El levantarse y el acostarse. Descanso adecuado
Es contrario a la buena crianza, como insinúa san Pablo, acostarse, como hacen algunos, al comienzo del día, y levantarse hacia el mediodía
Reglas de etiqueta para acostarse y levantarse de la cama según la urbanidad cristiana
Aquella urbanidad
Aunque la urbanidad no regule en nada la duración del sueño ni la hora de levantarse, es con todo cortés levantarse desde el amanecer; pues, aparte que es un defecto el dormir demasiado, es vergonzoso e intolerable, dice san Agustín, que al salir el sol nos sorprenda en la cama.
Además es invertir y cambiar el orden de la naturaleza el hacer del día noche y de la noche día, como hacen algunos; el diablo es quien incita a esto; como él sabe que las tinieblas dan ocasión al pecado, le va bien que hagamos nuestras acciones durante la noche. Sigamos más bien el consejo de san Pablo. Dejemos, dice él, las obras de las tinieblas y andemos, es decir, obremos con cordura, como se debe durante el día; sirvámonos para esto de las armas de la luz, demos la noche al sueño y empleemos el día en hacer todas nuestras acciones. Tendríamos sin duda vergüenza y confusión hacer, mientras luce el sol, obras de tinieblas, y mezclar algo desordenado con nuestras acciones, cuando podemos ser vistos.
Es contrario a la buena crianza, como insinúa san Pablo, acostarse, como hacen algunos, al comienzo del día, y levantarse hacia el mediodía; y es muy conveniente, así para la salud como para el bien del alma, no acostarse después de las diez, ni levantarse más tarde de las seis de la mañana. Entonces hay que decirse a sí mismo estas palabras de san Pablo, y avisar con ellas a los que la pereza retiene en la cama: es hora de levantaros del sueño; la noche ha pasado; el día avanza. Y así poder luego dirigir a Dios estas palabras del Profeta Rey: Dios mío, Dios mío, desde el amanecer estoy en vela por Ti.
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No sienta bien a una persona sensata hacerse llamar varias veces para levantarse, ni titubear largo tiempo en hacerlo: tan pronto, pues, se despierte uno, debe levantarse con presteza, etcétera.
También es deseducado y poco honesto divertirse charlando, bromeando o jugando en la cama, no estando hecha la cama más que para relajar el cuerpo, fatigado por el trabajo y las ocupaciones del día, no se debe, por consiguiente, permanecer en ella cuando no se tiene más necesidad de reposo.
No es conveniente que un cristiano se deje llevar por esta clase de diversiones y guasas que disiparían fácilmente el espíritu de las ideas buenas que pudiera tener.
Por lo tanto, apenas se esté despierto, hay que levantarse prontamente y hacerlo con tanta circunspección que ninguna parte del cuerpo aparezca desnuda, aunque se estuviese solo en la habitación.
El amor que hay que tener a la pureza, así como la educación, deben impulsar, a los que no están casados, a no tolerar que una persona de diferente sexo entre en el cuarto donde duermen hasta tanto que estén enteramente vestidos y su cama hecha; por lo que es conveniente cerrar la puerta por dentro mientras se hallan en su dormitorio.
Al salir de la cama no hay que dejarla al descubierto, ni poner el gorro de dormir sobre una silla o en cualquier otro lugar en el que pueda ser visto.
La cortesía exige que se haga la cama antes de salir del cuarto o, si la hacen otros, que al menos se cubra discretamente de modo que parezca que está hecha, pues es muy descortés ver una cama descubierta y mal arreglada. Hay que cuidar también de vaciar, o mandar vaciar, el orinal apenas uno se levanta; y se guardará mucho de vaciarlo por la ventana o a la calle: esto es totalmente opuesto a la decencia. También hay que arreglárselas para mantenerlo limpio, que no se deposite mugre en el fondo ni produzca malos olores; para ello se debe lavar y enjuagar todos los días.
Es muy descortés mostrar un orinal delante de alguien, cuando contiene orina y cuando se va a vaciarlo; por lo cual conviene tomarse tiempo suficiente para no ser visto ni sorprendido por nadie.
Hay que ser ordenado tanto al acostarse como al levantarse y no tiene menos importancia hacer bien esta última acción del día que la primera.
Parece bien acostarse ordinariamente lo más tarde unas dos horas poco más o menos después de cenar.
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Los niños no deben acostarse sin que hayan ido antes a saludar a su padre y a su madre, y a darles las buenas noches. Se trata de un deber y respeto que la naturaleza quiere les rindan.
Así como para levantarse ha de procederse con mucha modestia y dando muestras de piedad, igualmente para acostarse de manera cristiana hay que orar antes a Dios y actuar con toda modestia posible. Para ello no hay que desnudarse ni acostarse delante de nadie; y sobre todo -siempre que uno no esté comprometido en matrimonio- no acostarse nunca delante de personas de otro sexo, lo que va directamente contra el pudor y la honestidad.
Está mucho menos permitido aún el que personas de sexo diferente duerman en la misma cama, ni siquiera tratándose de niños muy pequeños. Tampoco es decente que personas del mismo sexo duerman juntos; así lo recomendaba san Francisco de Sales a la señora de Chantal tocante a sus hijos, cuando todavía vivía en el mundo, como asunto de mucha trascendencia, y lo consideraba tanto práctica de cortesía como máxima de moral y de conducta cristiana.
La decencia quiere también que al acostarse uno se oculte a sí mismo su propio cuerpo, y que se eviten las más mínimas miradas. Los padres y madres deben inspirarlo mucho a sus hijos, para ayudarles a conservar el tesoro de la pureza que deben estimar mucho, y conservar al mismo tiempo el verdadero honor de ser miembros de Jesucristo, consagrados a su servicio.
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Apenas se mete en la cama, hay que cubrir todo el cuerpo, salvo la cara que debe quedar siempre al descubierto; tampoco se debe tomar ninguna postura indecente, para mayor comodidad, ni que el pretexto de que se dormirá mejor valga más que el recato; no está bien encoger las piernas sino que hay que extenderlas, y es bueno acostarse ya de un lado ya del otro; pero no es honesto acostarse sobre el vientre.
Cuando por necesidad inevitable se ve uno obligado en un viaje, a acostarse con otro del mismo sexo, no es cortés acercársele tanto que se pueda no solamente molestarse uno a otro, sino incluso tocarse; lo es aún menos meter sus piernas entre las de la persona con la que se está acostado.
Tampoco es cortés hablar cuando se está acostado; no siendo la cama más que para descansar, apenas esté uno en ella debe disponerse a dormir.
Hay que procurar no hacer ruido ni roncar al dormir; tampoco se debe volver de un lado a otro de la cama, como si se estuviese inquieto, y como si no se supiese de qué lado ponerse.