Ceremonial de Roma. Misiones Diplomáticas acreditadas cerca de la Santa Sede.

Misiones Diplomáticas acreditadas cerca de la Santa Sede.

Guía de Protocolo Diplomático.

 

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Misiones Diplomáticas acreditadas cerca de la Santa Sede.

CEREMONIAL DE ROMA.

"El Gobierno italiano rinde al Sumo Pontífice, en el territorio del Reino, los honores soberanos, y le conserva las preeminencias honoríficas reconocidas por los Soberanos católicos". (Art. 3º., Ley de Garantías).

La diferencia notable que existe entre la Santa Sede y los demás Gobiernos; la índole especial de los asuntos que deben negociarse en la Corte Pontificia; su complicado ceremonial; la variedad de situaciones con que puede encontrarse el diplomático durante su Misión en Roma, así como las graves consecuencias que pueden tener para su Patria la ingerencia del Vaticano en sus cuestiones político-religiosas, nos han parecido poderosas razones para que tratemos estas Misiones por separado, indicando, lo más ligeramente que su naturaleza lo consienta, no sólo las diversas fases de las relaciones diplomáticas con el Santo Padre, sino el difícil Ceremonial de su Corte, que ha sido en otros tiempos la base de todos los Ceremoniales europeos.

A primera vista parece que las funciones de los diplomáticos acreditados cerca de la Santa Sede son de pura fórmula; un hábil pretexto para rodear al Pontífice del homenaje oficial de ciertos Gobiernos; una prueba de respeto y deferencia, reducida a intervenir en la provisión de Diócesis vacantes, y a asistir de uniforme a las funciones religiosas y a los actos de etiqueta del Vaticano; pero en realidad, en pocas Cortes suelen suscitarse cuestiones que revistan tanta gravedad, y donde un Representante trate asuntos de mayor responsabilidad que en la Corte Pontificia; y si este Representante lo es de una Nación donde los intereses católicos constituyen, como en los Estados latinos, un verdadero problema de Gobierno, en ninguna parte está obligado a desplegar más tacto, más reserva y más habilidad que en Roma; y como, a consecuencia de la especial constitución de la Sede Pontificia, puede en un momento dado encontrarse frente a frente con las cuestiones que le parecían más remotas o de menor interés para él, por no creerlas posible en aquellos momentos, como un Cónclave, un Concilio Ecuménico, la salida de Roma de la Corte Pontificia, en una palabra, uno de esos acontecimientos, que si bien pueden no ocurrir en mucho tiempo, también pueden presentarse de improviso obligando a estudiar y resolver sobre la marcha, las cuestiones más complicadas y de carácter más delicado; es preciso estar muy preparado para hacer frente a toda clase de eventualidades; siendo casi indispensable, para poder desempeñar estas funciones con esperanzas de éxito, conocer bien los Sagrados Cánones, y muy a fondo la historia político-religiosa de la Santa Sede.

Las relaciones íntimas que el Sumo Pontífice Romano mantiene con los católicos de todo el mundo, son por su misma índole, una ingerencia constante de la Santa Sede, en los asuntos interiores de cada Nación; de modo que continuamente parece que la Corte de Roma traspasa los límites de las reglas elementales del derecho de gentes, interviniendo en cuestiones interiores; y a cada momento parece también que los deberes que le imponen la paternal protección de sus súbditos espirituales, y la defensa de los intereses católicos, le hacen olvidar los que le obligan a guardar los Concordatos y las relaciones diplomáticas.

Por esta razón, existe un partido fuerte y tenaz, dentro de la Santa Sede, como dentro de todos los partidos católicos del mundo entero, que en Roma se llama de los Zelanti, y en otras partes intransigente o fanático, que pretende que el Vaticano prescinda por completo de las Cortes extranjeras, y que rechazando toda intervención y aun protección extraña, el Santo Padre no tenga más mira ni objetivo, que la absoluta independencia de la Santa Sede; partido que está vigorosamente combatido por el moderado, que comprende la necesidad absoluta de vivir estrechamente unido con los Gobiernos constituidos, y el peligro grandísimo que encierra para la religión y para el Papa, la política exclusiva de los intransigentes, que obligaría a la Santa Sede a proteger en muchas naciones partidos facciosos, que podrían envolverla en su ruina.

Por consiguiente, el conocimiento de las cuestiones canónicas, el de patronatos y jurisdicciones especiales y el de personas y cosas de dicha Corte, hacen que, la Embajada en Roma, y muy especialmente la de España, sea muy digna de un estudio detenido, y que los que van a ayudar los trabajos de los Jefes de Misión, tengan la ilustración necesaria para poder ser útiles en ciertas y determinadas ocasiones en que los intereses de la Patria, están más en juego allí, que en ninguna parte.

En los Archivos del Palacio de España en Roma, a más de la infinidad de documentos inestimables que posee el Gobierno de S.M., y que son dignos de que se organicen y arreglen con la mayor solicitud, hay una colección de manuscritos muy notables de García del Pino, entre los que se hallan las instrucciones al Embajador recién llegado, donde a pesar de lo anticuado de muchas noticias, hay cosas curiosísimas y muy dignas de estudio.

También recomendamos las "Instituciones del Derecho Canónico", de D. Pedro B. Golmayo; las "Ecclesiasticae disciplinae Lectiones Ex Sacro Tridentino Concilio", de D. Vicente de la Fuente; las "Jurisdicciones Especiales", de don Eduardo Alonso Colmenares; y el "Dizionario Teológico", del Caballero Moroni.

Las complicadas cuestiones del Patronato de Indias, en las que muchas veces es preciso ilustrar la opinión de los mismos Prelados romanos, por el desconocimiento de nuestras Leyes de Indias, hacen sumamente precioso un libro, que va siendo bastante raro, pero cuya posesión recomendamos a cuantos vayan a nuestra Embajada en Roma, que es, "De Jure Patronatus Indiarum", de Solórzano.

En los Manuscritos de García del Pino, sobre etiqueta, ver en el folio III, la descripción de la Comida que dio el Pontífice Alejandro VII al Conde de Peñaranda, Embajador en Roma, cuando fue nombrado Virey de Nápoles.

Más adelante, al hablar de la Sede Vacante y del Cónclave, indicaremos otras obras, súmamente útiles para esta Embajada.