Política de los militares. Urbanidad de los clérigos.

La buena educación militar, o sea la urbanidad, que a esta clase incumbe, tiene ciertos caracteres particulares marcados en sus ordenanzas.

Nuevo Manual de la Buena Sociedad o Guía de la Urbanidad y de la Buena Educación.

 

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Política de los militares; consideraciones que les son debidas.

La buena educación militar, o sea la urbanidad, que a esta clase incumbe, tiene ciertos caracteres particulares marcados en sus ordenanzas.

Al entrar en un salón un oficial debe dejar su sable o espada.

Cuando un paisano está en un círculo de militares, al dirigirles la palabra les llama solamente, "general", "capitán", pero sería desatención darles un título de un grado inferior: asi no debe decirse "subteniente" sino en este caso emplear la voz genérica de caballero oficial.

Política o urbanidad de los clérigos; consideraciones que les son debidas.

El sacerdote puede ser considerado bajo dos aspectos: bajo el de su santo ministerio o en contacto simplemente con las relaciones sociales. Bajo la primera consideración, es objeto de un respeto especial, y tanto el título que se le debe dar, las palabras que se le deben dirigir, como la aptitud que se debe adoptar al hablarle, son reglas que corresponden a la liturgia.

Mas aunque el eclesiástico o clérigo, no sea en la sociedad objeto de una veneración religiosa, como representante de Dios y ministro de su religión, tiene un derecho al respeto y deferencia de los demás. Una conversación demasiado animada de bailes, de cantos, de amor, etc., estarían fuera del lugar en su presencia.

Los sacerdotes tienen dos escollos que evitar en la sociedad. La costumbre de predicar una moral austera y sagrada, de dirigir y reprender con autoridad a los penitentes les da muchas veces un tono dogmático y severo, que deben de evitar como contrario a la amabilidad en sociedad. Muchas veces también por evitar este inconveniente que creen inevitable algunos eclesiásticos, se entregan a burlas de mal género que no osarían permitirse los hombres de mundo.

Una dulce gravedad, alegría moderada y una urbanidad noble y tierna, tales son los caracteres que deben distinguir al clérigo en sociedad, y ninguna clase está más obligada a guardar aquellos sabios preceptos del apóstol cuando dice: "La caridad es paciente, no se irrita, no piensa mal, no busca lo que es suyo".