Manera sobre cómo se debe invitar, pedir, dar, recibir o tomar estando en la mesa
Cuando se sirve de comer a ciertas personas, hay que cuidase de invitarlas y animarlas de cuando en cuando a comer, y hacerlo con rostro y aire alegres
Las invitaciones a comer y las reglas de urbanidad
Aquella urbanidad
No es conveniente que cada uno se meta a instar a los demás a comer, estando en la mesa; le toca al dueño o a la señora de la casa hacerlo, los otros no deben tomarse esta libertad. Puede hacerse de dos modos:
1º Por palabras, con toda naturalidad.
2º Presentando alimentos que se sabe son o pueden ser del gusto de las personas a las que se sirve.
Cuando se sirve de comer a ciertas personas, hay que cuidase de invitarlas y animarlas de cuando en cuando a comer, y hacerlo con rostro y aire alegres, que persuadan a los invitados de que se les atiende muy a gusto; no se debe con todo, hacerlo demasiadas veces, ni con demasiada insistencia, lo que sería inoportuno y molesto a los otros.
También se puede invitar a beber, con tal que sea sincera y moderadamente, y sin forzar. Hay que guardarse mucho, dice el Sabio, de incitar a los aficionados a la bebida, porque el vino ha perdido a muchos; es vergonzoso y bochornoso a un mismo tiempo, ver a una persona que se haya dejado arrastrar por la intemperancia y el exceso del vino.
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Parece que sería mejor y más conforme a las buenas maneras cristianas, el no invitar a nadie a comer más que sirviéndole los manjares en su plato, y no incitar a nadie a beber, procurando solamente que se sirva de cuando en cuando a los que están en la mesa, caso de que se abstengan de pedir.
Es señal de glotonería pedir en la mesa lo que más agrada; y es descortesía grosera pedir el trozo mejor.
Si el que sirve las viandas pide qué se desea, ordinariamente se responderá: lo que le parezca, sin pedir nunca nada en particular. Se puede, con todo, pedir un alimento con preferencia a otros, con tal de que no sea exquisito o extraordinario, ni se trate de una golosina; con todo es mucho mejor no pedir absolutamente nada, ya sirviéndose uno mismo, ya esperando que nos sirvan.
Cuando otro presenta comida y ya no se quiere tomar más, hay que agradecerle sencillamente dándole a entender que no se tiene ya necesidad de nada más.
Así como es descortés pedir algo en la mesa, es educado recibir todo lo que se presente, aunque se tuviera repugnancia en comerlo: tampoco hay que mostrar nunca que cuesta mucho comer alguna cosa que esté sobre la mesa, y es contrario a la buena crianza decirlo. Esta clase de repugnancias, no siendo a menudo sino imaginarias, pueden corregirse fácilmente, si quiere uno esforzarse un poco, sobre todo cuando se es joven; y un modo, sin duda bastante fácil, de hacerlo sería pasar hambre unos días; ya que el hambre lo hace encontrar todo bueno, y a menudo cosas que una persona no puede resolverse a comer cuando no tiene hambre, las encuentra deliciosas cuando la tiene.
Hay que procurar asimismo no rebuscar tanto las propias apetencias; es más, tanto como sea posible, hay que acostumbrarse a comer de todo y para esto hacerse servir alimentos a los que se tenga repugnancia, sobre todo después de haber pasado algún tiempo sin comer. A menos de tomar esta clase de precauciones, se pone uno, cuando está en la mesa, en estado de ser bien molesto a los otros, sobre todo a los que dan de comer.
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Si la repugnancia por las cosas servidas es tan grande que no se pueda vencer, no debe rehusarse por esto lo que se presenta; pero después de haberlo recibido con sencillez, sin aparentar nada, hay que dejarlo en el plato, y cuando los demás no presten atención, hacer retirar lo que no se habrá podido comer.
Si lo que se sirve en la mesa es algo líquido o grasiento, no hay que recibirlo en la mano; pero es decoroso presentar el plato con la mano izquierda, teniendo el cuchillo o el tenedor en la derecha para apoyar lo servido en caso de necesidad: hay que recibir entonces con agradecimiento lo presentado acercando el plato a la boca como para besarlo, haciendo al mismo tiempo una pequeña inclinación.
Cuando alguien distribuye carne cortada, es descortés tender el plato con precipitación, para ser servido de los primeros; es señal y efecto de gran glotonería; hay que esperar que el que sirve ofrezca, y entonces tender el plato para recibir lo presentado. Si, con todo, el que sirve pasa el turno de alguien que está por encima de nosotros, es bueno excusarnos de tomar lo que se ofrece; pero si uno es apremiado a tomarlo, deberá presentarlo inmediatamente por sí mismo a la persona que ha sido pasada, o a la persona más importante a no ser que fuera ella misma la que presentó.
Si la persona que presenta es superior, o más calificada, hay que descubrirse sólo la primera vez que presenta algo, y no hacerlo ya más.
El pan, la fruta, las grageas, los huevos frescos y las ostras en su concha pueden recibirse en la mano; y no se deben tomar entonces estas cosas más que besando la mano, y tenderla para comodidad de la persona que las presenta.