Limpieza en los vestidos y elogio de la moda. I.
El que está dominado por los hábitos de la pulcritud y buena crianza se hace al mismo tiempo más sobrio, más arreglado, más pronto a cumplir con sus deberes.
Limpieza en los vestidos y apología de la moda.
Desde el sucio hotentote que se pasea desnudo por el cabo de Buena Esperanza hasta el afectadísimo Hortensio que se arreglaba la toga con el mismo esmero con que disponía los períodos de un discurso y acusaba ante los tribunales al que en un lugar angosto le descompuso una doblez de su magnífico traje, hay una serie de asquerosas suciedades y de afectadas elegancias que el hombre sesudo debe evitar igualmente. Nuestras miradas que con placer se detienen entre los candidísimos lienzos y las telas de seda, la fantasía que se sonríe con las imágenes de la belleza, y el espíritu que se complace entre las ideas correspondientes y armónicas, se ofenden de cualquiera huella o recuerdo de porquería, deformidad o desórden. Por esta razón, aunque el hábito no hace el monje, la mayoría de los hombres que tienen más ojos que juicio, juzgan de las personas por su traje.
Además entre la pulcritud física y la delicadeza del ánimo se descubre un vínculo, que si bien es hijo de la imaginación, no deja de ser verdadero. El estudio, el empeño y la solicitud para ser pulcros y finos son estímulos contra la inercia, acostumbran a la circunspección y entre las más pequeñas cosas introducen actos de respeto y formas de decencia. En general la limpieza demuestra mucha sensibilidad a la opinión pública, y la opinión es uno de los frenos que retienen al hombre de lanzarse a los vicios.
El que está dominado por los hábitos de la pulcritud y buena crianza se hace al mismo tiempo más sobrio, más arreglado, más pronto a cumplir con sus deberes. Por esta razón los fundadores de las religiones orientales, además de tener en mira la salud recomiendan con tanto calor las abluciones y las purificaciones. Mientras no se caiga en un extremo opuesto, si la casa, los muebles, los vestidos y todo el exterior de una persona demuestra orden, regularidad y limpieza, le conquistarán estimación y respeto. No es necesario hacer gala de ricas alhajas ni vestirse con trajes costosos, pero en todas las combinaciones de la vida debe darse muestras de aquella limpieza que sirve de velo a la indigencia.
"Deben condenarse aquellos trajes y maneras de vestirse que dejan desnudas las partes del cuerpo que el pudor quiere estén cubiertas"
Sería una necedad imitar el uso de los señores del Japón que provistos de pequeños pañuelos los tiran después de haberse servido de ellos una sola vez, pero es una suciedad intolerable hacer uso delante de otras personas de pañuelos sucios. Lo mismo puede decirse de las camisas, de las calcetas y de los vestidos que impregnados de exhalaciones del cuerpo molestan el olfato de las personas delicadas.
Para la hechura y el uso de los vestidos, además de la limpieza debe tenerse presente el pudor. Pueden, pues, las mujeres exponer a las miradas de los hombres su hermoso cuello y sus negros cabellos, pero deben condenarse aquellos trajes y maneras de vestirse que dejan desnudas las partes del cuerpo que el pudor quiere estén cubiertas. Las mujeres no reparan que queriendo hacer excesiva pompa de sus gracias, disminuyen muchas veces su encanto, y en vez de estimular los deseos del hombre despiertan su desprecio. Deberían persuadirse de que las cosas vistas impresionan menos que las imaginadas porque la fantasía, cuando imagina una cosa, la viste y adorna con todas las prendas y se complace en embellecerlas; mas esto no sucede cuando la fantasía se encuentra circunscrita dentro de los límites de la realidad. Hay más; el amor es por naturaleza exclusivo, y una mujer que se presenta en público sin pudor, se muestra dispuesta a los deseos de todos, y por tanto no despierta sentimientos exclusivos sino que pierde en la opinión de los hombres aquel secreto encanto que tiene la virtud unida a la belleza.
La mujer está dotada de tales sentimientos que quiere reunir el honor de la defensa al placer de la derrota, y cuando ella asalta en vez de ser expugnada, cuando en vez de esperar los compradores va en su busca, demuestra grande necesidad de vender. Y sabido es que el precio de todas las cosas decrece a medida que el vendedor muestra más claramente la necesidad de venderlas.