El sombrero y la mantilla. II

Una sociedad libre refleja su libertad en las formas de vida nacional que son las costumbres: en los paseos, bailes, fondas, diligencias, casas, diversiones, modas, etc.

 

Sombrero y mantilla. Muñeca con sombrero foto base Inactive account – ID 3803658 - Pixabay

Identificación de las costumbres con la libertad: su influencia en la forma de vestirse

Las costumbres cambian a medida que se transforma la sociedad en el proceso histórico de un país y expresan la condición moral de esa sociedad.

Por ello, una sociedad libre refleja su libertad en las formas de vida nacional que son las costumbres: en los paseos, bailes, fondas, diligencias, casas, diversiones, modas, etc., etc., en todas las actividades de convivencia.

Creo que Larra hubiera suscrito las palabras de Ortega, cuando en la Rebelión de las masas dice que "la vida pública no es sólo política, sino intelectual, moral, económica, religiosa; e incluye el modo de vestir y el modo de gozar".

¿Cómo se visten, cómo se divierten, según Larra, los españoles de su tiempo? Eso dependerá del "modo de ver y de vivir la verdadera libertad".

En el Duende satírico del día, habla expuesto cómo se divertían los españoles en las castizas corridas de toros, prueba, según él, de "barbarie y ferocidad".

En cambio, los civilizados jardines públicos que se había intentado introducir en Madrid varias veces a imitación de los extranjeros no llegaban a prosperar. Las consecuencias morales que deduce Larra de este hecho es que la sociedad española tradicional se sustenta en una concepción de la vida que es la negación de la libertad y produce ese "oscuro carácter" identificado normalmente con la gravedad castellana que le hace preguntarse: "¿Tan grave y ensimismado es el carácter de este pueblo, que se avergüence de abandonarse al regocijo cara a cara consigo mismo?"

Adiós a las viejas costumbres. Hola costumbres europeas

El remedio consiste en el proceso histórico que haga desaparecer las costumbres de la España antigua y promueva una concepción de la vida comparable a la de los otros países europeos más adelantados: "Solamente el tiempo, las instituciones, el olvido completo de nuestras costumbres antiguas, pueden variar nuestro oscuro carácter".

La sociedad ha de asumir ese proceso de cambio en función de una reivindicación de la libertad, pues, a pesar de la Constitución, "un pueblo no es verdaderamente libre mientras queda libertad no está arraigada en sus costumbres e identificada con ellas".

Esta identificación de las costumbres con la libertad, motivada por sus reflexiones sobre los modos de diversión, se aplica también al modo de vestir, como "modo de ver y vivir la verdadera libertad".

En un artículo de modas no coleccionado, aparecido en la Revista pocas semanas antes que el citado sobre los jardines públicos escribe:

"A los que no ven solamente la corteza de las cosas, excusado es decirles que hasta en los trajes se trasluce el espíritu dominante del siglo: la moda dominante de los gustos y opiniones es la misma en punto a trajes que en punto a política y a literatura: su carácter particular es la libertad".

En otro artículo de modas, de septiembre del mismo año nuestro autor expone con toda claridad su concepción renovadora de las costumbres en general y de los modos de vestir en particular. Me limitaré a leerles a ustedes algunos de los párrafos más significativos de este importante artículo de Larra que confirma las ideas que hemos expuesto.

El cambio de las costumbres que provoca los lamentos nostálgicos y resignados de los escritores casticistas, provoca en Larra una esperanzadora visión de la realidad nacional proyectada hacia el futuro:

"Nuestras costumbres varían diariamente, y no se necesita ser grande observador para echar de ver que tanto en política como en literatura, semejante a un barco que rompe rápidamente las ondas, vamos dejando atrás y perdiendo de vista la España antigua para lanzarnos en la joven España".

Esta proyección hacia el futuro es una proyección de libertad.

Larra insiste en lo que habla expresado en su artículo sobre los jardines públicos acerca de los modos de ver y vivir en libertad, de su arraigo e identificación con las costumbres:

"Felizmente no son las reformas legales las que hacen marchar a un pueblo con más seguridad y rapidez; las reformas que se hacen insensiblemente en las costumbres son las más sólidas, indestructibles, las que preparan el terreno de las otras, y esas son felizmente las que ningún ministro puede impedir".

"Tiemblan los tiranos ante una conspiración ¡Insensatos! Más debieran de temblar a la vista de una diligencia, de un camino de hierro, de una aplicación del vapor, de una fonda nueva y de una elegante capota. Una conspiración se extingue en las gradas de un patíbulo: la moda, empero, la reforma que en los usos y costumbres establecen los adelantos mecánicos de la ciencias y de las artes, ni se arrastran ni se ahorcan".

Con respecto a la reforma de las costumbres españolas, Larra atribuye una gran importancia a las emigraciones políticas, especialmente a la última, a la de los exiliados de la ominosa década, recién llegados de nuevo al país en aquel año de 1834. Después de haber observado los otros países europeos más adelantados, venían a "ejercer sobre su suelo una influencia civilizadora". Según Larra, "donde más se hacen sentir los efectos de la emigración es en los trajes".

El cambio se nota en el Paseo del Prado donde se manifiesta la vida pública del Madrid romántico. El Prado se convierte para los costumbristas en el símbolo de la evolución social.

"El Prado -dice Larra- comienza a presentar el aspecto de un pueblo libre". Y se pregunta:

"¿No hay cierta relación entre la Inquisición y aquella monotonía de la basquiña y la mantilla, traje oscuro, negro, opresor y pobre de nuestras madres?"