Cuando organicé mi boda casi maté a disgustos a mi futura suegra, tenía horror por todas y cada una de las tradiciones y las eliminé de raíz.
Nada de vals para abrir el baile, y tampoco lo hicimos nosotros dejamos que quienes desearan bailar lo hicieran, elegí personalmente el estilo de música que deseaba en mi fiesta, toda de cuando tenía 20 años (por ese entonces yo tenía 25).
No hubo mesa principal, nos sentamos de a ratos con unos y otros.
No se sacaron fotos posadas, durante la ceremonia religiosa las de siempre, e instantáneas en la fiesta.
La torta de bodas era enorme pero de un solo piso y sin munñecos, ni cintas, ni adornos, simplemente deliciosa...
No llevé ramo, usé un antiguo rosario de oro y marfil que devolví a su dueña en la puerta de la iglesia porque era un compromiso arriesgarme a perderlo.
Nos fuimos temprano, después de comer, bailar y brindar, dejamos a nuestros invitados sin que notaran nuestra huída.
Si hoy tuviera que volver a hacerlo, no cambiaría nada, pero hoy 33 años después sé que lo más importante es que no cambiaría al novio.
Preparar una boda da demasiado trabajo y pasa rápido, hay novias que reciben las fotos 6 meses después y ya no andan muy bien con el marido, no hay que perder la razón y gastar más de la cuenta ¡no vale la pena!, lo único que cuenta es el amor y el respeto, lo demás son espejismos inútiles.