bota apretada debajo del pantalón ancho, pero esto no tuvo éxito. Es cosa que no conviene sino a los jornaleros, o aquellos que están expuestos al barro de las calles, y que no pueden mudar muchos vestidos. El otro calzado distingue convenientemente a las personas de una clase elevada.

En el día, cuando una mejora decidida en el gusto público se verifica con respecto a un traje (como la que ha hecho suceder a los calzones el pantalón cosaco) es raro el que no sea seguida.

La causa es aquel sentimiento de conveniencia, correspondencia, y simetría, que aunque vago en sí, influye mucho en la costumbre práctica. Este sentimiento constituye absolutamente en el traje una ley mental o teórica; y en los progresos aun de nuestro antiguo traje, por absurdo que fuese, se echa de ver siempre la influencia de este sentimiento de correspondencia y de simetría.

"Las principales mudanzas que ha sufrido la figura de los vestidos consisten en lo largo del talle"

Así los pantalones apretados con las medias botas, el justillo estrecho, el ceñidor casi igualmente apretado, y el sombrero en punta, aunque menos cómodos y menos graciosos, se correspondían entre sí, lo mismo que los capotones anchos y la capa de hoy; pero en las demás relaciones es evidente su inferioridad.

La tendencia a un traje ancho no ha parado aquí, sino que se ha extendido hasta las otras partes del vestido, pareciendo que cada día se irá fortificando esta mejora. Las principales mudanzas que ha sufrido la figura de los vestidos consisten en lo largo del talle; una largura mediana es justamente la más sencilla y la más hermosa.

Añadiremos en apoyo de todas estas variaciones, que cuanto más ancho es un vestido, es más susceptible de admitir en sus diversas partes una gran diversidad de expresión.

La parte que más mejoras exige es el sombrero. Seguramente que no está en armonía con este traje más ancho; y este conocimiento ha producido todas las figuras de sombreros que hemos visto sucederse en los últimos tiempos, aunque parece que el sombrero redondo con ala corta es el que ha de permanecer.

Esta es la antigua moda de casi toda Europa; es aun la de los Escoceses y Bascos, que arrojados de las llanuras, la llevaron a los montes de sus países respectivos y la conservaron. Es de una forma particular, de una sola pieza, y sus expresiones son muy diversas y chocantes. Se ha de observar que esta moda ha estado acompañada, en otros tiempos, de más o menos barba, y según esto, parece que en muchas personas dejan crecer la barba de diferentes modos sobre el labio superior; y no parece fuera del caso recordar uno de los grandes infortunios y las guerras que la Francia sufrió por el divorcio de Luis el joven y de Leonor de Guiena, respecto de la moda que este príncipe quiso introducir de afeitar la barba y cortar sus cabellos. La reina que reunía a una belleza severa una viveza extraordinaria, le dijo con enfado que pensaba haberse casado con un monarca y no con un fraile. La obstinación de Luis y el enfado que causaba a Leonor la vista de un rostro afeitado, fueron causa para la Francia de la pérdida de las bellas provincias que formaban la dote de esta princesa, y que haciéndolas propiedad de la Inglaterra en un segundo matrimonio, ocasionaron las guerras que desolaron la Francia durante cuatrocientos años.