C. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio. VI.

La civilización del comportamiento. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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2.2.1. La incorporación de la historia al estudio del cambio social.

En el estudio eliasiano sobre el cambio social la historia juega un papel fundamental. Inevitablemente, una sociología de cariz procesual ha de atender a los distintos desarrollos históricos, y el sociólogo que la practique, servirse de la historia para ilustrar, ejemplificar o dar contenido a las teorías con las que trabaja. En la sociología de Elias, la historia ocupa posiciones de privilegio. Tal es así, que este autor es considerado uno de los pioneros de la denominada sociología histórica (Abrams, 1982:145-146; Lasch, 1985: 708; Smith, 1991: 46-53; Ramos, 1994: 27; Rodríguez Piña, 2000:27).

La controversia acerca de la sociología histórica no es poca. Trataré de aclararla en la segunda parte de este epígrafe en relación con la obra de Elias y en concreto, con El proceso de la civilización. Antes de eso, es necesario apuntar las que, a juicio de Elias, han sido las deficiencias básicas de la sociología y la historia; deficiencias que han entorpecido un diálogo fructífero entre ambas disciplinas.

¿Cúales son las deficiencias básicas que Elias observa en la historia como disciplina?. Éstas pueden resumirse en los siguientes puntos (Nota: La posición eliasiana al respecto queda consignada en la introducción a La sociedad cortesana. Cfr. Elias (1982:12-20)):

  a) La historia recopila sin un objetivo general datos concretos del pasado; datos aislados, sin relación entre sí, anecdóticos y episódicos.

  b)  Las historia alberga una intención meramente descriptiva. No explica y por tanto, entiende que la exposición de los hechos es suficiente para comprender un periodo o un acontecimiento histórico.

  c)  La historia atiende prioritariamente al acontecimiento, a lo destacado, a lo sobresaliente. Es por ello un conocimiento singularizado. No entiende, pues, de relaciones entre hechos históricos, causalidades o consecuencias en tanto se concentra estrictamente en lo singular.

  d)  La historia considera imprescindible para su quehacer la asignación a los hechos históricos de una posición dentro unas coordenadas espacio-temporales.

  e)  La historia entiende que su cientificidad descansa en la utilización exclusiva para el desarrollo de sus investigaciones de fuentes primarias originales.

Las deficiencias básicas que Elias observa en la sociología han sido expuestas anteriormente al tratar específicamente las cuestiones del cambio social y la superación de la dicotomía individuo/sociedad. De cualquier modo no está de más ofrecer una síntesis de las mismas relacionadas con el tema que ahora me ocupa, esto es, el diálogo entre la sociología y la historia. Con arreglo a esto, ¿cuáles son las deficiencias básicas que Elias observa en la sociología como disciplina? De nuevo, éstas pueden ser resumidas en los siguientes puntos:

a)  La sociología pretende elaborar leyes acerca del devenir social a partir de datos aislados del pasado. Teniendo en cuenta esos datos aislados formula leyes sobre el funcionamiento de la sociedad que para la historia no son más que generalizaciones vagas y de base empírica muy discutible.

b)  La sociología se sirve de un utillaje analítico y conceptual apto para el estudio de las sociedades industrializadas contemporáneas pero ineficaz en el estudio de las sociedades pasadas.

c)  La sociología genera un conocimiento de corte presentista: se centra en el marco definido por las sociedades industrializadas occidentales contemporáneas.

d)  La sociología emplea casi exclusivamente para sus elaboraciones fuentes de naturaleza secundaria.

En general, Elias se muestra en desacuerdo por el alejamiento y la inmovilidad recíprocas  de  las  dos  disciplinas y entiende que acaso una colaboración interdisciplinaria arrojaría conclusiones útiles para la comprensión, en última instancia, de mucho de lo relacionado con el ser humano.

Pero la crítica que Elias dirige a la historia toma, en algún momento, la parte por el todo. Sus observaciones destapan a la perfección los vicios de la historiografía del siglo XIX, centrada en el episodio ejemplar, el acontecimiento destacado y las figuras sobresalientes. Mas la historiografía del siglo XX se aleja de la historiografía decimonónica en intenciones, métodos y temas; incluso la contraviene. Por eso, la crítica eliasiana acaba resultando hueca e inconsistente. El error de Elias es pensar que toda la historiografía es la historiografía tradicional del siglo XIX.

El desarrollo e institucionalización de la historia como disciplina tiene lugar, ante todo, durante la segunda mitad del siglo XIX. Dicho desarrollo e institucionalización observa dos pilares básicos: Primero, para que la historia sea científica -pretensión a la que no se puede renunciar en un siglo XIX anegado de positivismo- debe contar con una amplia base documental que certifique su objetividad. Una historia "estrictamente científica" sería la que ordenase de un modo sistemático los datos que proporcionan las fuentes documentales. Segundo, los temas objeto de estudio son los "grandes acontecimientos": batallas, tratados y reinados, por ejemplo. Para el estudio de estos temas la metodología que ha de emplearse debe pasar por un examen exhaustivo de fuentes documentales tradicionales como archivos, actas, registros o legajos.
Es a finales de los años veinte del siglo pasado cuando frente a la importancia de lo descriptivo, la acumulación erudita de datos y la narración de hechos únicos comienza a contraponerse una historia que presta atención a los sujetos colectivos y a las estructuras económicas, sociales y mentales propias de una sociedad. A mi entender, la historia de las mentalidades constituye el mejor ejemplo de este nuevo tipo de historiografía que Elias no desea tener en cuenta.

Lucien Febvre es quien presenta por primera vez el concepto de mentalidad y lo hace como noción plausible para el análisis histórico (Chartier, 1992:15-19). La mentalidad es para este autor el utillaje mental propio de una civilización; la combinación que tiene lugar entre lo intelectual y lo afectivo. Incluye la lengua, los conceptos, los sentimientos y los símbolos. Emerge a partir de Febvre una historia de las mentalidades que tiene en mira la reconstrucción de la sensibilidad de una época; historia que se desarrolla mayoritariamente a partir de 1960. Para esta historia, el interés no reside en el fundamento social, económico o político de la sociedad: "El nivel de la historia de las mentalidades es el de lo cotidiano y lo automático" (Jacques Le Goff citado en Chartier (1992:23)). La aproximación a lo cotidiano posibilita la comprensión del modo que tienen de conducirse las personas en los distintos tiempos históricos, el modo de enfrentar el mundo y relacionarse con sus semejantes.

La historia de las mentalidades trata de establecer distancia con respecto a la historia de las ideas y con respecto al concepto de ideología. La idea queda de lado de la construcción consciente a cargo de una personalidad individualizada. La ideología, del lado de la representación intelectual conceptual. La mentalidad engloba lo que se siente y lo que se concibe. Mas también posee un alcance colectivo al sistematizar de manera no explícita las representaciones, los juicios y las conductas de las personas en sociedad (Nota: El concepto de mentalidad se solapa con el de costumbre mental propuesto por Panofsky. En lo básico, la noción de mentalidad y la de costumbre mental se refieren al cuadro de esquemas inconscientes e interiorizados que otorgan unidad a una época histórica; esquemas socialmente inculcados. Cfr. Chartier (1992:21-22)). La historia de las mentalidades se encuentra estrechamente ligada a la escuela historiográfica francesa de los Annales (Hunt, 1986). Los fundadores de la misma son Lucien Febvre y Marc Bloch a los que se les unen historiadores como Fernand Braudel, Emmanuel Le Roy Ladurie, Jacques Le Goff, George Chartier, Philippe Aries o Georges Duby. En definitiva, en el momento en que Elias escribe, la historiografía que él critica ha dejado de existir o está dejando de existir para que su lugar sea ocupado por un nuevo tipo de historiografía atenta a la cotidianeidad, a los tiempos largos y a los procesos (Nota: Al respecto de la identificación por parte de Elias de la historiografía en general con la del siglo XIX así como su desacierto en las críticas a la historia señala Ramos (1994:33): "La crítica de Elias está, pues, desfasada; todo lo más, resume lo que los historiadores principales de nuestro siglo se han cansado de repetir en contra de la historiografía del siglo anterior. Es, por lo tanto, injusta al pretender dirigirse contra la historiografía en general (...)").