Las diferentes especies de reuniones. II.

Ningún convidado debe mostrar repugnancia, ni menos negarse a cualquiera exigencia directa o indirecta del amo de la casa.

Novísimo Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para uso de la juventud de ambos sexo.

 

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También es costumbre dar té y algunas veces chocolate. Sobre éste no hay nada que advertir. En cuanto al té, lo prepara y lo sirve el dueño de la casa, mientras los criados, o si es reunión de confianza la señora, pasan bandejas de bizcochos, advirtiendo que si el convidado deja la cucharilla en la taza, demuestra que quiere que se le vuelva a llenar.

Cada uno de los convidados conservará la taza hasta que pasen los criados a recogerla.

Ningún convidado debe mostrar repugnancia, ni menos negarse a cualquiera exigencia directa o indirecta del amo de la casa, aunque sea contraria a su propio gusto.

Tampoco promoverá ningún género de entretenimiento que no sea el dispuesto por los amos de la casa.

Al dirigirse una señora hacia un lugar en donde no haya asientos desocupados, toca al caballero cederle su asiento inmediatamente.

Es contrario al decoro que dos personas de distinto sexo se engolfen en una conversación particular, y se aislen, por decirlo así, de la concurrencia, porque además de poco decoroso, es manifestarla desprecio.

Así como a los dueños de la casa toca ocuparse exclusivamente de los convidados, éstos, y en particular los caballeros, deben prodigarles toda clase de atenciones.

Cuando los convidados quieran retirarse, es impolítico hacerles instancias para que se queden.

Los caballeros se retiran generalmente de las reuniones muy numerosas, sin despedirse de nadie. Respecto a las señoras, también omitirán despedirse de los demás concurrentes, y aun de los amos de la casa, cuando no crean prudente distraerlos de sus multiplicadas atenciones.

Debemos una visita de agradecimiento a los que nos han invitado a una reunión, hayamos o no concurrido a ella.

A las personas que están de luto no se las convida.

Cuando se invita para un baile, debe tenerse un especialísimo cuidado de que entre las personas aptas para bailar no haya mayor número de señoras que de caballeros.

Los dueños de la casa cuidarán constantemente de que ninguna señora que haya concurrido en disposición de bailar; permanezca sentada toda la noche.

A la señora de la casa no la es licito bailar, interín alguna otra señora permanezca sentada por falta de pareja. Aunque esto no se practica en el día con mucha escrupulosidad, sin embargo, no deja de ser una gravísima falta de urbanidad.

Las señoras que no sepan bailar, se abstendrán de tomar parte en el baile, porque es deslucirlo y comprometer a su pareja.

El agruparse los caballeros delante de una señora para disputarse los bailes que quiera concederles, es ofensivo para las demás, y el que se precie de galante abstendrá de ello por no mortificarlas, pues es preciso portarse con todas con igual finura.

Cuando una señora no acepte la invitación de un caballero para bailar, se abstendrá de hacerlo en todo el curso del baile.

Un caballero no puede ceder a otro la señora que haya aceptado su invitación, porque seria demostrarla poca deferencia.

No es de buen tono que un caballero baile con su esposa.

La buena sociedad no admite que un caballero baile toda la noche con una misma señora.

Las personas con quienes se ha contado para bailar no pueden dejar de hacerlo sino con un motivo legítimo, así como no debe tomar constantemente parte en el baile un caballero, interín haya otros que no lo hagan por falta de pareja.

Cuando un caballero sea excitado a invitar a una señora a bailar, se prestará a ello gustosamente, aunque ésta no sea de su agrado.

Hay algunas señoras, menos favorecidas por la fortuna, o que cuentan con menos relaciones, que pasan casi toda la noche sentadas en una silla; el caballero más fino y más galante será aquel que acuda a evitarlas esta mortificación de amor propio, aunque sea sacrificando su gusto.

No se debe jamás preguntar a una señora por qué no baila, porque se la pone en el caso de avergonzarse, confesando que no ha sido invitada para ello.

Los caballeros de fina educación ceden siempre los puestos más preferentes a aquellos a quienes su edad o circunstancias dan derecho a esta consideración, asimismo como se hará con el señor y la señora de la casa.

Los caballeros ofrecerán el brazo a su pareja cuando ésta se levante de su asiento, y luego al regresar a él, portándose durante el baile con toda galantería y delicadeza.

Al tomar de nuevo su asiento una señora después de haber bailado, el caballero la dará las gracias por el favor recibido y la hará una cortesía antes de retirarse, correspondiendo la señora con una inclinación de cabeza.

Si hubiese refresco, los caballeros obsequiarán a las señoras con quienes acaben de bailar.

Al salir de un baile, y siempre que los caballeros salgan con una señora de cualquier parte, la darán el brazo para bajar la escalera, y si ésta no lo permitiese, la ofrecerán mil excusas por verse imposibilitados de hacerlo.