Las presentaciones y las visitas. II.

Las visitas son indispensables para sostener las buenas relaciones de la amistad, y es preciso que pongamos especial cuidado en hacerlas oportunamente.

Novísimo Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para uso de la juventud de ambos sexo.

 

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El que quiere entregar una carta de recomendación, puede llevarla él mismo o mandarla con una tarjeta y las señas de su casa.

El que recibe una de estas cartas está obligado a servir y obsequiar en cuanto sus medios lo permitan a la persona recomendada.

Si la persona presentada recibiese por este medio algún beneficio, hará una visita de agradecimiento al que le ha recomendado.

Las visitas son indispensables para sostener las buenas relaciones de la amistad, y es preciso que pongamos especial cuidado en hacerlas oportunamente.

Nos es licito recibir o no las visitas, y los que las hacen quedan cumplidos dejando una tarjeta. Cuando nos digan que la persona a quien vamos a visitar no está en casa, nos abstendremos de hacer ninguna pregunta inquisidora a los criados.

Está admitido que visitemos a nuestros amigos cuando se hallen hospedados en una casa exraña; mas la comunicación en que tales visitas nos ponen con los dueños de ella no nos deja obligados a continuar las relaciones cuando cese su objeto.

No es de buen tono entrar en casa de una persona desconocida para nosotros, acompañando a un amigo que se dirija a ella.

Las visitas de ceremonia son actos de rigurosa etiqueta, y no se necesita ni presentación ni antecedentes de amistad, pues se hacen a los ministros, a los obispos, a los jefes de oficinas públicas y a los agentes diplomáticos de otras naciones, siempre que nuestra categoría o empleo nos precisen a ello.

Son visitas de felicitación, las motivadas por un acontecimiento agradable acaecido a nuestros amigos; de ofrecimiento, las que se hacen para participar los casamientos, destinos, mudanzas de casa, etc.; de pésame, las que hacemos para manifestar la parte que tomamos en la desgracia o muerte acaecida en casa de un amigo; de duelo, las que se hacen dentro de los nueve primeros días de acaecida la muerte; y de despedida, cuando emprendemos un viaje y vamos a ofrecemos a nuestros amigos.

Las visitas de ceremonia que recibe un personaje superior no se devuelven, como tampoco las de pésame.

Las visitas de agradecimiento no se pagan sino cuando se tiene interés en continuar las relaciones, por ser ellas mismas la correspondencia de un acto amistoso.

Las personas de avanzada edad o de un elevado carácter no pagan las visitas que reciben de los jóvenes que aun no ocupan una posición social.

Las visitas de cumpleaños no se pagan; pero si ponen en el caso de hacer visitas de la misma especie a la persona de quien se reciben.

Las visitas de duelo no están permitidas a las personas de etiqueta, quienes solo pueden hacerlas en el aniversario.

Nadie está autorizado a hacer una visita de duelo, solo porque tuviese amistad con el difunto y no con la familia.

Las visitas de duelo o pésame, generalmente, no suelen recibirlas los individuos más allegados de la familia del difunto.

Cuando un sujeto acaba de experimentar una desgracia, no se le harán visitas para tratar de negocios.

Las visitas de ceremonia que no tienen un día señalado, se hacen dentro de un período que no exceda de ocho días.

Las visitas de ofrecimiento por haber mudado de estado, en quince días, observándose las reglas siguientes:

  • 1ª. Al acercarse el día de la ceremonia, el novio hará personalmente a sus amigos la participación de su casamiento, como igualmente a los parientes de su novia.
  • 2ª. La novia no está obligada a hacer ninguna, pues este cuidado corresponde a sus padres.
  • 3ª. El ofrecimiento que se hace después de la ceremonia se circunscribe a aquellas de las relaciones del novio y de la novia que hayan de componer su círculo de allí en adelante, pues el que hasta entonces ha tenido cada uno de los dos queda enteramente disuelto.

También queda disuelto el círculo amistoso del que entra en el estado del sacerdocio desde el día de la ceremonia, y a los que quiera elegir por amigos de allí en adelante les hará una visita de ofrecimiento.

Según esto, nadie debe visitar a los que mudando de estado no les hagan esta clase de visitas, sin que por esto tenga derecho a mostrarse resentido.

Las visitas que tienen por objeto pagar las de ofrecimiento, se harán en el término de quince días.

Cuando una persona hace a otra una visita de ofrecimiento, ya sea en persona o por tarjeta, y ésta, antes de corresponderla hace a aquella un ofrecimiento cualquiera por tarjeta, la primera conserva el derecho de ser visitada en persona por la segunda, y entre tanto no está en el deber de hacerla ninguna visita.

Al llegar de un viaje mandaremos una tarjeta a nuestros amigos para darles parte demuestro regreso, y manifestarlos que estamos en disposición de recibirlos.