Modo de conducirnos en los establecimientos públicos. II.

La educación y el comportamiento correcto en los espacios públicos.

Novísimo Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para uso de la juventud de ambos sexo.

 

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La compostura está bien en todas partes, y no está de más guardarla en los cafés.

Así como el hombre nunca debe olvidarse de que es hombre, el de buena educación en ningún lugar debe olvidar la que ha recibido, y que cualquiera acción grosera que haga, donde quiera que esté, le rebaja y le denigra.

Ahora está muy en uso que las señoras entren en los cafés, principalmente si las acompaña un caballero.

Si este lugar permite mayor soltura al hombre, prescribe a la mujer que se revista con el velo impenetrable del pudor y la modestia. Por lo mismo que está más expuesta a las miradas de todos, debe guardar con sumo esmero las leyes de la decencia y del decoro.

Tomaremos con aseo la bebida que hayamos pedido, hablaremos bajo, y nunca nos apoderaremos del periódico que otra persona haya empezado a leer.

Análogos miramientos se han de guardar en las pastelerías, y fondas públicas, no permitiéndonos nunca tomar de la mesa inmediata el salero, las vinagreras y el agua, pues sería una desatención imperdonable.

En todos estos lugares es menester hablar con dulzura a los criados, y hacer el menor ruido posible.

Cuando entremos en una tienda, pediremos lo que queramos con amabilidad, sin usar jamás de aquel tono desabrido que toman las personas de poco juicio, cuando tratan con inferiores.

Si desde luego no nos presentan los géneros que deseamos, y nos vemos forzados a reconocer un gran número de ellos, procuremos excusarnos con el mercader por la molestia que le causamos, y expresémonos con él de manera que le demos esperanzas de volver.

También, a su vez, el mercader está obligado a guardar mil atenciones al comprador, y saludarlo con urbanidad, procurando mostrarse paciente, amable y deseoso de complacerle.

En los viajes, el caballero dará la mano a una señora para subir al coche o para bajar de él, y la ofrecerá su asiento, si el que ella ocupa es más incómodo. Preciso es saber que los asientos más cómodos son los del fondo del coche, y los menos cómodos todos los que tienen la espalda a su frente; y que de los primeros, los preferentes son siempre los de la derecha, y de los segundos, los de la izquierda.

Las señoras por su parte procurarán no abusar de la preferencia que la urbanidad les concede.

Es impolítico fumar dentro del coche.

En las paradas, los caballeros preguntarán a las señoras si desean algo, y cuando se detienen a comer, las servirán y obsequiarán en la mesa.

Iguales reglas se observarán viajando por mar.

Los caballeros galantes sacrifican siempre su comodidad a las consideraciones que deben guardarse a las señoras.