Urbanidad y Buenas Maneras. Compostura.

La urbanidad es el buen proceder, la compostura, la atención y el respeto por nosotros mismos y por nuestros semejantes.

Diario el Progreso

 

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Urbanidad y Buenas Maneras. Compostura.

La urbanidad es el buen proceder, la compostura, la atención y el respeto por nosotros mismos y por nuestros semejantes. Es el conjunto de reglas que debemos observar para comunicar decencia, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la generosidad, atención y respeto que les son debidos.

Muchos años atrás, una señal indiscutible de distinción lo constituía el hecho de estudiar y sobre todo poner en práctica el contenido del "Manual de urbanidad y buenas maneras" cuyo autor fue Don Manuel Antonio Carreño. Escritor y político venezolano nacido en 1812 y padre de la famosa pianista Maria Teresa Carreño.

En cualquier hogar medianamente culto esta obra de Carreño ocupaba sitio de preferencia. En la mayoría de nuestros hogares las horas nocturnas que precedían al sueño alcanzaban no sólo para hacer la tarea escolar y estudiar el catecismo, sino también, rezar en familia y estudiar minuciosamente el Manual de Carreño.

El Manual de Urbanidad y buenas costumbres de Carreño, ya sólo existe en el gratísimo patrimonio de nuestro recuerdo. Como por arte de magia fue desapareciendo de nuestros hogares, establecimientos educativos y de todas nuestras instituciones. La radio y el cine primero, después la televisión fueron sustituyendo y acabando rápidamente con tan hermosas y formativas costumbres. Decirle a otra persona, "usted no conoce la Urbanidad de Carreño" era una ofensa; equivalía a tildarlo de mal educado, tosco, irrespetuoso. Sin embargo hoy, decirle a alguien lo mismo no significa nada, porque nuestra juventud ni siquiera ha oído hablar de ese libro, en el que perfilaron su personalidad muchas generaciones de venezolanos.

Es muy lamentable tener que confesarlo, pero es una dura realidad; nuestros jóvenes y también muchos adultos, ni siquiera conocen la existencia de este libro que tanto bien hizo ha nuestra sociedad; sin embargo, lo que es peor, la juventud actual siente desprecio por todo cuanto tiene relación con la urbanidad, las buenas maneras y los convencionalismos sociales. Muchos son los hogares donde este tema no tiene valor alguno.

Dos partes bien definidas tiene esta importante obra de Manuel Antonio Carreño; en la primera analiza los deberes morales del Hombre, vistos desde el punto de vista de los deberes para con Dios, para con la sociedad y para con nuestros padres, con nuestros semejantes y con la patria y también para con nosotros mismos.

La segunda parte la dedica a la urbanidad propiamente dicha y se desglosa en seis capítulos en los que va desde el aseo personal, el modo de vestir, el de conducirnos en nuestras casas y en la calle. Del acto de acostarnos y levantarnos. Los deberes durante la noche. Del modo de actuar con nuestra familia. Del modo de conducirnos con nuestros vecinos. Sin dejar de hacer énfasis en el comportamiento en la mesa, de la conversación en general. Reglas para escribir y en fin tantos asuntos que constituyen auténticos principios para la conservación del orden y de la buena armonía que debe reinar entre los hombres.

Esta breve reflexión sobre el Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres de Manuel Carreño, que formó parte importantísima de nuestra formación hogareña, me hace concluir con las palabras iniciales de esa queridísima obra cuna de nuestros más gratos recuerdos de infancia. "Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación y contemplar un instante en los infinitos bienes y comodidades que nos ofrece la tierra, para concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios y todo lo que debemos a su amor, a su bondad y a su misericordia.

Ojala que en algún momento del futuro cercano podamos ver en nuestro país campañas orientadas hacia la verdadera educación, de manera que lo que en antaño era considerado o admitido como algo lógico deje de ser visto con hilaridad e incluso con molestia. Una juventud bien educada es una herencia de provecho para su propia generación, para la patria y para el ambiente donde se desenvuelve.