Educar, porque yo lo mando
Muchos padres preocupados porque sus hijos sean buenos y bien educados los someten al autoritarismo, sin darles oportunidad de pensar por sí mismos
La educación no debe ser impuesta, sino razonada, demostrada y comprendida
Muchos padres preocupados por hacer de sus hijos buenas personas, recurren al autoritarismo. Les imponen desde muy pequeños duras disciplinas confiados en que esto los convertirá en persona obedientes, honestas, respetuosas y justas.
Esto da lugar a la aparición de un gran problema: los valores no pueden ser impuestos por ninguna autoridad, tienen que ser elegidos libremente para ser verdaderamente apreciados.
Todos hemos conocido algún niño que se porta muy bien cuando mamá lo está viendo, pero en cuanto ella se descuida le saca la lengua o le jala -agarra- las trenzas a la niña de al lado y luego asegura que él no hizo nada y su mamá le cree porque sabe lo bien portado y educado que es su hijo.
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¡Cuidado!, si no nos damos cuenta, este niño puede ser un cínico o mentiroso en potencia, una persona incapaz de reconocer sus errores porque siempre cuida de guardar las apariencias y parecer correcto.
Este tipo de educación no fomenta el desarrollo moral porque el niño no alcanza a valorar lo que es el respeto, la honradez o la justicia. Solo hace lo que le ordenan para evitar un castigo o para ganar un premio; pero cuando no hay una autoridad que lo castigue es capaz de cualquier cosa porque no ha desarrollado sus propios valores.
La verdadera educación, fomenta el desarrollo de los valores del niño, haciendo que comprenda la gran importancia que tiene estar bien educado y tener buenos modales. Los posibles 'enfados' del presente, se tornarán en grandes alegrías en el futuro.