La Cortesanía.
La cortesanía no es solamente ornamento bellísimo de la vida cvil; es también una de las más excelentes virtudes
La cortesanía no es solamente ornamento bellísimo de la vida cvil; es también una de las más excelentes virtudes, que los teólogos nos representan con el nombre de modestia, a la cual pertenece reglar el exterior del hombre según las leyes de la buena razón. Por esto, si esta virtud se considera absolutamente necesaria, a los que quieren vivir con crédito de civiles en el mundo, no se debe tener por menos importante, a los que pretenden adelantarse en la virtud, y dar al prójimo el buen ejemplo que deben.
Los artículos contenidos de este autor darán a unos, y otros los medios mas fáciles para hacer en breve tiempo un excelente progreso en esta amable virtud; porque son reglas fundadas en razón, y autorizadas por el ejemplo de personas, que hacen particular profesión de civilidad, y buena crianza; de forma, que no se puede faltar a ellas sin vulnerar a la cortesanía, e incurrir en la obscura nota de pasar por incivil y grosero.
Los que hasta ahora han escrito sobre este asunto, habiéndose propuesto como fin principal, el instruir a la juventud, han dado diferentes instrucciones, que solo sirven para la débil condición de esta edad pueril, de que se ha seguido, que no pocos de mayor edad no han hecho caso de leer sus libros; este defecto se ha procurado evitar en estos artículos, donde toda condicion de personas hallará lo que corresponde a su estado, y aún muchas cosas dignas de observación, que no se hallan en otra parte; y si a veces se baja a cosas que parecen ligeras, y menudísimas, no se debe tener por ocioso, pues ha mostrado la experiencia, que no solo los mozos, mas aún muchísimos de todas edades faltan con harta frecuencia a su cumplimiento, ya sea por ignorancia, ya por descuido y negligencia, en que es tanto más notable el defecto, cuanto son las cosas más fáciles y comunes.
Por ultimo, el que quisiere utilizarse de esta instrucción no se contente de leerla una vez de caso; léala frecuentemente, sin perderla de vista, y procure ponerla en práctica, conformando a las reglas su estar, su andar, su conversación, y todas las demás acciones exteriores, hasta conseguir, por un largo ejercicio, el hábito de una perfecta cortesanía; pero advierta que para ejercer sus actos según el espíritu verdadero cristiano, conviene que se proponga por modelo a nuestro Señor Jesucristo, en la práctica de la modestia, circunspección, humildad, mansedumbre y otras virtudes, que juntas componían en su Divina Majestad esta admirable gracia, y transfundiéndose en su aspecto, arrebataba por ella tras de si los corazones de los hombres y de los ángeles.