Carta de un amigo a otro relatándole su viaje por mar.
Carta de un amigo a otro refiriéndole sus lances de un viaje por mar.
Carta de un amigo a otro relatándole su viaje por mar.
Sr. D. Justo Vigueriz.
Sevilla.
Cádiz 17 de diciembre de 185..
Mi buen amigo:
Acabo de llegar a ésta con el vapor Trajano, y conforme te lo prometí ami partida voy a acerte un pequeño resumen de los lances algo chistosos que ha ofrecido mi viajecito por mar. Recordarán muy bien que iba en mi compañía el capitán Ruibarbo, terror y espanto del bello sexo y uno de los más fieros parlanchines de nuestra sociedad. Este ¡ntrépido hijo de Marte entró a bordo con paso firme y mesurado, dirigió una escrutadora mirada a toda la reunión que por cierto era bastante numerosa, y después de un detenido exámen hizo oír su gutural acento, a una morena de diez y siete abriles que iba en busca de su tía que vive en ésta. Acompañaba a la doncella un hermano jovencito que no opuso la menor resistencia a que su hermana recibiese los obsequios del capitán. Poco a poco terminaron las maniobras del buque, y en cuanto dio la hora señalada, la campana de bordo avisó la partida. En aquel momento todo era confusión y contento; unos iban, otros venían, quien ponderaba las ventajas de un viaje por mar, quien la majestad del Océano, y en los semblantes de todos reinaba la franqueza, la satisfacción y la alegría. Dentro de un instante el buque se puso en movimiento; los mas débiles y en este número debemos contar el bello sexo, empezaron a tomar asiento en los bancos que habia sobre cubierta, siguiéndoles en esta maniobra un corto número de caballeros; mas el buque iba adelantando y a medida que el barrio de Triana y la Torre de Oro iban disminuyendo, otro tanto se observaba con el barullo que reinaba sobre cubierta algunos momentos antes.
Mi buen Ruibarbo que hasta entonces habia permanecido en pie haciendo sonar sus espuelas, parecía que le flaqueaban las piernas y vi que dando algunos traspieses fue a sentarse en una banqueta que había desocupada al lado de su Dulcinea. Tendí entonces una mirada a mi alrededor y vi con asombro que fuera de dos marinos que estaban fumando sobre el puente de la cocina, todo el mundo estaba tendido o sentado. Acabábamos de doblar el cabo del rio. El silencio más profundo reinaba abordo; pronto fue interrumpido por unos ayes lastimeros que se oyeron en la extremidad de popa y como si aquellos suspiros hubiesen sido la voz de alarma, un coro general remedando el sonido que produce el arrullo de un palomo, se dejó oír con un crescendo cada vez mayor.
Si bien no tenía entera confianza en mis propias fuerzas, me atreví a recorrer aquel cuadro de desolación. ¡Ay amigo mío, qué cambio tan imprevisto como repentino vieron mis ojos! Aquellos colores tan animados de las señoras, aquella verbosidad en los caballeros, aquel movimiento, aquella vida en fin habían desaparecido para dar lugar a la palidez de la muerte; ansias mortales, movimientos convulsivos agitaban a cuasi todos los concurrentes; el puente del Trajano se había trocado en un hospital.
Ocurrióseme entonces averiguar el estado de mi compañero de viaje y saber qué había sido del bravo capitán. Largo tiempo anduve buscándole por entre aquellos grupos de hombres y mujeres al parecer moribundos, hasta que lo encontré tendido, jadeante y postradísimo junto a su bella. Esta no menos desconsolada que su compañero, sufría angustias mortales. A uno y a otro conduje al camarote de popa en donde pasaron el resto del viaje, el capitán sin chistar ni una palabra, y a la joven sin vérsele un momento sus hermosos ojos. Tan cierto es que el hombre fuera de la escena o destino en que su condición le ha puesto aparece siempre pequeño y sin interés, cuando no ridículo y desconceptuado. Así sucediócon nuestro matasiete el capitán; fué una persona enteramente nula a bordo.
Mas veo que mi carta va tomando unas formas más que regulares; permíteme que le de fin en este lugar y encargándote saludes a los amigos y reservándome para otra ocasión lo que crea digno de serte comunicado, recibe un abrazo de tu amigo y S.S.:
Isidro L.