Un protocolo obsoleto
"Como me trate de tú yo le tuteo también", se dice que comentó Santiago Carrillo cuando iba a ser recibido por el rey, en los momentos críticos de la Transición
Un protocolo algo obsoleto
Santiago Carrillo es recibido por el rey Juan Carlos I
"Como me trate de tú yo le tuteo también", se dice que comentó Santiago Carrillo cuando iba a ser recibido por el rey, en los momentos críticos de la Transición.
No sé cual sería en definitiva el tratamiento empleado en la entrevista, aunque recuerdo que por aquel entonces se dijo que el rey, que había sido informado oportunamente de las intenciones del líder comunista, recibió a éste con un "don Santiago" y un "usted" respetuoso que lubricó e hizo fácil la conversación entre los dos. El astuto Carrillo había encontrado un interlocutor más astuto que él. Ignoro si el suceso que se cuenta es auténtico o es pura invención; en todo caso, "se non è vero, è ben trovato".
Hay que decirlo claramente: ese tuteo cortesano está fuera de lugar y del tiempo, está obsoleto. Hoy no hay vasallaje; se ha pasado de la condición de súbdito a la de ciudadano. Es una mala costumbre de la familia real (reyes, príncipes e infantas) el tutear a todo el mundo, cuando es así que no hay reciprocidad, ya que el protocolo exige que a los reyes se les dé el tratamiento de "majestad" o "señor" y a sus hijos el de "alteza".
El ceremonial palatino así lo establece. Menos mal que la simpatía personal de don Juan Carlos rompe la posible aspereza de esta disparidad en la cortesía y, por otra parte, el rey sabe muy bien cuando debe renunciar al cercano "tú" por el distante "usted", un usted que puede ser o muy cariñoso por el respeto que le merece la persona con la que dialoga o muy distante por la radical diferencia de pensamiento que hay entre los interlocutores. El tacto y la prudencia aconsejará en cada caso hasta dónde puede llegar el cordial abrazo y hasta dónde el cortés apretón de manos, el cual, a su vez, puede ser de alta intensidad o de expresiva flojera.
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Algo análogo debemos decir respecto de la reverencia cortesana, una genuflexión que nunca debe ser exagerada ni aparatosa. Hoy, en pleno siglo XXI, choca que una mujer (nos referimos al mundo occidental, el inspirado por la civilización judeo-greco-romano-cristiana) doble la rodilla ante un hombre u otra mujer, por muy reyes que sean. El espíritu de los tiempos es otro y la igualdad de hombres y mujeres está enraizada en la conciencia social. Hoy, cualquier discriminación por razón de sexo resultaría ridículo, aunque también resulta extravagante ese machismo con faldas que se pretende imponer.
En esta línea de principio, consideramos que en la formación de la infanta Elena (sucesora de la Corona después de su hermano el príncipe de Asturias) debieran introducirse las modificaciones necesarias para adaptar el protocolo a los nuevos tiempos que corren; el actual, como digo antes, está obsoleto; ni tuteos que chirrían ni reverencias ridículas. La calidez de la familia real con la gente no pierde ni un quilate al hacerse más cordial y respetuosa, más cercana y más dentro de las costumbres que rigen la sociedad de nuestros días. La honorabilidad no está reñida con la afectuosidad, y ésta, a su vez, debe hermanarse con el mutuo respeto.
En conclusión: estos arcaísmos deben desaparecer del protocolo de la Jefatura del Estado. Son reminiscencias -arrugas- que afean el rostro de la institución monárquica y no favorecen en nada su innegable sintonía con la modernidad y la democracia.