Origen de la correspondencia y la escritura. II

La escritura es el maravilloso arte que da color y cuerpo a los pensamientos.

Arte de escribir pot reglas y con muestras. 1798.

 

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Origen de la correspondencia y la escritura.

Estas aserciones de los Enciclopedistas, apoyadas solamente sobre su palabra, como que nos inducen a creer que los Egipcios fuesen unos hombres singulares, y de muy diverso modo de pensar que el resto de los habitantes del globo; porque descubrir la escritura actual, conocer sus ventajas y fácil ejecución, y seguir no obstante con la geroglífíca que era tan complicada, interminable y penosa, es lo mismo que hacernos tragar que amaban el trabajo por el descanso, preferían el acíbar a la miel, lo bueno a lo malo.

Estas cabilaciones, pues, pudieran tener algún lugar cuando las hubiesen aplicado, no a los sabios, sino a los más groseros de los Egipcios, que, embotado su entendimiento tanto como su gusto, vivieran como adormecidos y casi imposibilitados de discernir lo bueno de lo malo.

No son de mejor condición las noticias que nos dan acerca del inventor de la escritura alfabética, pues juzgándose únicos censores en la materia, aplican graciosamente a Thot (Este era el nombre que daban los Egipcios al que los Griegos conocían con el nombre de Hermés, y los latinos con el de Mercurio), y sin ningún examen, la corona laureada. Sin negarle nosotros una gloria que algunos autores le conceden, aunque sin prueba, procuraremos dar noticias más exactas de la antigüedad e invención de este maravilloso arte.

Nadie extrañará entremos en un empeño tal vez superior a nuestras fuerzas, si se hace cargo no es otro nuestro fin que aclarar en cuanto nos sea posible un punto que han discutido tantos autores, sin que hasta ahora se pueda alabar ninguno de haber satisfecho el ansia de los curiosos. Además, de que como por otra parte es ésta una materia sobre la que ni por religión ni estado está prohibido el escribir y hablar, propondremos la doctrina de muchos sabios que han escrito sobre ella, y manifestaremos por último nuestro dictamen, por si fuese el más conforme a razón, y fundado en autoridad. Sirva lo dicho hasta aquí como de preludio a esta historia, y quede la doctrina de los Enciclopedistas Franceses excluida de ella en vista de las ningunas autoridades que citan en su abono, y de la inverosimilitud de sus asertos, destruidos en nuestro juicio con las ligeras reflexiones que hemos hecho.

Supongamos, por un instante, que los Egipcios que dan una antigüedad fabulosa a sus cosas, y quieren pasar por los inventores de todo, lo sean igualmente de la escritura alfabética por su decantado Thot, desengañados de la inutilidad y trabajo de la enigmática, que dan como primitiva. Es menester advertir, que la misma necesidad que había enseñado a los Egipcios este modo de escribir, enseñó a los Mexicanos en el Occidente, y a los Scytas, Indios, Fenicios, Etíopes y otras muchas naciones en el Norte (Disertación de Mr. Paillason, pronunciada el 25 de febrero de 1762 en la apertuta y primera sesión de la Academia de Revisores y Escritores expero de París, establecida en 1728). Los Chinos en el Oriente, único y solo pueblo del mundo que no haya adoptado las letras alfabéticas, se han servido también de los geroglíficos. El arte de escribir de esta nación, cuyo origen se pierde en sus anales, consiste en varios caracteres que cada uno representa una idea, y todos ellos se reducen a tres elementos muy simples. Estos son la línea recta, la curva y el punto, las cuales producen mediante su reunión o el lugar que ocupan nuevos caracteres, que se distribuyen en 214 clases, a las que comunmente se llaman llaves Chinescas. Estos 214 signos radicales, unidos y entrelazados, a mayor o menor distancia, forman tantas combinaciones que llegan, hasta el numero de ochenta millones, según la opinión común, o hasta el de ochenta y cuatro millones conforme algunos escritores. Verdaderamente admiraría un número tan exorbitante de figuras si no se reflexionase que contiene la suma de las ideas de toda una nación.

Los Fenicios, tan conocidos en la antigüedad por su comercio, tuvieron también la vanidad de llamarse los inventores de la escritura; pero este arte se le comunicaron los Hebreos, de quienes ellos eran vecinos, como se prueba por la semejanza de los caracteres Fenicios con los que usaron los Patriarcas antediluvianos. En unos tiempos tan remotos que casi tocan al nacimiento del mundo, pasaba la escritura por un fenómeno maravilloso. No sabían las gentes como entender esta magia que con un corto número de figuras sabe manifestar de un modo permanente todas las ideas del entendimiento, y todos los sonidos de la voz. Esta fue, sin duda, la razón que tuvieron los Fenicios para aplicarse el honor de tan maravilloso invento en todos los parajes adonde les llamaba el comercio y el ansia de las riquezas.

Muchos autores eclesiásticos y profanos opinan de diverso modo sobre el invento de la escritura. Los primeros no la hacen subir más que hasta Mojsés, a quien reconocen por su inventor; y los segundos solo hablan de Cadmo, que era contemporáneo del Legislador de los Judíos, y llevó, como ellos dicen, desde Fenicia a Grecia el uso de las letras que era desconocido.