No sé, Susana, si también vas a cuestionarte qué obsequiarme por esta respuesta, pues que es todavía más detalle": si ellos son tus amigos, yo soy un mero desconocido.
No, Susana, no, y tú misma lo sabes, porque dudas: da sencilla y nuevamente las gracias, y dalas también muy sentidamente si tan hondo te ha calado un rasgo de cortesía elemental por parte de unos anfitriones que, además, son tus amigos (qué menos que ofrecer un paraguas o llamar a un taxi si va a caer sobre nuestros invitados el diluvio universal; o acompañarlos, incluso, si son pocos).
(Si alguien nos salvara la vida, ¿qué ofrecer, Susana, entonces? Lo que está en juego, en el fondo, no es corresponder a su cortesía, sino hacer valer la nuestra [obviamente, no me refiero a ti]).