Lección sobre las amistades.

Repara que hay una gran diferencia entre compañero y amigo; porque el primero regularmente es involuntario y accidental, cuando el último es voluntario y decidido.

Lecciones de Mundo y de Crianza. Cartas de Milord Chesterfield. 1816.

 

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La amistad.

Los jóvenes suelen tener entre sí una franqueza tan indiscreta, que les hace caer en mil lazos y ser la burla del suspicaz o falso amigo; creen que todo el que se les arrima y les llama amigo lo es verdaderamente, y le pagan esta declaración de amistad con una imprudente e ilimitada confianza que siempre les origina alguna pérdida, y varias veces una total ruina. Guárdate de estos amigos de boca, recibiéndolos con gran política, pero no con buena fe; y pagándoles con cumplimientos, pero no con confianzas; pues no creas que los amigos pueden serlo desde la primera vista, ni tampoco en corto tiempo de trato, porque la buena amistad tarda mucho en prender, y nunca crece sino está injerta en tronco de conocido mérito y de propiedades semejantes.

Hay otra amistad de nombre entre los jóvenes que se inflama en un instante, y por fortuna dura poco; pues como nace de pronto y accidentalmente en ambos, dura solo mientras siguen los mismos excesos y desórdenes. ¡Por cierto que es una amistad fina y bien cimentada la que estriba en disoluciones o tal vez en infamias; mejor debiera llamarse conjuración contra las buenas costumbres, y castigarse como tal por la justicia! No obstante tienen la cura y la vileza de llamar amistad a esta confederación, y por ella se prestan dinero unos a otros para los vicios; se empeñan en contiendas ofensivas y defensivas por sus asociados; se cuentan recíprocamente cuanto saben, y a veces mucho más que añaden de su cabeza, pero a lo mejor, en lo más apretado de la amistad, cualquiera casualidad inesperada los separa, y no vuelven a acordarse el uno del otro como no sea para venderse y burlarse de su necia confianza pasada.

Cuando veas que alguno usa de grandes protestas o juramentos para hacerte creer una cosa tan inverosímil, que el mero dicho suyo bastaría, cuenta con que te engaña, y que a él le interesa que tu lo creas, porque de otro modo no se tomaría tanto trabajo.

"Casi siempre las gentes se forman juicio de un sujeto por los amigos que le acompañan"

Repara que hay una gran diferencia entre compañero y amigo; porque el primero regularmente es involuntario y accidental, cuando el último es voluntario y decidido; y son muy raros los compañeros que, no siendo amigos, dejen de ser terribles enemigos. Muchas veces encontrarás a alguno que es muy agradable y complaciente compañero, y luego experimentarás, no solo que no es bueno, sino que es muy peligroso amigo; entonces acuérdate del adagio: "Dime con quién andas" porque casi siempre las gentes forman juicio de un sujeto por los amigos que le acompañan; y así cualquiera supondrá justamente, si ven que tienes amistad con un pícaro o con un tonto, que algo malo tienes que hacer o que tapar.

Al mismo tiempo que vayas cuidadosamente separándote de semejantes amistades, ya que se les de tal nombre, procura no quedar mal con ellos, tratándoles con aspereza, o grosería; porque en tal caso son demasiados contra ti solo; y yo te aconsejo una neutralidad con preferencia a una guerra abierta, o a una alianza con esa gente. No importa que te declares enemigo de sus vicios y necedades, pero no de manera que te crean cabeza de partido, porque su enemistad es lo que más hay que temer después de su amistad; y así procura que tanto en el primer caso como en el segundo, tus confianzas y tus enconos tengan ciertos límites, porque son peligrosas aquéllas, y éstos irreconciliables; y como se ven tantas vicisitudes en las cosas, lo mejor es tener con casi todos una cuidadosa reserva, pero con muy raro a cara descubierta; yo bien veo que es muy difícil hallar este medio, pero también sé que es el único para vivir en el mundo.

Nunca abandones, olvides, ni desprecies las antiguas amistades por otras más nuevas o de más brillo; pues con eso te impondrías tu mismo el nombre de ingrato, que jamás se les borraría ni te perdonarían. Procura no tener enemigos, o los menos que te sean posibles, y gánate cuantos amigos pudieres; no quiero decir amigos íntimos y de confianza, porque de estos apenas podrá un hombre esperar tener media docena en toda su vida, sino amigos en la general y común aceptación de la voz; esto es, personas que hablen bien de ti, y que quieran antes hacerte bien que mal , no oponiéndose a sus propios intereses.