E. Los modales en la Baja Edad Media española. I.

El código de buenas maneras de la cortesía: Los modales en la Baja Edad Media española.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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IV. EL CÓDIGO DE BUENAS MANERAS DE LA CORTESÍA: Los modales en la Baja Edad Media española.

1. Introducción.

La Baja Edad Media española comprende los siglos XIII, XIV y XV (Ruíz de la Peña, 1984:87) (Nota: Cfr. Ruíz de la Peña (1984:60-90) para el debate en torno a la periodización histórica que distingue entre Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea. En esta obra puede consultarse una amplia bibliografía acerca de la Edad Media en general y española en particular). Estos tres siglos están atravesados por la Reconquista; por la sucesión de enfrentamientos que los reinos cristianos de la península Ibérica mantuvieron frente a los musulmanes con la intención de recuperar los territorios ocupados por éstos. La Reconquista se alza como telón de fondo de la vida cotidiana alternando periodos de paz con otros de agitación en un marco social permeado por la guerra (Nota: Lourie (1966) sostiene que la sociedad medieval española fue una sociedad eminentemente organizada para el conflicto bélico).

La guerra ejerce una vasta influencia sobre el día a día de los hombres (Nota: La presencia de la guerra en la cotidianidad queda ilustrada en el Poema de Mío Cid: "Mio Cid y sus compañas muy a su gusto están./ El invierno ha pasado, que marzo ya va a entrar". El fin del invierno es un motivo poderoso para que los hombres se inquieten. Es el comienzo de las campañas contra los árabes que se prolongarán a lo largo y ancho del verano. Versos 1619-1620. Anónimo (1984:190)). La violencia es un dato imprescindible para entender el bajomedievo; una violencia socialmente endémica. Esta violencia, nunca extraña al comportamiento habitual de las personas, consigue que la conducta oscile entre la agresividad y la sentimentalidad desbordada. El balance entre ambos extremos es frágil: lo que esencialmente caracteriza al hombre bajomedieval es la volatilidad de sus impulsos (Nota: La radicalidad y volatilidad sentimental del hombre bajomedieval es señalada por Elias (1987:108) a partir del desarrollo que efectúa Huizinga (1978:21-37)). La volatilidad alumbra un comportamiento vacilante y dual que combina las manifestaciones de alegría con las de tristeza, la ira con la compasión y el castigo cruel con la misericordia (Nota: En magnífica expresión de Huizinga (1978:39) se trata del oscilar perpetuo entre el olor de la sangre y el de las rosas).

El código de buenas maneras de la cortesía persigue el ordenamiento y contención de esta conducta. Pretende contrarrestar la rudeza y resaltar el brillo de unos modales pulidos. La regulación del comportamiento se efectúa a través de un conjunto de coacciones que operan sobre la conducta; coacciones justificadas y legitimadas en nombre de la cortesía. La justificación y legitimación de las coacciones responde a un argumento mediante el cual se explica por qué es necesario moderar la conducta, por qué es imprescindible la contención y por qué son precisas las buenas maneras.

Concretar cómo debe materializarse en la práctica dicha regulación es el cometido de los tratados y manuales de cortesía. Tales obras proporcionan una serie de preceptos -masticar despacio, mostrar agradecimiento ante una invitación o no hablar de temas desagradables en la mesa- cuya misión es guiar el comportamiento y suavizar las maneras.

El objetivo de este capítulo es analizar el código de buenas maneras de la cortesía con intención de arrojar luz sobre el argumento que justifica y legitima las coacciones que este código impone a la conducta. Las recomendaciones y consejos que oferta la cortesía tienen tras de sí un motivo que los ampara. Los preceptos de buen comportamiento no son una creación caprichosa desprovista de propósitos. Interesa, pues, conocer el argumento que respalda cada precepto esgrimido en favor de la cortesía. Se trataría de ofrecer respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué argumento legitima las prescripciones en torno al comportamiento y su ordenación? Para ello he procedido a examinar varias obras que sobre buenas maneras fueron leídas y utilizadas durante el bajomedievo; obras todas ellas que evidencian una honda preocupación por el pulimento de los modales.

La primera es Lo Crestiá, escrita por Francesc Eiximenis. (1340-1409) (Nota: Todas las citas que de Francesc Eiximenis se reproducen en el capítulo pertenecen a Lo Crestiá [Eiximenis (1983a)]. La traducción de las citas desde el catalán original al castellano ha sido tomada de López Pita y Martín (1995). En la bibliografía aparece un segundo título de Eiximenis, Com usar bé de beure e menjar [Eiximenis (1983b)], en el que se extractan las consignas que ofrece Eiximenis en el tercer libro de Lo Crestiá acerca del comer y el beber). Este autor estudió teología en Valencia ampliando su formación en Oxford, Colonia y París. A instancias de Pedro IV El Ceremonioso (1336-1387), rey de Aragón, inició la redacción de Lo Crestiá en 1379 con la pretensión de iluminar, ordenar, adoctrinar y corregir al fiel cristiano. El proyecto inicial de Eiximenis constaba de trece libros -en honor de Jesucristo y los doce Apóstoles- aunque únicamente logró concluir cuatro. Lo Crestiá sacrifica la erudición frente al intento de que sus enseñanzas alcancen al hombre común. Es, pues, un compendio de saber cristiano en el que Eiximenis, conocedor de la mentalidad y el lenguaje popular, describe la sociedad de su tiempo, sus usos y prescribe la conducta cristiana que debe guardarse en cada caso. Ese abandono de la erudición le lleva a incluir sátiras, diálogos, retratos de costumbres y a servirse de la ironía y de un estilo didáctico, ameno y comprensible a la hora de transmitir su mensaje. No escribe, pues para letrados aunque sí se vale de la habitual organización escolástica para la presentación de sus contenidos: procede a subdividir progresivamente la materia que expone en áreas temáticas cada vez más pequeñas y precisas acompañando esta subdivisión de ejemplos y casuísticas que contribuyan a reforzar la comprensión de lo expuesto. El tercer libro de Lo Crestiá está mayoritariamente dedicado a los Siete Pecados Capitales y es en el apartado dedicado a la gula en el que se concentran el conjunto de consideraciones morales relacionadas con el comer y el beber; apartado que también se convierte en un breve tratado acerca de las buenas maneras en la mesa. Tratados como éste resultan inusuales en la Península en este tiempo. Cuando existen, la mayor parte de ellos están relacionados con órdenes monásticas que, a través de ellos, tratan de regular la vida de sus comunidades. En Italia aparece el Tesoretto de Brunetto Latini (1265) y De Quincuaginta Curialitatibus ad Mensam de Bonvexino da Riva. En la Península, hay que constatar Disciplina Clericalis de Pedro Alfonso (Siglo XIII) y los escritos de Alfonso X El Sabio (1221-1284) y Jaime I El Conquistador (1208-1276). Tras Eiximenis, habría que esperar cuarenta años hasta Arte Cisoria (1423) de Villena para encontrar una obra de características más o menos similares (Gracia, 1983:16). Por tanto, si en el tercer libro de Lo Crestiá se abordan cuestiones de índole teológica, filosófica y moral también es cierto que existen amplios apartados dedicados al correcto uso del comer y del beber. La obra, en definitiva, no deja de ser un ingente inventario de enseñanzas vitales en las que se incluyen abundantes consejos sobre buenas maneras.

La segunda obra, El Libro del Brocado, se encuadra en un universo cultural al que no puede hacerse oídos sordos: el musulmán. La península contó con presencia árabe desde el año 711 hasta 1492. Su autor, Al-wassa (860-930), vivió a caballo entre los siglos IX y X consagrándose a sus trabajos de gramática y lexicografía. Escribió El Libro del Brocado reflejando el ambiente de la corte abbasí, sita en Bagdad y lo concibió para aquéllos que aspiraban a distinguirse por su forma de actuar. De esta obra deriva el protocolo empleado en las recepciones por los emires, califas y reyes de Taifas peninsulares o el rey Mohammed V de Granada. Pero más allá de su aplicación en actos protocolarios, contiene un extenso inventario de consejos y preceptos relativos a las buenas maneras que deben asumir las personas corteses y elegantes. Concretamente, El Libro del Brocado es una obra de Adab, término que en su traducción pudiera asimilarse a la palabra 'cortesía' (Garulo, 1990:xxxi). La obra constituye una guía para todo aquel que desee ser considerado elegante y para ello se abastece de consejos sobre el comportamiento, descripciones de conducta de personajes ejemplares y definiciones teóricas sobre la elegancia. En este sentido, su vocación es claramente didáctica y su intención de enseñar deleitando le lleva a salpicar el texto de versos, proverbios, sentencias y anécdotas.

La obra se divide en tres grandes partes: la primera, dedicada a la elegancia espiritual; la segunda, centrada en la elegancia externa y una tercera a modo de antología de versos, sentencias y fórmulas empleadas por los elegantes. El autor no impone como tal un modelo de actuación sino que da cuenta de lo que -según él- observó en sus visitas y estancias en las dependencias palaciegas. A lo largo de toda la obra, Al-wassa se esfuerza en situar la clave de la elegancia en la distinción con respecto al vulgo ya sea en el comer, el vestirse, asearse, en el regalar, en los perfumes o en el amor. La utilización de esta obra como material de análisis merece una justificación adicional. No en vano, su aparición en el siglo X parece no casar bien con el marco cronológico al que se refiere el capítulo. Empero, su pertinencia no se justifica en este caso con arreglo a criterios cronológicos. Se trata de una obra difundida y vital para la fijación del comportamiento en las cortes árabes (López Pita y Martín, 1995: 12). Lo cierto es que se tomó como referencia durante el periodo del Califato de Córdoba (929-1035) y en las cortes de los diversos Reinos de Taifas, formados a resultas de la descomposición del Califato y la derrota en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Mi intención es contar con un ejemplo de buenas maneras que se convertiría en patrón de referencia para las cortes de los reinos musulmanes de la Península.