Festejo navideño. Sin perder el estilo.

En estas fiestas generalmente se conoce a compañeros de otras áreas con los que nunca tratamos, por la naturaleza de las actividades de cada quien.

Excelsior

 

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El sábado próximo comienzan en México las tradicionales posadas. Como cada año, seguramente más de uno se prepara para asistir a la que organiza su empresa.

Se trata de nueve posadas que terminan el 24 de diciembre. Para evitar que la posada de la oficina se convierta en un evento vergonzoso, sobre todo cuando hay bebidas alcohólicas de por medio, existe una serie de reglas que se recomienda seguir por parte de jefes y empleados.

Los invitados, los temas de conversación, la manera de dirigirse a los compañeros, la forma de beber, comer, elegir el regalo en caso de que haya intercambio, incluso de vestir, son puntos que deben de cuidarse al máximo para que todos resulten contentos.

En estas fiestas generalmente se conoce a compañeros de otras áreas con los que nunca tratamos, por la naturaleza de las actividades de cada quien. Por ello, aunque se trabaje en el mismo lugar, es lógico que no se pueda tener con estos compañeros la confianza que se genera con los que se convive diariamente.

"Es como cuando te invitan a la casa de alguien. El trato debe manejarse a nivel social, no debe pasar a un plano familiar o íntimo porque se puede malinterpretar o faltar al respeto a las personas con las que estamos conviviendo", señala Adell García de González, directora general de Adell Personalidad, empresa especializada en asesoría de imagen y etiqueta.

Tuteo.

La etiqueta en estas festividades empieza por los anfitriones y los jefes. Ellos siempre deben ser los encargados de dar la bienvenida a los empleados. En este tipo de convivencias es permisible romper la formalidad, aunque se trate de personas mayores y de mucho respeto o alta jerarquía. Puede existir el tuteo entre todos, sin faltar al respeto y sin hacerlo de manera ofensiva.

"En este tipo de convivencia a nivel profesional es suficiente con abordar temas generales. Se puede hablar de la familia pero sin entrar en muchos detalles. Uno de los temas que es de mal gusto tratar en estas situaciones son los muy personales o sexuales", recomienda.

Una polémica que siempre desatan los festejos navideños es el intercambio de regalos que generalmente se hace el día de la posada. En este punto el protocolo empieza desde la hora en la que se escoge el regalo. Nunca debe elegirse un presente con un precio inferior al que se fijó por todos los participantes. Si no se está de acuerdo con la cantidad, es preferible que desde el principio se abstenga de participar.

"Siempre deben quedar claras las reglas del juego. No hay nada más ofensivo que tú hayas invertido en un regalo que estaba dentro de los parámetros acordados y que recibas algo de un valor mucho menor", apunta la experta en etiqueta.

En contraparte, si el regalo que nos tocó no fue de nuestro agrado, hay que disimular nuestro disgusto, porque una actitud negativa generará todo tipo de comentarios entre los compañeros de trabajo y puede traer alguna enemistad con la persona que nos entregó el regalo.

Comida y bebida, focos rojos.

Hoy en día, lo más común en las fiestas es que se organice algún tipo de buffet o simplemente las bebidas se acompañen de canapés.

Cuando se trata de un buffet, siempre deja mala impresión "retacar" los platos. Es ciento por ciento preferible pararse varias veces para servirse poco a poco. Lo más recomendable es servirse un máximo de tres veces, recordando que un plato "copeteado" deja muy mala impresión. Cuando se trata de comer sólo canapés, procure no servirse más de cinco.

Pero, sin duda, el tema más polémico es el de las bebidas alcohólicas, porque en toda celebración nunca falta a quién se le pasen las copas y eche a perder la fiesta.

Si es de las personas que son susceptibles a perder la cabeza cuando el alcohol entra en el cuerpo, remítase a las reglas de urbanidad. Las buenas maneras, según la consultora, nos dicen que en cualquier festejo no deben consumirse más de tres bebidas.

Cuando a alguno de nuestros compañeros se le pasaron las copas, hay que invitarlos amablemente a retirarse de la fiesta. Si no acceden a hacerlo, no queda de otra más que armarse de paciencia, convertirse en buen samaritano y evitar que haga el ridículo o incurra en actitudes que incomoden al resto de los asistentes.

"Si está a nuestro alcance debemos de hacer todo lo posible para que nuestro amigo o compañero no pierda la imagen. Aquí la regla es lidiar con los que se ponen tercos, tenerles paciencia o sacarlos de la fiesta", enfatiza la directora de Adell Personalidad.

Cuando hay baile de por medio también se llega a dudar hasta dónde puede uno o no participar de la fiesta. Bailar está permitido, incluso es bien visto que los altos ejecutivos de la compañía muestren una actitud más relajada bailando con sus acompañantes o con alguno de sus empleados.

Lo que haría que se perdiera la etiqueta durante una posada es que al transcurrir la danza una persona empiece a quitarse la ropa de forma insinuante o a bailar de manera sugestiva, pues aunque sea un espacio para que todos se relajen, siempre habrá compañeros que sólo esperarán el más mínimo pretexto para tratar de hacer los chismes del festejo navideño.

Para finalizar las recomendaciones, la consultora señala que la posada de la oficina es, en muchos casos, la única ocasión en la que conviven todos los empleados. Por ello es importante la imagen que demos a los jefes y compañeros. Asimismo, a la alegría y a la euforia se deben imponer las buenas maneras.

Las reglas de oro.

Para dejar una buena imagen en la posada de la oficina, únicamente se necesita seguir unas cuantas reglas de urbanidad.

- No consumir más de tres bebidas, para evitar ser "el oso" navideño de la fiesta.

- Si se trata de cena o comida con bufete, no servirse los platos "copeteados". Es preferible pararse tres veces a repetir plato.

- Los canapés no deben comerse en cantidades mayores a cinco por persona.

- Si es de los organizadores, procure que los invitados se conozcan al menos de nombre.

- No quitarse la ropa mientras baila; tampoco se mueva de manera sugestiva.