De no ser desigual y de proceder anómalo a ... Atención al informarse.
El varón cuerdo siempre fue el mismo en todo lo perfecto, que es crédito de entendido.
71. No ser desigual, de proceder anómalo: ni por natural, ni por afectación. El varón cuerdo siempre fue el mismo en todo lo perfecto, que es crédito de entendido. Dependa en su mudanza de la de las causas y méritos. En materia de cordura, la variedad es fea. Hay algunos que cada día son otros de sí; hasta el entendimiento tienen desigual, cuánto más la voluntad, y aun la ventura. El que ayer fue el blanco de su sí, hoy es el negro de su no, desmintiendo siempre su propio crédito y deslumbrando el ajeno concepto.
72. Hombre de resolución. Menos dañosa es la mala ejecución que la irresolución. No se gastan tanto las materias cuando corren como si estancan. Hay hombres indeterminables, que necesitan de ajena premoción en todo; y a veces no nace tanto de la perplejidad del juicio, pues lo tienen perspicaz, cuanto de la ineficacia. Ingenioso suele ser el dificultar, pero más lo es el hallar salida a los inconvenientes. Hay otros que en nada se embarazan, de juicio grande y determinado; nacieron para sublimes empleos, porque su despejada comprehensión facilita el acierto y el despacho: todo se lo hallan hecho, que después de aver dado razón a un mundo, le quedó tiempo a uno de estos para otro; y cuando están afianzados de su dicha, se empeñan con más seguridad.
73. Saber usar del desliz. Es el desempeño de los cuerdos. Con la galantería de un donaire suelen salir del más intrincado laberinto. Hurtásele el cuerpo airosamente con un sonriso a la más dificultosa contienda. En esto fundaba el mayor de los grandes capitanes su valor. Cortés treta del negar, mudar el verbo; ni hay mayor atención que no darse por entendido.
74. No ser intratable. En lo más poblado están las fieras verdaderas. Es la inaccesibilidad vicio de desconocidos de sí, que mudan los humores con los honores. No es medio a propósito para la estimación comenzar enfadando. )Qué es de ver uno de estos monstruos intratables, siempre a punto de su fiereza impertinente? Entran a hablarles los dependientes por su desdicha, como a lidiar con tigres, tan armados de tiento cuanto de recelo. Para subir al puesto agradaron a todos, y en estando en él se quieren desquitar con enfadar a todos. Aviendo de ser de muchos por el empleo, son de ninguno por su aspereza o entono. Cortesano castigo para estos: dejarlos estar, hurtándoles la cordura con el trato.
75. Elegir idea heroica. Más para la emulación que para la imitación. Hay ejemplares de grandeza, textos animados de la reputación. Propóngase cada uno en su empleo los primeros, no tanto para seguir, cuanto para adelantarse. Lloró Alexandro no a Aquiles sepultado, sino a sí mismo, aun no bien nacido al lucimiento. No hay cosa que así solicite ambiciones en el ánimo como el clarín de la fama ajena: el mismo que atierra la envidia alienta la generosidad.
76. No estar siempre de burlas. Conócese la prudencia en lo serio, que está más acreditado que lo ingenioso. El que siempre está de burlas nunca es hombre de veras. Igualámoslos a estos con los mentirosos en no darles crédito: a los unos por recelo de mentira, a los otros de su fisga. Nunca se sabe cuándo hablan en juicio, que es tanto como no tenerle. No hay mayor desaire que el contino donaire. Ganan otros fama de decidores y pierden el crédito de cuerdos. Su rato ha de tener lo jovial; todos los demás, lo serio.
77. Saber hacerse a todos. Discreto Proteo: con el docto, docto, y con el santo, santo. Gran arte de ganar a todos, porque la semejanza concilia benevolencia. Observar los genios y templarse al de cada uno; al serio y al jovial, seguirles el corriente, haciendo política transformación: urgente a los que dependen. Requiere esta gran sutileza del vivir un gran caudal; menos dificultosa al varón universal de ingenio en noticias y de genio en gustos.
78. Arte en el intentar. La necedad siempre entra de rondón, que todos los necios son audaces. Su misma simplicidad, que les impide primero la advertencia para los reparos, les quita después el sentimiento para los desaires. Pero la cordura entra con grande tiento. Son sus batidores la advertencia y el recato, ellos van descubriendo para proceder sin peligro. Todo arrojamiento está condenado por la discreción a despeño, aunque tal vez lo absuelva la ventura. Conviene ir detenido donde se teme mucho fondo: vaya intentando la sagacidad y ganando tierra la prudencia. Hay grandes bajíos hoy en el trato humano: conviene ir siempre calando sonda.
79. Genio genial. Si con templanza, prenda es, que no defecto. Un grano de donosidad todo lo sazona. Los mayores hombres juegan también la pieza del donaire, que concilia la gracia universal; pero guardando siempre los aires a la cordura, y haciendo la salva al decoro. Hacen otros de una gracia atajo al desempeño, que hay cosas que se han de tomar de burlas, y a veces las que el otro toma más de veras. Indica apacibilidad, garabato de corazones.
80. Atención al informarse. Vívese lo más de información. Es lo menos lo que vemos; vivimos de fe ajena. Es el oído la puerta segunda de la verdad y principal de la mentira. La verdad ordinariamente se ve, extravagantemente se oye; raras veces llega en su elemento puro, y menos cuando viene de lejos; siempre trae algo de mixta, de los afectos por donde pasa; tiñe de sus colores la pasión cuanto toca, ya odiosa, ya favorable. Tira siempre a impresionar: gran cuenta con quien alaba, mayor con quien vitupera. Es menester toda la atención en este punto para descubrir la intención en el que tercia, conociendo de antemano de qué pie se movió. Sea la refleja contraste de lo falto y de lo falso.