Urbanidad y buenas maneras. Los chinos y los españoles. Diferencias.
Imperdonable en las calles de Pekín es apagar en el suelo la colilla de un cigarro y dejarla allí, reventada contra el asfalto.
Los chinos son diferentes. Lo mismo pensarán ellos de los españoles. Ni mejores ni peores, es cuestión de costumbres.
Imperdonable en las calles de Pekín es apagar en el suelo la colilla de un cigarro y dejarla allí, reventada contra el asfalto. Está prohibido y castigado con multa, cosa que no sucede con los esputos, algo que sí está muy mal visto en todo occidente. Para cualquier titular de un pasaporte español es difícil acostumbrarse a ver escupir con toda naturalidad, en un gesto del todo saludable para los chinos. Recomendable es, si uno sienta invitados de la nación más poblada del mundo a su mesa, no cocinar la carne 'al punto'. Se les hará intragable, acostumbrados a comer su pollo, su pato y su cerdo muy pasados y acompañados con multitud de salsas especiadas, con predominante del picante. Tampoco son amantes de las recetas con derivados de la leche. Estas serán dos cuestiones a tener en cuenta por los cocineros si quieren encandilar por el estómago a los turistas chinos.
A diferencia de lo que sucede con los visitantes asiáticos en calles de ciudades como Madrid, donde deben llevar el bolso literalmente 'grapado' al brazo, Pekín está catalogada como una plaza segura para los turistas. Si desaparece una cartera será por el fino 'arte' de algún descuidero, difícilmente mediará intimidación. Parece complicado también sobrevivir a un tráfico de vehículos y bicicletas en avenidas de más de diez carriles y con la bocina, en lugar del intermitente, como código de comunicación. Pues los chinos lo hacen fácil.