Exceso en la corrupción de las costumbres en los pasados siglos. II.

Los peregrinos y cruzados introdujeron en Europa los vicios de Asia, y llevaron al Asia los vicios de Europa.

El nuevo Galateo. Tratado completo de cortesanía en todas las circunstancias de la vida.

 

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Los excesos en la corrupción de las costumbres en los pasados siglos.

Desde el año 1003 al 1099, más de veinte concilios recuerdan la desarreglada conducta de los eclesiásticos, tanto seglares como regulares, su cohabitación con muchas mujeres, y sus hijos ilegítimos. Fleury, hablando de los cánones del concilio de Pavía del año 1020, dice: "Las actas que de él nos quedan comienzan por un largo discurso en el cual el Papa se lamenta de que la licenciosa vida del clero deshonra a la iglesia, y que ellos disipan los bienes que la misma ha recibido de la liberalidad de los príncipes, gastándolos en mantener públicamente mujeres y enriquecer a sus hijos".

La disolución y la impudencia de los poderosos llegó en aquel siglo al punto de que en Inglaterra muchas mujeres se encerraron en monasterios para sustraerse a la liviandad, tomando el velo a fin de salvar el honor. La corrupción universal hizo creer que estaba próximo el fin del mundo.

Cuando un naufragio es inminente parten de la orilla buques de auxilio, a los gritos de los asaltados corre el ejército a la defensa. Así mismo, en la edad media se erigió la orden de caballeros, cuyo objeto fue defender de los raptores al sexo débil, como la guardia civil se propone librarnos de los ladrones. Tantos caballeros derramados por todas las naciones suponen una agresión general y frecuente. Lo peor es que los defensores se transformaron en corruptores; y las mujeres, o defendidas, o robadas, o seducidas, fueron reunidas como en celdas monásticas, gobernadas por otras, o sea en verdaderos serrallos.

Cuando en el término de cada siglo desde el XI al XV los predicadores anunciaban el próximo fin del mundo, la historia nos dice que los hombres restituían los bienes y las mujeres ajenas.

En el siglo XIII el número de días festivos era casi triple que el actual, de lo que resultaban más días de huelga, y por otra parte el sentimiento religioso manchado por la ignorancia, por las leyes, y por los usos, no podía reprimir el desenfreno de las costumbres. El tiempo en que tantos ejércitos ardiendo en celo religioso fueron a combatir a fin de recobrar y conservar el Santo Sepulcro, presentó el espectáculo de la depravación más universal y abominable. Los peregrinos y cruzados introdujeron en Europa los vicios de Asia, y llevaron al Asia los vicios de Europa. San Luis durante su piadosa y memorable expedición no pudo con sus virtudes, con su ejemplo, ni con sus amonestaciones impedir la disolución y los desórdenes que lo rodeaban, tanto, que delante de su misma tienda de campaña se establecieron burdeles.

Muchos escritores atestiguan el tirano e infame uso que daba a los señores feudales el derecho de dormir la primera noche con las nuevas esposas de sus vasallos, y esta costumbre subsistió en algunos puntos de Europa hasta el siglo XVII.

La historia de Gascuña nos habla en tiempo de Carlos el Hermoso de la insurrección de los bastardos, hijos naturales de los nobles. El saqueo, los robos, los estupros, los raptos, los fraudes y un valor desesperado fueron las armas con que los bastardos trataron de arrebatar a sus hermanos legítimos los castillos de los padres; y esa sangrienta guerra fue tan obstinada, que acabó con el primer ejército enviado por Carlos para combatir a los sublevados.

En los romances y cuentos que parece fueron la principal lectura de cuantos sabían leer y de cuantos tenían tiempo para escuchar, reina un espíritu licencioso que demuestra la mayor disolución en el comercio entre los dos sexos. Esta observación que se ha hecho muchas veces a propósito de Boccacio, y de los demás antiguos romanceros italianos, es igualmente aplicable a los sonetos y romances franceses, tanto en prosa como en verso, y a las poesías de los trovadores. La violación de las promesas y de los derechos marídales es en ellos considerada como un privilegio del valor y de la belleza; y parece que un caballero perfecto gozaba sin obstáculo ninguno y en virtud de general consentimiento de los privilegios mismos a que aspiraban en la época de la más desatinada corrupción francesa los cortesanos de Luis XV.

Felipe el Bueno, Duque de los Países Bajos, quien en 1430 creó la orden del Toisón de Oro y tomó por patronos a la Santa Virgen y a San Andrés, quiso que los caballeros de su orden fuesen veinticuatro en honor de sus veinticuatro queridas.

En los siglos XV y XVI estaba la corrupción tan extendida, que se le propuso a Enrique VIII de Inglaterra que señalara al adulterio la pena de muerte, cómo único medio capaz de contenerlo.

Cuando en el clero que sirve de ejemplo a los demás se notan señales de corrupción, bien puede creerse que es mucho mayor en la masa popular. Y si damos fe a los historiadores eclesiásticos que estimando la honra del clero hubieran querido verlo libre de aquellos vicios que le desacreditaban, hemos de decir que en los siglos XV y XVI había en el clero secular y en el regular muchos individuos ignorantes y corrompidos, quienes descuidando los deberes de su ministerio disipaban las rentas de sus beneficios en banquetes.