La excusa del compromiso previo es tan usual que, aun de ser cierta, se recibe prejuiciosamente, de suerte que, si no se descree de ella, se pone cuando menos en duda.
Basta decir no se puede asistir por razones personales, sin precisarlas, porque la invitación no obliga a la asistencia: conlleva -debiera conllevar- tanto su aceptación como su declinación.
Y esto, tan simple, no es utópico: lo utópico -y entiéndase bien- sería que no hubieran comuniones -y entiéndase: sus plumas, no su esencia.
Pero puestos a concebir las cosas como sugiere Juan Carlos, invéntese las excusas más inverosímiles, y no lo contrario, no solo porque son todavía menos creibles y más ineficaces, sino por su carencia estética.
Y, bueno, cada uno sabrá de quién se rodea, por qué no puede ser honesto.