Kirchner, un presidente sin protocolo.

Ataviado con una chaqueta cruzada abierta y mocasines, calzado no correspondiente a la etiqueta, según los especialistas, el dirigente peronista tuvo problemas para colocarse la banda presidencial.

 

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Deja el cargo a su esposa un mandatario irreverente y desparpajado.

Néstor Kirchner deja este lunes, 10 de Diciembre, la presidencia de Argentina sin haber abandonado sus viejos mocasines, sus chaquetas cruzadas desabotonadas y el sello de informalidad que le inyectó a su gobierno desde el mismo día en el que lo asumió.

Le sucederá su esposa, Cristina Fernández, "fashion" por donde se le mire y, a juzgar por su comportamiento y su imagen, mucho más apegada que su marido a los rituales protocolarios de la actividad presidencial.

El 25 de mayo de 2003, cuando accedió al poder, quedó registrado como el día en que Kirchner rompió todos los estereotipos del protocolo presidencial, ante la mirada atónita de los expertos en ceremonial.

Ataviado con una chaqueta cruzada abierta y mocasines, calzado no correspondiente a la etiqueta, según los especialistas, el dirigente peronista tuvo problemas para colocarse la banda presidencial cuando la recibió de manos de su antecesor, Eduardo Duhalde, en la sede del Parlamento.

Minutos después jugó graciosamente con el bastón de mando, como si fuera el bastonero de una comparsa, situación que dibujó una sonrisa nerviosa en Cristina Fernández y que más tarde, ante las primeras críticas, atribuyó a una supuesta tradición indígena.

No todo terminó allí. En algunos tramos de la caminata que lo llevó desde el edificio del Parlamento hasta la sede del gobierno, Kirchner atravesó el vallado que lo separaba de la multitud ávida de saludarle y se golpeó la frente con la cámara de un fotógrafo.

Resultado: un corte de dos centímetros con el que acabó en la enfermería, la primera dependencia que Kirchner conoció de la Casa Rosada.

"¿Te rompieron la cabeza?", le preguntó jocosamente el economista Roberto Lavagna, uno de los ministros que se aprestaba a jurar su cargo. "No fue nada", respondió el flamante presidente, con un apósito en la frente.

Tras la asunción de los ministros, un edecán presidencial se acercó a Kirchner y le sugirió que no volviera a mezclarse con la gente en su nueva caminata hacia la Catedral Metropolitana, donde se celebraría el tradicional Tedéum.

"No se preocupe que la gente no va a hacerme nada malo", aseguró el gobernante antes de volver a referirse al tema ante una consulta periodística y mientras se dirigía a pie hacia la catedral.

"¿Por qué atravesé las vallas? Porque hace 30 años yo estaba allí, junto al pueblo. ¿Por qué no iba a hacerlo hoy si yo soy uno de ellos?", sentenció.

En sus cuatro años y medio de gestión, Néstor Kirchner también ha sido criticado por su impuntualidad al encabezar actos oficiales, por su escasa predisposición a asistir a las cumbres y por sus desplantes a presidentes, reyes y demás dignatarios.

Entre ellos, se recuerda su ausencia de una cena de honor que él mismo había organizado a finales de 2004 para el entonces presidente de Vietnam, Tran Duc Luong, o la interminable espera a la que sometió al rey Juan Carlos durante el Congreso de la Lengua celebrado ese mismo año en la ciudad argentina de Rosario.

En el mismo nivel se ubica la cancelación hace tres años de una reunión que iba a mantener con el presidente ruso, Vladimir Putin, en el aeropuerto de Moscú, lo mismo que sus "faltazos" a las exequias del Papa Juan Pablo II en 2005 y a la gala de honor que la reina Beatriz de Holanda le ofreció en Buenos Aires en 2006.

"Durante muchos años este país vivió de la formalidad, de la superficialidad, muy preocupado por los protocolos y por los niveles de determinada educación. Así nos fue", afirmó Kirchner recientemente.

"Llegué a la Casa Rosada en medio del pueblo y voy a salir caminando de la misma manera, con mis convicciones, con esta chaqueta cruzada que tanto me critican y con estos mocasines que no gustan, porque si hay una asignatura que jamás aprendí, es la del protocolo", subrayó.

A modo de broma, un día después de las elecciones del 28 de octubre, Kirchner dijo a un periodista que sería el nuevo jefe de protocolo de la presidencia cuando su esposa asumiera el gobierno.

"Eso puede desmentirlo. Nunca será director de protocolo. Este hombre es incorregible", aclaró Cristina inmediatamente.