Estimada Raquel:
Huya usted de la más absoluta normalidad, debe ser una cosa aburridísima. Cuanto a que nunca estrena zapatos para una celebración, me parece de muy buen gusto (yo he llegado a ver hasta la pegatina pegada en la suela; también a lechuguinos con la etiqueta todavía cosida en la bocamanga de la chaqueta), siempre que los que calce parezcan nuevos, no siéndolo. Y no haga caso a Gonzalve (es un buenísimo amigo mío): él, varón de alcuña, piensa en el empedrado de El Escorial, tan antipático para caminar con tacones; nosotros, cuando más, pisaremos San Fermín de los Navarros o los Jerónimos, por continuar con ejemplos de Madrid, por lo que no debemos preocuparnos por dar al traste con los zapatos (¿cuáles son esos zapatos de calidad? No unos Manolos, se lo ruego. Me encantan, por cierto, las manoletinas, tan en boga; negras, con falda, para un día cualquiera. ¡Un conjunto inmejorable!).