Capitulo de la Orden del Toisón de Oro, para cuando Su Majestad le da, y juramento que hace el que le recibe. Parte II.

Pónese de rodillas delante de Su Majestad y le suplica sea servido de armarle Caballero.

Guía de Protocolo Diplomático. 1886.

 

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Capitulo de la Orden del Toisón de Oro, para cuando Su Majestad le da, y juramento que hace el que le recibe.

Primero que se lean, pregunta Su Majestad si es armado Caballero con la espada de honor; y si responde que no, le dice el Canciller que es necesario que lo sea antes de jurar.

Mientras se hace esta pregunta, va el Rey de armas a llamar al Caballerizo mayor, para que sirva el estoque a Su Majestad, y el primer Caballerizo se le da para este efecto.

Pónese de rodillas delante de Su Majestad y le suplica sea servido de armarle Caballero, y Su Majestad, tomando el estoque, le da los tres golpes en el hombro izquierdo, diciendo cada vez:

- ¿Queréis ser Caballero?

- Responde: Sí quiero.

- Y Su Majestad: Dios os haga buen Caballero, y el Apóstol San Andrés.

- Y luego le da a besar el pomo del estoque; y acabada la ceremonia, besa a Su Majestad la mano por esta merced.

Si es armado Caballero se excusa esta ceremonia, y en diciendo que ha de jurar los Capítulos que le serán leídos, se hinca de rodillas junto al bufete, pone la mano derecha sobre la cruz y la izquierda sobre el misal, y el Canciller, en pie, hecha la reverencia, lee el juramento, que es, conforme se expresa desde el Capítulo LII hasta el LVIII de las Constituciones, de esta manera:

"Que juráis, con todo vuestro poder, guardar, sustentar y defender la soberanía, señorío, nobleza y derechos del Soberano, cuando viniéredes y fuéredes Caballero de esta Orden.

Que con todo vuestro poder os emplearéis al mantenerla en estado y honra, y os esforzaréis para acrecentarla, sin sufrir que descarga os sea disminuida, cuanto la pudiéredes remediar, y como fuere razón.

Y si aconteciere (lo que Dios no quiera) que se os hallase tal falta que por ella, según los Estatutos y Ordenanzas, hubiésedes de ser borrado de esta Orden, que llamado y requerido a restituir el Collar y libro, en tal caso, le tornaréis a enviar y restituir al Soberano dentro de tres meses después de hecho el requerimiento, sin jamás, de allí adelante, poneros el dicho Collar, ni otro semejante a él, y que por esta ocasión no tendréis rencor ni odio al dicho Soberano, ni a los Caballeros cofrades, ni Oficiales de esta Orden, ni a ninguno de ellos.

Que todas las penas y correcciones que por otros casos leves os fueren cargadas y puestas por la dicha Orden, las llevaréis con paciencia y las cumpliréis, sin tampoco tener por ello odio ni rencor al Soberano, Caballeros cofrades, ni Oficiales de ella, ni a ninguno de ellos.

Que os hallaréis y pareceréis a los Capítulos y Ayuntamiento, o enviaréis a ellos, según las Ordenanzas, y al Soberano, a sus sucesores y a los que por el Soberano fueren sometidos, obedeceréis en todas las cosas razonables que tocaren a las obligaciones y negocios de ella.

Item más, que con todo vuestro poder guardaréis y cumpliréis todos los Estatutos, Ordenanzas, Capítulos y puntos de la Orden que habéis visto escrito y oído leer, y lo prometéis y juráis en general de la misma manera como si particularmente sobre cada punto hiciésedes juramento particular."

En acabando de leer el Canciller, conforme al dicho Capítulo LVIII, le dice en nombre de Su Majestad:

"Así lo juráis y prometéis sobre vuestra fe y honra."

Y teniendo siempre las manos sobre la cruz y el misal, responde:

"Así lo juro y prometo, y así me ayude Dios y todos los Santos."

Hecho esto, se levanta y vuelve a poner de rodillas delante de Su Majestad, y el Tesorero, si está presente, y si no el Canciller, toma la almohada en que está el Collar y le sirve a Su Majestad, y mientras se le pone al Caballero en torno del cuello, Su Majestad le dice:

Decís por el Caballero las palabras siguientes:

"La Orden os recibe en su amigable compañía, y en señal de ello os presenta este Collar; quiera Dios que lo podáis traer largo tiempo a honra y servicio suyo y ensalzamiento de la Santa Iglesia, para honra y acrecentamiento de la Orden y de vuestros méritos y buen renombre, en nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo."

Responde el Caballero:

"Amén: Dios me dé su gracia para ello."

Besa la mano a Su Majestad, y Su Majestad le echa los brazos, y él abraza a los demás que están en sus asientos.

Su Majestad manda que se siente el que ha recibido el Toisón, como Caballero de la Orden, y toma el último lugar; pero siendo Príncipe o Infante (que es como queda dicho), precede, aunque sea más moderno, y luego le manda cubrir.

De allí a poco rato se levanta Su Majestad y los Caballeros le acompañan hasta la puerta por donde salió, con que se da fin al acto.