El restaurante ocupa un capítulo aparte dentro del saber estar, tiene reglas propias que muchos autores describimos detalladamente en nuestros libros.
No corresponde llamar al camarero elevando la voz, tampoco hacerlo con gestos violentos que denoten molestia.
A los camareros se los busca con la vista, y cuando logramos hacer contacto visual, lo llamamos con una inclinación de cabeza.
Tratemos de no perder la paciencia, ¡no nos miran todo el tiempo!, así son las cosas...
El cliente no da vuelta botellas, eso lo hacen los camareros que quieren provocar que pidamos otra botella, esa es su poco elegante manera de comunicarnos que no hay más vino.