Muchas personas creen que por no vivir en una estupenda casa, porque su comedor es pequeño, o porque no tienen una cristalería, platería o mantelería de gran valor, no estan en condiciones de retribuir una invitación a anfitriones que contaban con todos estos elementos, mesa de comedor para doce comensales incluída...Se equivocan, lo peor que podemos hacer es no abrir las puertas de nuestra casa y dejar así sin retribuir esa invitación con la que nos honraron.
Recibimos lo mejor que podemos y somos generosos en sonrisas, naturalidad y estilo. Al entrar en nuestra casa el invitado debe sentir que lo estaban esperando y que nada es más importante para nosotros que lograr que se sienta feliz bajo nuestro techo. Para actuar sin nervios, tenemos todo previamente planificado, como los buenos mayordomos nos adelantamos a los deseos y necesidades, y liberados de toda sombra de tensión, nos dedicamos a disfrutar de un cálido momento...sonriendo.