Lección sobre las habilidades. Parte III.

Todo hombre que tiene libre el uso de sus ojos, y de su mano derecha, puede escribir la forma de letra que le guste.

Lecciones de Mundo y de Crianza. Cartas de Milord Chesterfield. 1816.

 

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Las habilidades.

Es cosa de la mayor importancia el poner bien un papel, porque ocurre todos los días, tanto para asuntos de formalidad, como para los de diversión; y los errores de ortografía y de estilo solo son disculpables en las mujeres, porque se mira como una gracia el que se incomoden en escribir. Las cartas deben tener fluidez y naturalidad, y deben decir a aquellas personas a quien se las enviamos, lo mismo que las diríamos si las tuviéramos presentes. La curiosidad en cerrarlas, y la propiedad del sobrescrito, son frioleras que no deben despreciarse, pues una palabra más o menos en la cubierta de un papel, añade o quita satisfacción al que le recibe.

Los mejores modelos de cartas familiares son las de Cicerón a Atico y a sus amigos; la sencillez y la claridad de las del Cardenal d'Ossat, enseñan cómo deben escribirse las de oficio; y en cuanto a entretenidas, etc. sobresalen las de madame Sevine, y las del conde de Bussí, pues son tan corrientes, que más parecen una conversación privada entre dos personas de talento, que no cartas escritas.

Todo hombre que tiene libre el uso de sus ojos, y de su mano derecha, puede escribir la forma de letra que le guste; porque el hacer garabatos como un niño, da idea de una crianza muy descuidada; no digo yo con estos, que debas tener una forma de letra tan perfecta como un maestro de escuela, ni tan rasgueada como un pendolista; sino que tengas un carácter limpio, legible y suelto, que escribas ligero y que no pongas mentiras.

Atiende al modo de explicarte en cualquiera ocasión que escribas o hables, contrayendo un hábito de corrección y elegancia hasta en las conversaciones sueltas y en las cartas familiares; y si acaso antes de producir una cosa no la has reflexionado, reflexiona después para otra vez, si pudieras haberla expresado mejor; pues hay un cierto lenguaje fino que debe todo hombre de buena crianza poseerlo perfectamente; y esta delicadeza en el expresarse te acreditará para ser bien admitido en las mejores casas; porque siendo el estilo el vestido de las ideas, debe ser tan adecuado a ellas, que si tu estilo es vulgar, soez o grosero, parecerán tan poco ventajosas tus ideas, y serán tan mal recibidas como si tu por buena figura que tuvieras te presentaras con el vestido puerco, andrajoso o con remiendos; y sabes que no es siempre el entendimiento quien puede y debe juzgar de esta materia sino los oídos de todos los presentes.

La ortografía es tan indispensablemente necesaria, que una mala puntuación haría ridículo a un hombre para toda su vida; el leer siempre con cuidado y el escribir con ortografía hasta los borradores, contribuye mucho a preservarse de caer en equivocaciones o descuidos; porque los libros, generalmente, están impresos con arreglo a la ortografía de su tiempo, y la costumbre preserva de caer en faltas y en olvidos de puntuación. La pureza de las voces también se ha de cuidar mucho, pues aunque es verdad que algunas palabras se escriben diversamente por un autor que por otro, pero son raras; y si equivocas la que solo se escribe de un modo, se reirán de ti; y cree que aun, ni la mujer de mediana educación deja de burlarse de su amante, si le envía mal escrito un papel amoroso.

"La ortografía es tan indispensablemente necesaria, que una mala puntuación haría ridículo a un hombre para toda su vida"

La pronunciación y el tono de voz también son habilidades que se estudian para agradar; lee en voz alta todos los días delante de algún amigo capaz, y pídele que te corrija y te interrumpa cuando leas deprisa, olvides la parada conveniente en cada inciso, cambies el sentido de la oración o pronuncies mal los vocablos; también puedes leer cuando estés solo, pero en voz alta, a fin de acostumbrar tu oído a la buena pronunciación; ten cuidado de abrir los dientes cuando leas o hables, y de articular distintamente cada palabra; lo que no conseguirás si no le das el acento grave donde le corresponda justamente, y si no haces sonar las letras finales; pero sobre todo, acostúmbrate a variar el tono de voz conforme el asunto y el período, evitando la monotonía; y yo te aseguro que si todos los días pones cuidado en cada uno de estos puntos en poco tiempo se te harán fáciles y habituales.

Todo defecto que huela a gente ordinaria se ha de cortar de raíz, y principalmente los de locución, por lo mismo que es inevitable el que los perciben todos y a cada momento con descrédito de la buena crianza del que habla, por ejemplo: algunos gritan tanto como si hablasen siempre a sordos, y esto insulta regularmente; otros hablan tan bajo que no se les oye palabra como si fuese un secreto; muchos cierran la boca, se comen las voces o las hablan entre dientes, de modo que no se les entiende lo que dicen; y también hay varios que hablan muy deprisa, o llenan de babas al que escucha, con lo que le incomodan y distraen de modo que no sabe lo que le estaban diciendo; todas estas que parecen bagatelas se han de tener presentes para no acreditarse de hombre de una crianza descuidada.

Si encajas a cada palabra un cuento, un refrán u otra frase vulgar serás tildado cuando menos de haber tropezado con malas compañías, porque esas son las flores retóricas de tal gente; lo mismo digo si usas para todo de una voz favorita, venga o no al caso, como soberbio caballo, soberbio convite, soberbio libro, soberbio polvo, etc. y otras frases que se llaman muletillas; una mala pronunciación, una corruptela de los vocablos, un tonillo alugarado, un acento provincial dan baja idea de uno que usa vestido de señor, porque el que se ha criado entre gente fina, y nunca ha tratado con el bajo pueblo, no ha oído otro lenguaje que el puro y el noble; por consiguiente, no tiene que andar buscando palabras dificultosas, creyendo son las mejores, ni tiene que apelar a otras frases y locuciones que las aprendidas en su casa y oídas después en las que ha concurrido.