A mí me complace mucho conversar contigo, Esther.
A mí, personalmente, no me valen las concepciones que tú y yo hemos estudiado en cierta escuela, sencillamente, porque no están fundamentadas científicamente -ello no obsta para que valgan en el campo profesional, si bien se contribuye, más todavía, a aumentar la distancia que media entre el lo profesional y lo académico, como asimismo contribuyen cuantos manuales y tratados se publican bajo títulos desafortunados, confundiendo el protocolo con aquello de que verdaderamente tratan: educación. -.
He leído detenidamente tu respuesta y creo comprender lo quieres decir. Paso, pues, a responderte (huelga decir que no pretendo convencerte):
Lo que tú denominas "Protocolo" es un todo que engloba muchas materias y disciplinas relacionadas entre sí en distintos grados (hasta aquí estamos completamente de acuerdo).
La cuestión es que ese todo, a mi modo de ver, no se puede denominar "protocolo", porque el "protocolo" no es más que una de las partes que lo conforman. Es preciso, por tanto, dar un nombre a ese todo que no induzca a confusión.
Por otro lado, la educación, indudablemente, constituye, también, una parte de ese todo. Pero no tan sólo la educación: la Vexilología, que es una disciplina histórica, también conforma parte de él, sin que por ello se la denomine "protocolo".
Advierte, por demás, que tanto el estudio del protocolo como las restantes materias y disciplinas que configuran ese todo se puede acometer desde varios enfoques, precisamente, porque es un dominio interdisciplinar, como, por ejemplo, la lengua (sociolingüística, psicolingüística, antropolingüistica, neurolingüística, etcétera).
Así, un enfoque histórico acometerá su estudio de un modo distinto a como lo acometería un enfoque semiótico, como distintos serán sus resultados, aunque guarden entre sí cierta (inter)relación.
Se trata de emplear fundamentos y metodologías porpias de la ciencia que permitan aprhender el conocimiento de estas materias científicamente.
Los más tratados, manuales y apuntes carecen de estos fundamentos y metodoogías, son refritos de refritos sobre la única base de una casuística práctica que, por otro lado, no responde a la sociedad que actualmente configuramos y, por tanto, no da satisfacción a sus necesidades.
El protocolo, en fin, requiere de la educación, pero la educación no requiere del protocolo, como he ejemplificado ya: la persona más correctamente educada que se pueda imaginar no tiene por qué saber organizar un acto.
Y ello es así, no porque la educación sea protocolo, sino porque protocolo y educación, junto con otras materias y disciplinas, conforman un todo del que cada una de ellas constituyen una parte (la Vexilología no es protocolo, pero forma parte de ese todo que también constituye el protocolo).
Denominar, pues, protocolo a ese todo, induce, como he dicho, a confusión y, personalmente, me parece desafortunado por la misma razón que denominar protocolo social a la educación: la educación es educación, llámésela como se la llame (urbanidad, buenas maneras, ..). Ambas, protocolo y educación, son partes de un todo, pero una no se embebe en la otra, sino que, como partes, se relacionan entre sí, cualquiera que sea el grado de relación.
Otro para ti.