Somos los árbitros de los actos oficiales. Entrevista con Ricardo de Prado.
Ricardo de Prado es uno de los más reconocidos responsables de protocolo del país.
El Rey es una persona muy cercana que facilita enormemente el trabajo de los responsables de protocolo.
Ricardo de Prado es uno de los más reconocidos responsables de protocolo del país. Durante casi treinta años ha sido el director de Relaciones Institucionales de la Presidencia del Gobierno de la Región de Murcia y ahora ostenta el cargo de coordinador de la oficina del Gobierno de Murcia en Madrid. Recientemente ha sido galardonado con la Medalla al mérito de Protocolo y Ceremonial del X Premio Internacional de Protocolo.
¿Qué siente al recibir este premio de sus compañeros de profesión?
- Es una gran satisfacción que se valore mi trayectoria. Se trataba de un jurado de más de 30 profesionales, entre los que se encontraba José María Gil Robles, ex presidente del Parlamento Europeo. Este reconocimiento me obliga a seguir trabajando duro.
¿Es ahora más fácil su labor que cuando comenzó hace ya más de treinta años?
- Cuando yo empecé en 1978 todo era muy complicado porque no había reglas. Fue una etapa muy difícil porque todo se hacía por intuición. A partir de la Ley de Precedencias de 1983, la situación se normalizó, y ahora todo está muy claro.
¿Cuál es el acto que le ha causado más quebraderos de cabeza?
- Recuerdo un incidente que tuvimos en el 78 con el presidente de la Generalitat por aquella época, Josep Tarradellas. Se trataba de una reunión en la que participaron los distintos jefes de las pre-autonomías y en la que Tarradellas abandonó el acto porque no estaba de acuerdo con el sitio donde iba a sentarse. Fue una situación difícil, pero que al final se pudo resolver.
¿Se suelen producir envidias entre los asistentes a los actos oficiales por el lugar que ocupan sus compañeros?
- Normalmente no, porque en la Ley de Precedencias aparece el orden donde se debe colocar a las personas en función de su cargo; aunque siempre hay gente que se queja de su sitio.
Usted ha participado en muchos actos con el Rey, ¿recuerda alguna anécdota en especial?
- Recuerdo con mucho cariño su primera visita a Murcia en 1978 en la que yo era el jefe de protocolo. Estaba previsto que firmara en el libro de oro de la Diputación y en el del Consejo Regional. Tenía preparada una pluma para firmar, pero él pidió un bolígrafo. Yo le dejé el mío y firmó con él. Cuando salíamos del salón se acercó un hombre que me ofreció dinero por el bolígrafo. El Rey oyó la conversación y me dijo que esperara más tiempo para poder pedir más dinero. Un par de meses después volví a coincidir con él en un acto en Cartagena y me preguntó que cómo iba lo del boli. Además, me dijo que comprara varios iguales y los vendiera como si fueran el original. Es una persona muy cercana. Siempre se pone a disposición del protocolo. Nos facilita enormemente el trabajo. Incluso podría decir que nos hace el trabajo, porque se ocupa de que las autoridades se encuentren a gusto.
Inocencio Arias compara su profesión con la de árbitro de fútbol, ¿está de acuerdo?
-En cierto modo sí, ya que tratamos que las reglas se cumplan. Somos los árbitros de los actos oficiales.
Y si algo falla, la culpa es del jefe de protocolo, ¿verdad?
-Cuando todo está bien, el mérito es del anfitrión, pero cuando algo falla, asumimos la culpa. Lo mejor es pasar desapercibidos.