Las rodillas, las piernas y los pies. Piernas cuidadas

Cae muy mal el menear las piernas cuando se está sentado, pero es insoportable el balancearlas; no debe permitirse esto ni a los niños, tan contrario es a la buena educación

Reglas de cortesía y urbanidad cristiana

 

Las piernas y los pies. Las rodillas, las piernas y los pies. Piernas cuidadas foto base adamkontor - Pixabay

Cuál es la posición correcta de las piernas y los pies según las reglas de urbanidad

Aquella urbanidad

La cortesía quiere que, al estar sentado, se tengan las rodillas en su posición natural; no está bien tenerlas demasiado juntas ni muy separadas; pero es particularmente desagradable el cruzarlas una sobre otra, especialmente cuando se está con mujeres.

Cae muy mal el menear las piernas cuando se está sentado, pero es insoportable el balancearlas; no debe permitirse esto ni a los niños, tan contrario es a la buena educación.

Poner las piernas una sobre otra es mal visto y nunca debe hacerse, aunque sea delante de los criados.

Hay que tomar precauciones para no tener los pies sudorosos ni malolientes, sobre todo en verano, pues a veces es muy molesto para los demás; para prevenir este inconveniente hay que procurar que los pies estén siempre muy limpios.

Al estar en pie, es cortés tener los pies medio hacia fuera y los talones separados y alejados unos cuatro dedos uno de otro; no es decoroso moverlos a menudo y menos golpear el suelo con ellos, como hacen los caballos.

Los espíritus naturalmente distraídos y ligeros deben vigilarse mucho a sí mismos para no caer en esta clase de defectos.

Una postura que huele a dejadez es el tener los pies extendidos hacia adelante, y el apoyarse ya sobre un pie, ya sobre el otro.

En presencia de otros, no hay que dejar ver que uno está fatigado de permanecer en pie, como puede colegirse de esta clase de posturas, principalmente al estar con personas superiores en calidad o en dignidad.

A lo que primeramente hay que atender, en la posición de los pies al estar sentado, es no golpear el suelo una y otra vez, uno tras otro, como si se tocase el tambor, no balancearlos y no moverlos a modo de juego: esto es propio de los niños y ni siquiera a ellos se les debe permitir. Procúrese asimismo no cruzarlos uno sobre otro, no girarlos poniendo la parte posterior del talón o el tobillo del pie en el suelo, y no levantar en el aire la parte delantera de los pies, sino poner los dos pies en el suelo y mantenerlos así fijamente quietos.

Hay que procurar asimismo no separar los talones, y no poner la parte delantera y el extremo de los dos pies el uno contra el otro.

Pueden cometerse descortesías desagradables al andar, respecto de los pies, pues es muy deseducado arrastrarlos o ponerlos de través; cuídese así mismo el no tenerlos demasiado hacia dentro o demasiado hacia fuera; cae muy mal el andar sobre la punta de los pies; y lo mismo andar saltando, como si se bailase, o frotándose los talones uno con otro; y es totalmente contrario a la urbanidad y a la modestia el golpear rudamente con los pies la tierra, el pavimento o el suelo.

Al estar de rodillas hay que guardarse bien de cruzar los pies; tampoco hay que tenerlos demasiado juntos ni demasiado separados; es vergonzoso sentarse en este caso sobre los talones, lo que es señal de un espíritu afeminado y de un alma baja, lo cual no puede ser consecuencia más que de gran flojedad y de voluptuosidad enteramente sensual.

Es deshonroso e incluso vergonzoso, dar puntapiés a otros en cualquier parte del cuerpo que sea; esto no puede estar permitido a nadie, ni siquiera a un padre respecto a sus criados.

Esta clase de castigos corresponde a un hombre violento y apasionado, pero no a un cristiano que no debe mostrar más que dulzura, moderación y cordura en toda su conducta.