Cómo terminan las Misiones Diplomáticas. II.

Causas por las que terminan las Misiones Diplomáticas.

Guía de Protocolo Diplomático.

 

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LAS MISIONES DIPLOMÁTICAS. CÓMO TERMINAN. II.

Y ya que hablamos del final de una Misión, nos permitiremos hacer observar que la costumbre incomprensible que se trabaja para hacer adoptar en España y en otros países, de retirar y cambiar los Jefes de Misión a cada cambio de Gabinete, equiparando estas delicadas funciones, en las que sólo la práctica y el continuo trato de las personalidades influyentes del país, pueden facilitar los medios de servir a su patria, con las de los Gobernadores civiles, y otros empleados que son por su naturaleza totalmente diferentes de los diplomáticos, es desconocer la base de las Misiones diplomáticas y querer anularlas, convirtiéndolas en meras embajadas de cortesía.

Los cargos diplomáticos deben ser independientes de la política interior, puesto que la política internacional ha de ser siempre una, cualquiera que sea el partido que ocupe el poder, y esta teoría la vemos confirmada con la conducta que observan respecto de este particular, los principales Gabinetes europeos. Porque aun cuando que hay quien pretende probar lo contrario; nosotros podemos aducir como prueba de nuestra afirmación, los datos siguientes, que se pueden comprobar en el acto en el almanaque de Gotha.

El partido liberal subió al poder en Italia el 18 de Marzo de 1876, después de 18 años de oposición al partido conservador. Eran a la sazón Ministros en Paris, Londres, Viena y Berlín, los Generales Cialdini, Menabrea, Conde de Robilant y Conde de Delaunay, respectivamente, y no hicieron dimisión, ni nadie indicó absolutamente nada respecto a este asunto: y cuando a fines del mismo año, las grandes potencias elevaron la categoría de sus representantes en Roma, a Embajadores, conservaron todos sus Ministros ascendidos a dicha categoría; Austria, al Barón Haymerlé; Inglaterra, a Sir Augusto Paget; Alemania, al Barón de Keudell; Rusia, al Barón de Uxkull, etc.; continuando todos excepto el primero, llamado en 1882 al Ministerio de Negocios Extranjeros de Viena, y el segundo trasladado en 1883, con su misma categoría a Rusia, desempeñando dichos cargos hasta el día.

Por su parte, Italia, ha mantenido en sus puestos a todos sus Embajadores, cambiando tan sólo al de Londres a París, en 1882, cuando el General Cialdini presentó su dimisión por enfermo. Austria conserva hoy en día como Embajador, cerca de la Santa Sede, al Conde L. de Paar, acreditado desde el 9 de Enero de 1874, y Portugal al Marqués de Thomar, desde el 27 de Julio do 1870, primero como Ministro Plenipotenciario, y desde 1877 como Embajador.

La Gran Bretaña, que se ha citado recientemente discutiendo esta cuestión, como una de las potencias que no consienten que un Representante suyo esté acreditado más de tres años en una Corte, tiene como Embajador en Paris desde el 9 de Noviembre de 1867, al respetable Lord Lyons, confirmado en su cargo el 2 de Marzo de 1871.

Bélgica, mantiene como Ministro Plenipotenciario en París, al señor Barón de Beyens, desde el 7 de Febrero de 1864, confirmado en su cargo el 29 de Marzo de 1871. Dinamarca tiene con igual carácter en la misma Capital, al Conde de Moltke-Hwitfeldt, desde el 9 de Abril de 1860, confirmado el 8 de Mayo de 1871. Y si quisiéramos aumentar esta lista, podríamos hacerla interminable; pero creemos sea suficiente para probar que el sistema que se pretende adoptar ni es bueno, ni se practica en los países que prestan solícita atención a su política internacional y a su representación en el extranjero.

Además, contra lo que se puede decir en favor de esta costumbre, se puede añadir que las faltas de un Representante, procedentes de su deseo de conquistarse simpatías en el país cerca del cual está acreditado, no nacen de su larga permanencia en él, pudiendo citar infinitos casos de los que por el contrario, deseosos de conquistarlas desde un principio, incurren en los mismos defectos que hoy se achacan a los que hace tiempo residen en la misma Corte.