De las diferentes especies de reuniones. De los festines en general.

Las señoras no pueden ser invitadas a festines sino por otras señoras, o por un caballero casado en unión de su esposa.

Manual de Buenas Costumbres y Modales. 1.852

 

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Manual de Buenas Costumbres y Modales. Urbanidad y Buenas Maneras.

1. Para convidar a un festín cualquiera nos dirigimos verbalmente o por escrito a nuestros amigos de confianza, y a todos los demás por medio de una esquela, que generalmente se hace imprimir; dando precisamente a los primeros una idea del carácter más o menos serio de la reunión, e indicando a unos y otros la hora a que deban concurrir.

2. Las señoras no pueden ser invitadas a festines sino por otras señoras, o por un caballero casado en unión de su esposa. Una invitación puede, sin embargo, emanar de una corporación respetable que sólo se componga de hombres; más como siempre debe haber una señora que presida el festín, será ella quien directamente invite, expresando que lo hace a nombre de la corporación.

3. Es de todo punto impropio, y en cierto modo ofensivo, el invitar para un festín a personas a quienes amenace o haya acontecido recientemente una gran desgracia, de la cual esté impuesta la sociedad; y a aquellos de sus relacionados que, con este motivo, deba racionalmente suponerse no se hallen dispuestos a tomar parte en la alegría de un festín, o no sea decoroso que aparezcan en reuniones de esta especie.

4. Las invitaciones se hacen con la anticipación que es propia de cada caso, atendida la naturaleza del festín, la mayor o menor etiqueta que en él haya de reinar, y el mayor o menor número de personas que hayan de concurrir. El mismo día de la reunión y el anterior, no está indicado ni es delicado invitar, sino cuando el círculo ha de ser muy pequeño y de mucha confianza, o cuando se trata de un transeúnte o de otra persona cualquiera que se encontraba ausente en los días anteriores. Para un banquete, no debe invitarse con mayor anticipación que la de cuatro días; y para un baile, o cualquiera otra reunión nocturna muy numerosa, la anticipación no debe exceder de ocho días. Las invitaciones a señoras son en todos los casos las primeras que deben hacerse.

5. Siempre que dispongamos un festín, calculemos el número de personas que el local pueda contener cómodamente y reduzcamos a él nuestras invitaciones; prefiriendo a aquellos de nuestros amigos que, por la naturaleza de sus relaciones con nosotros, su carácter, sus inclinaciones y sus demás circunstancias personales, estén más llamados a formar parte de la reunión.

6. Procuremos que los amigos que convidemos a una reunión pequeña sean todos personas que estén relacionadas entre si, o que por lo menos no haya ninguna de ellas que no tenga amistad con algunas de las demás. En cuanto a personas que se encuentren mal avenidas, jamás las reuniremos en estos casos, si no entra en nuestras miras y nos es licito ejercer los nobles oficios de aproximarles y cortar sus diferencias.

7. Cuando la reunión que preparemos tenga por especial objeto obsequiar a un amigo, no sólo procuraremos que las personas con quienes haya de encontrarse sean todas de su amistad, sino que invitaremos preferentemente a aquellas con quienes estuviere en mayor contacto, y cuya edad, posición social y demás circunstancias personales sean más análogas a las suyas.

8. Cuando la reunión ha de ser numerosa y seria, nos es lícito invitar a ella a un extranjero respetable que acabe de llegar al país, aunque con él no estemos relacionados. En estos casos, procuraremos que a la invitación preceda el acto de una presentación especial.

9. A la hora señalada para la reunión la señora de la casa se situará en la sala principal, para recibir allí a cada uno de los concurrentes, y el señor de la casa en la antesala, o no habiendo esta pieza, en el corredor inmediato a la sala, para ofrecer el brazo, a las señoras que vayan entrando y conducirlas hasta el lugar donde hayan de tomar asiento.

10. Los dueños de la casa, y las personas de su familia que los acompañen, deben contraerse exclusivamente en todo el curso de la reunión, a colmar de obsequios y atenciones a todos los concurrentes. Ellos deben encontrarse en todas partes, inspeccionarlo y dirigirlo todo, proveer cuanto sea necesario a la comodidad y al placer de los concurrentes y comunicar, en fin, a la reunión, por todos los medios que estén a su alcance, aquella animación y aquel júbilo que dependen siempre de la habilidad y corrección que se emplean en hacer los honores de la casa.

11. Cuando la señora o el señor de la casa insten a una señora a cantar o a tocar, le ofrecerán el brazo para conducirla al piano, y lo mismo harán para conducirla después a su asiento.

12. En las reuniones nocturnas, al acto de servir la cena, se procederá de la manera siguiente:

12.1. El señor de la casa ofrecerá el brazo a la señora más caracterizada, e instará al caballero más caracterizado a que tome a su cargo a la señora de la casa, dirigiéndose en seguida al comedor junto con la señora que acompaña.

12.2. La señora de la casa indicará entonces a cada caballero la señora que ha de conducir, procurando que sean personas entre sí relacionadas.

12.3. El orden de la marcha lo establecerá la categoría de las señoras casadas y las más respetables.

12.4. La marcha la cerrará siempre la señora de la casa, acompañada de su caballero.

13. En las reuniones de que habla el párrafo anterior, la señora de la casa se sentará a la mesa con las señoras, y el señor de la casa con los caballeros. Y cuando la cena fuere dividida en diferentes mesas, o hayan de ser servidas por secciones las personas de un mismo sexo, la señora de la casa se sentará con las señoras más respetables y el señor de la casa con los caballeros más respetables.

14. Es de muy mal tono el empeñarse en que las personas convidadas se detengan, cuando ya quieran retirarse. Puede, no obstante, en casos especiales, instarse a ello a los amigos de confianza, pero teniendo presente que jamás debe llegarse a una tercera invitación.

15. Siempre que seamos invitados a un festín cualquiera, contestaremos inmediatamente manifestando nuestra aceptación o presentando nuestra excusa; sin que nos sea licito hacerlo verbalmente, cuando por no mediar con nosotros ninguna confianza, la invitación se nos haya hecho por escrito. Cuando alguna circunstancia inesperada nos evita mantener el compromiso contraído de antemano a fin de asistir a una fiesta cualquiera, debemos apresurarnos a escribir un atento y cordial recado a la anfitriona, pidiéndole perdones, por motivos fundados, para no asistir al agasajo.

En este caso, la anfitriona estará en condiciones de apelar a la caballerosidad de un amigo íntimo y de confianza, al que no se haya invitado previamente por tales o cuales razones, a que cubra la vacante que deja el ausente, y no se descomponga la armonía de la mesa, ni se desintegre el grupo. En este caso, la anfitriona debe escribir una notita al amigo, explicándole francamente lo que sucede.

Es conveniente aclarar que, para dar este paso, se necesita echar mano de tacto y discreción, porque las personas sensibles se sienten ofendidas que se le invite a suplir en una mesa la falta de otro. Quien reciple la súplica de la anfitriona, debe contestar concretamente si acepta hacer el servicio o no. Si declina, debe exponer razones de peso. Nada hay más desatento y descortés que contestar simple y sencillamente que no acepta.

16. Al aceptar una invitación para un festín, pensemos que no hemos de ir únicamente a recibir obsequios y a satisfacer nuestros propios gustos y caprichos; sino también a corresponder al honor que se nos hace, contribuyendo por nuestra parte, por todos los medios que sean análogos a nuestras circunstancias personales y a nuestro carácter de convidados, y que no se opongan a las restricciones que aquí se establecen, a la comodidad y al placer de los demás concurrentes, al lucimiento de la función, y a la consiguiente satisfacción de los dueños de la casa.

17. Dedúcese de aquí que ningún convidado debe manifestar repugnancia, ni menos negarse, a ninguna exigencia directa o indirecta de los dueños de la casa; sino que por el contrario todos deben prestarse gustosamente y aún anticiparse a sus deseos por más que éstos lleguen a contrariar los suyos propios.

18. A ningún festín, sea de la naturaleza que fuere, y aún cuando se trate de una reunión de confianza, debemos llevar jamás niños, ni criados. Cuando la invitación se dirige a una familia, sólo se consideran comprendidos en ésta los jóvenes y señoritas que, según un párrafo anterior de este libro, pueden entrar en sociedad.

19. Al penetrar en el local de un festín, nuestro primer cuidado debe ser presentar nuestros respetos a la señora y al señor de la casa, pudiendo en seguida dirigirnos a saludar a las señoras y caballeros de nuestra amistad que allí encontremos. Más cuando la reunión sea poco numerosa o tenga por objeto un banquete, y los dueños de la casa y los concurrentes se hallen todos en la sala de recibo, observaremos las reglas establecidas en los párrafos anteriores.

20. Los concurrentes a un festín no promoverán nunca ningún género de entretenimiento, sino que se sujetarán estrictamente a lo que bajo este respecto, así como bajo cualquiera otro, tengan ya dispuesto o dispusieren los dueños de la casa.

21. Al dirigirse una señora hacia un lugar donde no haya asientos desocupados y se encuentre sentado un caballero, éste se pondrá inmediatamente de pie y le ofrecerá el asiento que ocupe.

22. Los caballeros se abstendrán de dirigir la palabra y de ofrecer espontáneamente obsequios de ninguna especie a las señoras con quienes se encuentren en un festín, con las cuales no tengan ninguna amistad y a quienes no hayan sido previamente presentados.

23. Si es siempre un acto impropio y enteramente ajeno de una mujer bien educada, el aparecer ante los extraños conversando a solas con un sujeto determinado, la impropiedad sube de punto, y la sociedad experimenta toda ella una sensación profundamente desagradable, cuando esto acontece en una fiesta, donde el mayor número de los que observan debe inspirar mayor circunspección y decoro, y hacer más exaltados los sentimientos del pudor y de la decencia que tanto adornan y enaltecen al bello sexo.

24. Guardémonos de desatender en un festín a las personas de la casa por ningún motivo, y mucho menos por contraernos exclusivamente a rodear y a obsequiar a las demás personas de nuestra amistad y predilección que en él encontremos. Esto sería una conducta descortés y grosera, y que al mismo tiempo envolvería una muestra de ingratitud hacia aquellos que, contando con proporcionarnos un rato agradable, nos hacen el obsequio de invitarnos a su casa.

25. En las reuniones nocturnas en que, según se ha dicho, los caballeros no se sientan a la mesa junto con las señoras, es un acto altamente plebeyo y grosero el tomar de alguno de los manjares destinados para la cena, antes que se haya servido a todas las señoras, y antes que los dueños de la casa hayan invitado expresamente a cenar a los caballeros.

26. Abstengámonos de manifestar directa ni indirectamente en una reunión, el deseo de que llegue el momento de sentarnos a la mesa. El incurrir en semejante extravío, no sólo envolvería una falta de cortesía y de cultura, sino que daría muy mala idea de la dignidad de nuestro carácter, y arrojaría sobre nosotros la fea y degradante nota de glotones, ya que no hiciese pensar que hablamos allí concurrido tan sólo con el objeto de comer.

27. Es un acto imponderablemente descortés y grosero el fumar en una fiesta. Aún cuando para ello se elija un lugar apartado de aquel en que se encuentra la reunión; el repugnante humo del tabaco se introducirá siempre en la reunión, como en todos los demás departamentos del edificio, e irá a incomodar a los concurrentes y a comunicar a sus vestidos el olor desagradable. No se concibe, por otra parte, como un caballero, después de haber fumado, y todavía con el nauseabundo olor que despide su boca y de que se encuentra todo él impregnado, pueda resolverse a martirizar a una señora acercándosele, dirigiéndole de cerca la palabra, tomándola de las manos para bailar y sirviéndola en la mesa.

Las personas que tienen la desgracia de no poder, o de creer que no pueden abstenerse del uso del tabaco por algunas horas, no deben hacer pagar a los demás la debilidad de su naturaleza o de su carácter; y vale más que se retiren de una reunión, desde el momento en el que les urja ya y los domine la necesidad de entregarse a su vicio. En las casas modernas, se encuentran dispuestos aposentos especiales, o salas de descanso, para que los caballeros que quieran fumar puedan hacerlo, lo mismo que las damas, ya que ahora no está mal visto que las mujeres fumen, lo mismo que los hombres, en sociedad y en las reuniones íntimas. En otras ocasiones, los hombres se retiran a fumar a los jardines, pues hay que hacer la salvedad que con el refinamiento que actualmente se le da al tabaco, éste no deja aliento ni tufo desagradable en los fumadores, además que la higiene de la boca, con sus cepillos, sus pastas y otras preparaciones, evita el mal aliento, que no se debe siempre al tabaco, sino también a las partículas de alimentos que se meten entre los dientes.

28. Los caballeros se retiran generalmente de las reuniones nocturnas muy numerosas sin despedirse de nadie. Respecto de las señoras, ellas omitirán también despedirse de los demás concurrentes, y aún de los dueños de la casa, cuando no crean prudente distraerlos de sus multiplicadas ocupaciones. Pero téngase presente que la persona, cualquiera que sea, en cuyo obsequio se haya celebrado un festín, no puede jamás retirarse sin presentar sus respetos y manifestar su agradecimiento a los dueños de la casa.

29. Está enteramente prohibido a un caballero, como un acto de muy mala educación, el ofrecer su compañía a una señora que se retira de un festín y con la cual no tiene amistad, aunque haya sido presentado a ella ocasionalmente, haya bailado con ella, o le haya tocado obsequiarla en el curso de la reunión.

30. Debemos una visita de agradecimiento a la persona que nos ha invitado a un festín, hayamos o no concurrido a él. Esta visita se hace dentro de un período de ocho días, el cual empieza a contarse pasado el siguiente a aquél en que se haya celebrado la fiesta. Todas las invitaciones quedan comprendidas en dos clases generales: ceremoniosas y de confianza. No es la clase de festividad la que gobierna la invitación, porque la invitación para un baile puede ser ceremoniosa o de confianza. Por lo tanto, la naturaleza de la fiesta es la que determina la clase de invitación.

31. Las ocasiones que exigen invitaciones de etiqueta, son los tés ceremoniosos, los matrimonios elegantes, las cenas o bailes esmerados, los "garden parties" sociales, las diversiones de importancia en los clubes y casinos. Para esta clase de invitaciones, la anfitriona escrupulosa emplea pliegos de papel blanco, sin rayas que no admiten sino un doblez adentro del sobre. Las invitaciones pueden ir escritas a mano, o grabadas. La verdadera etiqueta exige que se prefiera la escritura a mano, en lugar de una impresión barata.

32. La forma como deben ir las invitaciones ceremoniosas está ya establecida. No importa que vaya escritas a mano o grabadas, invariablemente se sustituye la primera por la tercera persona. La invitación de confianza consiste en una notita cordial y amistosa, que casi tiene el carácter de carta. Cuando no se quiere aparecer demasiado ceremonioso ni demasiado confianzudo, se emplean las tarjetas de visita para las invitaciones, escribiendo las correspondientes palabras, como por ejemplo, "Baile a las once, Abril 5", en la esquina inferior izquierda de la tarjeta. Esta clase de invitación, no debe usarse en fiestas tales como una cena en honor de un huésped distinguido, presentación de una jovencita en sociedad, etc. Como lo dejamos asentado anteriormente, las invitaciones deben contestarse lo más pronto posible, aceptando definitivamente o declinando el honor. Por ningún motivo se debe agradecer una invitación en tarjeta de visita.

Ver el manual completo de Antonio Carreño.