Origen de la correspondencia y la escritura. V

La escritura es el maravilloso arte que da color y cuerpo a los pensamientos.

Arte de escribir pot reglas y con muestras. 1798.

 

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Origen de la correspondencia y la escritura.

Mas de 200 años después de Cadmo pasó a Italia Evandro, Rey de la Arcadia, y enseñó el admirable arte de los caracteres a los pueblos que la habitaban. Sensible el Rey de los Latinos que dominaba entonces a un presente de tanta importancia, le colmó de honras y beneficios. La historia nos dice, que con el auxilio de la escritura civilizó a los pueblos groseros, que le respetaron hasta al extremo de adorarle. Prueba nada equívoca de la admiración que causaba a los hombres un invento tan maravilloso. Bastaba para adquirir una reputación célebre saber imitar los caracteres, o componer algunos nuevos. Justifiquemos con hechos esta proposición para dar mayor realce a nuestra Historia.

Palamedes, Rey de Eubea, que se halló en el decantado sitio de Troya, fue mirado como uno de los más grandes héroes de la Grecia por haber añadido algunas letras al alfabeto de Cadmo. No fue este solo el Rey que, por decirlo así, descendió del trono para entregarse al estudio y enseñanza de los caracteres. Solón, la recomendó en las leyes que dio a los Atenienses. Homero, corrigió la grosería de los caracteres, y mucho después de él no se desdeñó el grande Alejandro, en cuyo reinado estaban los caracteres Griegos en su mayor perfección, en ver el modo de preparar el papyrus, cuyo arbolillo, que crecía en Egipto a las orillas del Nilo, equivalía entre los antiguos al papel que nosotros usamos, como veremos más adelante.

Habiéndose hecho general el arte de la escritura después de Jesucristo, costó muy poco el mantenerlo en todo su esplendor. El Emperador Claudio l tuvo a mucho honor ejercitarse en él, y aumentarle con tres caracteres; Chilperico, primer Rey de Francia, añadió también cuatro letras al alfabeto latino; San Juan Crisóstomo dio a conocer las letras Armenias; San Jerónimo algunas de las letras Esclavonas, cuyo resto fue obra de San Cirilo, y el Obispo Ulfilas y en fin, dio a luz los caracteres Góticos. Todos estos Príncipes e ilustres personajes que se ocuparon en la corrección de los caracteres, y en la preparación de los materiales sobre que se diseñaban, forman el más bello elogio de la escritura. Bien convencidos estaban de lo muy a propósito que es para hacer a los pueblos más sociables, y ponerlos en estado de conocer los deberes de la religión y de los hombres.

Nadie ignora el amor que tuvo Constantino a los preciosos caracteres, y la orden que dio a Eusebio de Palestina, para que los libros no fuesen escritos sino por excelentes pendolistas. Cuantos Emperadores le siguieron, manifestaron el mismo celo y curiosidad; y en el Imperio de Constantinopla se estimaban con particularidad a tres clases de escritores, que se distinguían con el nombre de Tachygraphos, Calygraphos y Chrysógraphos. Los primeros eran los que escribían de cursivo, los segundos de pulso, y los terceros los que se empleaban en poner las letras de oro y de colores en los escritos más delicados y curiosos. Estos eran los mas célebres.

Los Emperadores Anastasio, y Teodoro Adramitino, habían sido Chrysógraphos antes de ascender al Imperio. Por los manuscritos que nos quedan de los Griegos del Imperio de Oriente se comprende la mucha estimación que hacían de las obras que estaban escritas con preciosos y delicados caracteres.

Mas al paso que en lo antiguo adquirieron en la Grecia tanta hermosura, no lograron ninguna corrección en Italia. Al tiempo de la fundación de Roma, cuando la ferocidad era todavía la única herencia de esta nación, se hallaban sus caracteres poco conformes con la corrección que luego adquirieron. En el reinado de Augusto se vieron en el mayor auge, y llegó a apreciarlos tanto este Príncipe que se los enseñó a trazar a sus nietos. Así, los Romanos como los Griegos trataban de rústicos a los que menospreciaban la escritura y su bella configuración. Sin embargo, en el siglo de Augusto fue cuando se inventó el modo de escribir por Notas, o, lo que es lo mismo, el arte de escribir tan pronto como se habla. Este maravilloso invento propio de Tirón, liberto de M. Tulio, fue protegido por Mecenas, y usado por mucho tiempo hasta que el Emperador Justiniano prohibió que se sirviesen de él en los actos judiciales, y en la compilación de las leyes. Demos alguna idea de lo que es, y de los demás modos de escribir que tuvieron los Romanos, ya que el lugar y la materia lo exigen.

El escribir de priesa ha sido siempre uno de los motivos más poderosos para que los hombres hayan corrompido los caracteres. A no haber sido por esta causa, tal vez hubieran subsistido entre los Romanos los que se usaban en el siglo de Augusto, que, como ya se dijo, llegaron al mayor grado de perfección posible, cotejados con los anteriores, y atendiendo a la mala escuela que habían tenido. Los Romanos, pues, no conocieron las letras minúsculas en el sentido y acepción que nosotros las tenemos, y así solo usaron de las iniciales o mayúsculas, que son las que con el nombre de Romanas se han conservado en toda Europa hasta el día, aunque con alguna accidental variación. Este primer modo de escribir, aunque claro y sencillo, tuvieron casi que abandonarle por otro más breve, dejándole en el estado en que se hallaba, y sin las mejoras de que era susceptible, y después se ha visto.

Los monumentos que nos quedaron después del siglo de Augusto, fueron, digámoslo así, unos antemurales que impidieron la total destrucción de estos bellos caracteres, y les mantuvieron, aunque con algún decremento, contra el funesto torrente de los Siclarios y abreviadores de la escritura. El que guste ver esta metamorfosis lamentable de los caracteres Romanos puede reconocer además de las muchas inscripciones y medallas que tenemos en España las Paleografías de Rodríguez y Terreros, porque nosotros solo nos hemos propuesto escribir la Historia de los caracteres según el sentir de los mejores autores, pero sin acompañarla de pruebas grabadas, que sobre no corresponder a una obra de esta naturaleza, impediría su gran coste la conclusión de ella.