H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. VII.
Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras.
3.1. El nuevo orden y las buenas maneras.
Examinados los principios de reconocimiento del individuo, el principio del mérito y la noción de igualdad, pasaré a estudiar las implicaciones que poseen en el ámbito de las buenas maneras.
Las buenas maneras ya no están al servicio de un grupo social cerrado y restringido que deba desplegar una honorabilidad diferencial como la nobleza (Nota: El honor en sentido pleno del que anteriormente disfrutaba la nobleza en régimen de exclusividad va a perder ese carácter exclusivo para extenderse entre capas más amplias de la población. La salvaguarda del honor irá siendo asumida por los tribunales ordinarios de justicia conforme el Estado asume el monopolio de la violencia legítima. Las lesiones al honor, tradicionalmente reparadas mediante el duelo, serán juzgadas y evaluadas por los tribunales, estableciendo penas susceptibles de reparar tales lesiones. Sin embargo, el duelo como práctica reparadora de la honorabilidad subsiste hasta finales del siglo XIX. Se trata de uno de los rasgos característicos del periodo del Antiguo Régimen que aún pervive como resto de dicho sistema. En pleno siglo XIX, las faltas al honor todavía desembocan en duelos; faltas que responden a controversias amorosas o a difamaciones en los periódicos nacidas al amparo de la libertad de prensa. Larra (1809-1837) deja testimonio de ello con las siguientes palabras: "Mientras el honor siga entronizado donde se le ha puesto; mientras la opinión pública valga algo, y mientras la ley no esté de acuerdo con la opinión pública, el duelo será una consecuencia forzosa de esta contradicción social. Mientras todo el mundo se ría del que se deje injuriar impunemente, o del que acuda a un tribunal para decir: "me han injuriado" será forzoso que todo agraviado elija entre la muerte y una posición ridicula en la sociedad. Para todo corazón bien puesto la duda no puede ser de larga duración, y el mismo juez que con la ley en la mano sentencia a pena capital al desafiado indistintamente o al agresor, deja acaso la pluma para tener la espada en desagravio de una ofensa personal". Publicado en Revista Mensajero el 27 de Abril de 1835. Larra (1992:321-322)).
El mundo estamental era un mundo de "desiguales" en el que la conciencia de la individualidad quedaba sometida a una visión comunal de la vida. El mundo de las clases sociales es un mundo de "iguales" en el que la conciencia de la individualidad se ensalza, entre otras cosas, gracias al valor concedido al mérito. Por tanto, en un contexto social de carácter individualizado, meritocrático e igualitario, las buenas maneras ya no serán patrimonio exclusivo de un grupo de escogidos y privilegiados sino que su radio de acción se extiende hasta alcanzar a los grupos burgueses en ascenso, las clases medias y más adelante a elementos de las clases bajas. Dicha extensión desprovee a las buenas maneras de cualquier rasgo de innatismo -como ocurría con la nobleza en el periodo del Antiguo Régimen- y las convierten incluso en un contenido susceptible de ser enseñado y aprendido. Así lo prueban las asignaturas referidas al civismo o a la urbanidad que comienzan a incluirse en los programas escolares. El público receptor se ha ampliado.
La defensa de las disposiciones innatas para las buenas maneras o su circunscripción exclusiva a un grupo social privilegiado van a perder peso. No existen -al menos teóricamente- grandes impedimentos para que un número cada vez mayor de grupos sociales las consideren relevantes, pertinentes, dignas de ser aprendidas y puestas en práctica. Una vez que se encuentran al alcance de todos, el particularismo de antaño pierde comba frente a la nueva concepción universalista. Con la difusión de una conciencia de igualdad, este tipo de argumento social que hace depender el respeto de la adscripción social de la persona, dejará de ser considerado una justificación aceptable para una conducta depurada. En definitiva; la cuestión que de seguido se plantea es ésta: ¿por qué razón habría de merecer un respeto diferencial quien ostenta una posición social no en función de sus méritos sino en función de su nacimiento y linaje? En un contexto social de igualdad es harto complicado encontrar una razón convincente que justifique ese respeto diferencial en el que descansaría durante muchos años el argumento justificador de las buenas maneras. La pérdida de peso de este argumento justificador -el respeto al superior en rango social- coincide con la aparición de un nuevo argumento que progresivamente se erigirá en una de las justificaciones fundamentales de las buenas maneras. Éste es el argumento médico-higiénico. Me limitaré por ahora a avanzar mínimamente esta cuestión, que será abordada con mayor detenimiento en el capítulo dedicado al código de la civilización.
La difusión de la medicina y los logros que le son propios tendrán una influencia decisiva en el ámbito de las buenas maneras (Nota: Al respecto señala Corbin (2001:564): "La ciencia médica extiende sus mandatos al discurso de las pasiones, a las divagaciones del alma y meticulosamente, al uso de los sentidos. Ni el contenido de los sueños le es indiferente. Es conveniente alentar en todo la moderación, el justo medio, refrenar los excesos y echar abajo todo cuanto suene a exaltación"). Permitirán el desarrollo de este argumento que será utilizado profusamente en la justificación de las buenas maneras. Dicho argumento es habitualmente empleado a lo largo de los siglos XIX y XX para justificar los preceptos que se dictan en pro de unas maneras depuradas. Dicho argumento sostiene, básicamente, que determinadas conductas son contrarias a la salud porque ponen a la persona en contacto con microbios, o restos de suciedad o agentes infecciosos. La ciencia en general, y en concreto la medicina, avalan este argumento de índole racional: es la investigación científica la que descubre microorganismos patógenos capaces de afectar negativamente la salud de la persona. El argumento médico-higiénico legitima y justifica las restricciones que operan sobre la conducta. Sin embargo, tal y como sostiene Norbert Elias, estas restricciones tienen mucho menos que ver con la higiene y los microbios que con los simples escrúpulos. Atiéndase a sus palabras:
"[...] en primer lugar avanzó el límite de los escrúpulos durante un largo periodo, en correspondencia con un cierto cambio de las relaciones humanas o de la sociedad. En consecuencia, cambian también la estructura afectiva, la sensibilidad y el comportamiento de la gente siempre en una dirección determinada, aunque con una gran cantidad de oscilaciones. Posteriormente se considera, en algún punto del proceso, que este comportamiento es 'higiénicamente correcto', se justifica con una comprensión más nítida de las relaciones causales y se desarrolla, siempre en el mismo sentido" (Elias, 1987:158-159).
En definitiva, lo que Elías afirma es que las restricciones que actúan sobre el comportamiento individual tienen un fundamento y origen social. El incremento de contactos interpersonales genera una intensificación de la presión sobre la conducta creciendo la sensación de repugnancia ante determinados comportamientos. Sólo posteriormente va a recibir dicha repugnancia una cobertura científica, cuando la medicina venga a señalar que los reparos ante conductas impropias son racionales ya que tales conductas impropias ponen en peligro la salud individual y la del prójimo. En definitiva, lo que Elias viene a descartar es que sea la racionalidad, en este caso en su dimensión médico-higiénica, el motor o la causa de la civilización de las maneras (Nota: Señala Elias en este sentido: "La convicción racional no es, en absoluto, el motor de la 'civilización' en la comida o en otras formas de comportamiento". Elias (1987:159)).
Junto a la entrada en escena del argumento médico-higiénico adviene otro cambio significativo en el ámbito de las buenas maneras: la neutralización de su trasfondo de moralidad. Las buenas maneras serán concebidas a partir de ahora como un repertorio práctico de conductas susceptibles de ser desarrolladas en situaciones sociales concretas y no tanto un conjunto de enseñanzas que persigan una formación total de la persona en la que el correcto ordenamiento de la interioridad se traduzca en una exterioridad pulida y decorosa (Curtin, 1985:396).
En mi opinión, tal neutralización se encuentra estrechamente vinculada al contexto social de clases en el que aparecen como elementos significativos el reconocimiento del individuo como entidad en sí misma, el mérito y la conciencia de igualdad. Así pues, el interrogante que ha de enfrentarse es el siguiente: ¿qué razones pueden aducirse para explicar ese proceso de neutralización de la moralidad de las buenas maneras?. Intentaré ofrecer una posible respuesta que tenga en mira el nuevo contexto social que sucede al del Antiguo Régimen (Nota: En este intento de explicación me apoyaré expresamente en Curtin (1985)).
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. I.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. II.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. III.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. IV.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. V.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. VI.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. VII.
- H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. VIII.