De no hacer negocio del no negocio a ... Hacer, y hacer parecer.
Muchas cosas que eran algo, dejándolas, fueron nada; y otras que eran nada, por haber hecho caso de ellas, fueron mucho.
121. No hacer negocio del no negocio. Así como algunos todo lo hacen cuento, así otros todo negocio: siempre hablan de importancia, todo lo toman de veras, reduciéndolo a pendencia y a misterio. Pocas cosas de enfado se han de tomar de propósito, que sería empeñarse sin él. Es trocar los puntos tomar a pechos lo que se ha de echar a las espaldas. Muchas cosas que eran algo, dejándolas, fueron nada; y otras que eran nada, por haber hecho caso de ellas, fueron mucho. Al principio es fácil dar fin a todo, que después no. Muchas veces hace la enfermedad el mismo remedio, ni es la peor regla del vivir el dejar estar.
122. Señorío en el decir y en el hacer. Hácese mucho lugar en todas partes, y gana de antemano el respeto. En todo influye, en el conversar, en el orar, hasta en el caminar; y aun el mirar en el querer. Es gran victoria coger los corazones. No nace de una necia intrepidez, ni del enfadoso entretenimiento, sí en una decente autoridad nacida del genio superior y ayudada de los méritos.
123. Hombre desafectado. A más prendas, menos afectación, que suele ser vulgar desdoro de todas. Es tan enfadosa a los demás cuan penosa al que la sustenta, porque vive mártir del cuidado, y se atormenta con la puntualidad. Pierden su mérito las mismas eminencias con ella, porque se juzgan nacidas antes de la artificiosa violencia que de la libre naturaleza, y todo lo natural fue siempre más grato que lo artificial. Los afectados son tenidos por extranjeros en lo que afectan; cuanto mejor se hace una cosa se ha de desmentir la industria, porque se vea que se cae de su natural la perfección. Ni por huir la afectación se ha de dar en ella afectando el no afectar. Nunca el discreto se ha de dar por entendido de sus méritos, que el mismo descuido despierta en los otros la atención. Dos veces es eminente el que encierra todas las perfecciones en sí, y ninguna en su estimación; y por encontrada senda llega al término de la plausibilidad.
124. Llegar a ser deseado. Pocos llegaron a tanta gracia de las gentes, y si de los cuerdos, felicidad. Es ordinaria la tibieza con los que acaban. Hay modos para merecer este premio de afición: la eminencia en el empleo y en las prendas es segura; el agrado, eficaz. Hácese dependencia de la eminencia, de modo que se note que el cargo le hubo menester a él, y no él al cargo; honran unos los puestos, a otros honran. No es ventaja que le haga bueno el que sucedió malo, porque eso no es ser deseado absolutamente, sino ser el otro aborrecido.
125. No ser libro verde. Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena. Querrían algunos con las manchas de los otros disimular, si no lavar, las suyas; o se consuelan, que es el consuelo de los necios. Huéleles mal la boca a estos, que son los albañares de las inmundicias civiles. En estas materias, el que más escarba, más se enloda. Pocos se escapan de algún achaque original, o al derecho, o al través. No son conocidas las faltas en los poco conocidos. Huya el atento de ser registro de infamias, que es ser un aborrecido padrón y, aunque vivo, desalmado.
126. No es necio el que hace la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir. Hanse de sellar los afectos, (cuánto más los defectos! Todos los hombres yerran, pero con esta diferencia, que los sagaces desmienten las hechas, y los necios mienten las por hacer. Consiste el crédito en el recato, más que en el hecho, que si no es uno casto, sea cauto. Los descuidos de los grandes hombres se observan más, como eclipses de las lumbreras mayores. Sea excepción de la amistad el no confiarla los defectos; ni aun, si ser pudiese, a su misma identidad. Pero puédese valer aquí de aquella otra regla del vivir, que es saber olvidar.
127. El despejo en todo. Es vida de las prendas, aliento del decir, alma del hacer, realce de los mismos realces. Las demás perfecciones son ornato de la naturaleza, pero el despejo lo es de las mismas perfecciones: hasta en el discurrir se celebra. Tiene de privilegio lo más, debe al estudio lo menos, que aun a la disciplina es superior; pasa de facilidad, y adelántase a bizarría; supone desembarazo, y añade perfección. Sin él toda belleza es muerta, y toda gracia, desgracia. Es trascendental al valor, a la discreción, a la prudencia, a la misma majestad. Es político atajo en el despacho, y un culto salir de todo empeño.
128. Alteza de ánimo. Es de los principales requisitos para héroe, porque inflama a todo género de grandeza. Realza el gusto, engrandece el corazón, remonta el pensamiento, ennoblece la condición y dispone la majestad. Dondequiera que se halla, se descuella, y aun tal vez, desmentida de la envidia de la suerte, revienta por campear. Ensánchase en la voluntad, ya que en la posibilidad se violente. Reconócela por fuente la magnanimidad, la generosidad y toda heroica prenda.
129. Nunca quejarse. La queja siempre trae descrédito. Más sirve de ejemplar de atrevimiento a la pasión que de consuelo a la compasión. Abre el paso a quien la oye para lo mismo, y es la noticia del agravio del primero disculpa del segundo. Dan pie algunos con sus quejas de las ofensiones pasadas a las venideras, y pretendiendo remedio o consuelo, solicitan la complacencia, y aun el desprecio. Mejor política es celebrar obligaciones de unos para que sean empeños de otros, y el repetir favores de los ausentes es solicitar los de los presentes, es vender crédito de unos a otros. Y el varón atento nunca publique ni desaires ni defectos, sí estimaciones, que sirven para tener amigos y de contener enemigos.
130. Hacer, y hacer parecer. Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Valer y saberlo mostrar es valer dos veces. Lo que no se ve es como si no fuese. No tiene su veneración la razón misma donde no tiene cara de tal. Son muchos más los engañados que los advertidos: prevalece el engaño y júzganse las cosas por fuera. Hay cosas que son muy otras de lo que parecen. La buena exterioridad es la mejor recomendación de la perfección interior.