Del modo de conducirnos dentro de la casa. Del arreglo interior de la casa.

La buena educación brilla en todo lo que nos rodea y se encuentra naturalmente bajo nuestra inmediata inspección y gobierno.

Manual de Buenas Costumbres y Modales. 1.852

 

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Manual de Buenas Costumbres y Modales. Urbanidad y Buenas Maneras.

1. La buena educación no brilla únicamente en las tertulias y en el comercio general de la sociedad, sino que se refleja en todo lo que nos rodea y se encuentra naturalmente bajo nuestra inmediata inspección y gobierno.

2. Si examinada una casa en todas sus interioridades, y encontramos que no hay en ella ningún lugar en que no se halle impreso el sello del orden, del método y de la elegancia, podemos desde luego asegurar que sus habitadores son personas finas y bien educadas.

3. En el patio y los corredores principales no deben ponerse nunca muebles viejos o deteriorados.

4. La sala es el punto general de recibo; y como teatro de toda especie de sociedad, debe estar montada con todo el rigor de la etiqueta. En ella no aparecerán nunca otros objetos que los que sirvan a la comodidad y al recreo de las visitas, los cuales estarán siempre dispuestos con orden y elegancia.

5. Siempre que nuestras circunstancias nos lo permitan, evitaremos que la pieza que sigue a la sala sirva de dormitorio; y si no podemos evitarlo. cuidemos de que las camas no estén jamás a la vista. El tálamo nupcial, ofrecido a las miradas de los que entran a la sala, no podrá menos que considerarse por las personas cultas y juiciosas, como un signo de vulgaridad y mala educación.

6. Cuando puede evitarse que la pieza indicada en el párrafo anterior sirva de dormitorio, es muy elegante convertirla en lugar de recibo, abriéndose, si es posible, una puerta que caiga al corredor principal, y montándolo con toda la decencia que nos permitan nuestros posibles y sea propia de nuestras particulares circunstancias. En este caso, aquélla nos servirá para recibir a las personas que nos soliciten para tratar de negocios, y a nuestros amigos de confianza cuando vienen a vernos fuera de las horas ordinarias de tertulia.

7. La pieza destinada para comer, estará ordinariamente montada con menos aparato que las piezas de recibo; pero el orden y la decencia deberán reinar siempre en aquélla, y habrá de estar dispuesta de manera que allí podamos recibir a nuestros de cofianza, los cuales pueden algunas veces visitarnos a las horas de sentarnos a la mesa.

8. Muy inocente es, sin duda, y aún laudable y útil, el uso de adornar las paredes con cuadros que representen paisajes históricos, y en que se ostenten los primores y hechizos del arte sublime de la pintura; pero guardémonos de incluir en aquéllos los que contengan efigies de personas mal cubiertas, o en actitudes contrarias a la honestidad y a la decencia, o escenas que aunque en si nada tengan de vituperables, sean sin embargo sacadas de obras inmorales y puedan excitar el deseo de leerlas.Se dice que la calidad de las pinturas que cuelgan en las paredes dan idea clara de la categoría de una casa y del buen o mal gusto de sus dueños. No hay nada más agradable, cuando se tiene una gran fortuna, que poseer cuadros pintados por grandes maestros; pero si éste no es nuestro caso, podemos reemplazarlos por buenas reproducciones o finos grabados procurando que el tema de éstos no se oponga o choque al uso que se le da a la habitación en que se encuentra.

9. La verdad histórica y la ardiente imaginación de los artistas, dan lugar a infinidad de representaciones que ofenden el pudor, las cuales solo deben figurar en los museos y galerías de pinturas y en los gabinetes de los mismos artistas o de los aficionados; y no se concibe como en algunas casas puedan fijarse en las paredes, para escándalo de los extraños y para corrupción de las familias.

10. ¿Porqué especie de aberración pueden algunos padres de familia creer asegurada la inocencia y el pudor de sus hijos, y sobre todo de sus hijas, tan solo por aparten de la vista de los extravíos de los hombres y de las miserias de la naturaleza, cuando han de volverlas a esos cuadros que representan los mismos extravíos y las mismas miserias en su propio hogar?

11. En la obra grandiosa de la Creación y en la misma historia, han encontrado en todos los tiempos las artes una fuente inagotable de las mismas sublimes imágenes, sin necesidad de ofender la honestidad y la decencia; y es por lo tanto imperdonable que para el adorno de las habitaciones, se elijan aquellas cuya vista ha de obrar necesariamente en daño de la inocencia y de las buenas costumbres. El arreglo de la casa revela siempre la personalidad e inclinaciones de sus dueños. Procuremos siempre que el tino y buen gusto guíen nuestros pasos en la elección de adornos y muebles; y si nuestros medios nos lo permiten contrataremos a decoradores profesionales de reconocido prestigio. Expliquémosles nuestras aficiones y necesidades y seguramente nuestra casa será un local bello, atrayente y sobre todo cómodo para vivir nosotros y recibir amigos.

12. Aunque según hemos visto, el acto de escupir no está bien visto entre la gente bien educada, es siempre necesario que en una casa haya escupideras, sobre todo en los despachos, pues un accidente cualquier puede poner a una persona en la necesidad imprescindible de escupir, y si no encontrase como hacerlo sin manchar el suelo, es claro que se vería en un fuerte y desagradable embarazo.

13. En la parte exterior de la puerta de entrada debe existir siempre un ruedo, para que las personas que entran limpien la suela del calzado; y aún es conveniente tener además en el corredor principal un instrumento, que generalmente se construye de hierro, en que quitar antes al calzado el lodo que pudiera ensuciar demasiado el mismo ruedo. No hay que olvidarse de poner felpudos en todas las puertas de acceso a jardines o la calle; de esta manera se preservará mejor la limpieza de los pisos.

14. En las casas muy concurridas debe haber en el corredor principal un mueble destacado para colocar sombreros, capas, sobretodos y bastones; a fin de que los que entran no se vean en la necesidad de introducir estos objetos en las piezas de recibo, donde serían embarozosos y ofenderían el despejo y lucimiento de las mesas y asientos. En la entrada o vestíbulo debe ponerse un mueble o tener un closet para recibir los abrigos, sombreros, etc., de las visitas; en esa forma se evita el desorden de estos implementos desparramados por los demás cuartos de la casa.

15. Los muebles y demás objetos que se encuentren en nuestro aposento, deben estar siempre ordenados y dispuestos de manera que hagan una vista agradable; nuestra cama, constantemente vestida y arreglada, nuestra ropa guardada, y la que no pueda estarlo, acomodada en la mejor forma posible y los enseres que sirvan a nuestro aseo y deban estar visibles, colocados en aquellos lugares en que puedan ser menos notados por las personas que hayan de penetrar hasta nuestro dormitorio.

16. Debe ponerse un especial esmero en el orden y decencia de los aposentos que ocupan los criados, así por estimación hacia ellos, como por nuestras propia dignidad y decoro. Es imposible por otra parte, que seamos servidos con exactitud, y sobre todo con aseo por personas que se acostumbren a vivir en el desorden, y a despreciar, en lo que personalmente les concierne, aquellas reglas que han de aplicar en nuestro servicio.

17. En el lugar más conveniente de la parte interior de la casa, debe existir siempre un lavabo, junto con una toalla que se mude frecuentemente, para uso exclusivo de los criados. Si no se les proporciona esto, se verán obligados a permanecer con las manos desaseadas, y cuando se las laven, lo cual harán a veces con mengua del aseo de las vasijas y aguas destinadas a la preparación de las viandas, se las enjugarán en las toallas de limpiar los cubiertos demás utensilios de la mesa, si no lo hicieren en sus propios vestidos.

18. Si tenemos niños u otras personas que por ignorancia o travesura puedan de alguna manera dañar el edificio, o menoscabar su mérito en su parte de ornato, es nuestro deber el contenerlos y sujetarlos a severas penas; pues bien fútil sería la excusa que en estos casos hiciéramos consistir únicamente la irreflexión e imprudencia de nuestros hijos y domésticos.

19. Réstanos declarar que del arreglo de la casa general, es infinitamente más responsable la mujer que el hombre. La mujer consagrada especialmente a la inmediata dirección de los asuntos domésticos, puede emplear siempre en oportunidad todos los medios necesarios para mantener el orden, e impedir que se quebranten las reglas que aquí recomendamos; al paso que el hombre, sobre quien pesa la grave obligación de proveer al sostenimiento de la familia, apenas tendrá tiempo para descansar de sus fatigas, y bien poca será la influencia que su celo pueda ejercer en la policía general del edificio.

20. Mas esto no quiere decir que cuando las casas se hallan habitadas sólo por hombres, estén dispensados de los cuidados que exige el orden, pues la necesidad que los obliga a prescindir de los oficios de la mujer los pone igualmente en el caso de des empeñarlos por sí mismos.

Ver el manual completo de Antonio Carreño.