Urbanidad de las cosas que se deben hacer antes de comer. II.

Cuando entre los presentes hay algún eclesiástico, a él le corresponde dar la bendición antes de la comida.

Reglas de cortesía y urbanidad cristiana para uso de las escuela cristianas.

 

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Después que todos se hayan lavado las manos, deben colocarse en torno de la mesa y permanecer de pie y descubiertos, con mucha modestia, hasta que se hayan bendecido los alimentos.

Para los cristianos es indecoroso sentarse a la mesa para tomar las comidas antes de que los alimentos hayan sido bendecidos por alguno de los presentes.

Jesucristo, que debe ser nuestro modelo en todo, acostumbraba en sus comidas a bendecir lo que se había preparado como alimento para él y para los que le acompañaban, según se refiere en el Santo Evangelio. Proceder de otro modo es actuar como los animales.

Cuando entre los presentes hay algún eclesiástico, a él le corresponde dar la bendición antes de la comida. Sería ofensivo para su carácter si un seglar, de cualquier rango que fuese, se permitiera bendecir los alimentos en su presencia.

También sería contravenir los cánones antiguos, que prohíben, incluso al diácono, y con mayor razón al seglar, bendecir en presencia de un sacerdote.

Si entre los comensales no hay ningún eclesiástico, corresponde al cabeza de familia o al dueño de la casa, o a la persona que ostente algún rango superior a los demás, dar la bendición. Con todo, sería muy descortés que una mujer lo hiciera en presencia de uno o varios hombres.

Cuando está presente algún niño, sucede a menudo que se le encargue de cumplir esta función. Otras veces, incluso, cuando nadie quiere bendecir los alimentos en voz alta, cada uno de los comensales lo hace en particular, en voz baja. Con todo, esto no debería ocurrir nunca.

Cuando se ha terminado la bendición, la cortesía pide que se observe lo que manda Nuestro Señor en el Evangelio, que es colocarse en el último lugar, al final de la mesa, o esperar a que nos asignen un lugar.

Es totalmente contrario a la urbanidad que personas que no son distinguidas por su rango se coloquen las primeras o que ocupen los primeros lugares.

En cuanto a los niños, no deben sentarse hasta que todos los demás hayan sido colocados.

Al sentarse hay que tener la cabeza descubierta, y no cubrirse hasta que todos se hayan sentado y las personas más importantes se hayan cubierto.

Cuando se está sentado a la mesa, la cortesía exige mantenerse derecho en la silla, tener cuidado de no echarse sobre la mesa y de no apoyarse en ella de manera poco educada.

No es cortés alejarse tanto de la mesa que no se llegue a ella, o acercarse tanto que se la toque.

Sobre todo, nunca hay que poner los codos sobre la mesa, sino que hay que estar de tal modo que sólo se pongan sobre ella las muñecas.

Uno de los cuidados principales que se deben tener cuando se está a la mesa es no molestar a nadie, sea con los brazos o con los pies. Para ello no se deben estirar ni alargar los brazos ni las piernas, ni empujar con el codo a los que están junto a uno.

Y si ocurre que se esté muy apretado, es conveniente retirarse un poco hacia atrás, para estar algo más ancho. Para acomodar a los demás hay que llegar, incluso, a estrecharse y molestarse uno mismo.