J. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN REFLEXIVA: Autoavuda y cuidado del Yo. XIV.

Autoayuda y cuidado del yo. La civilizaciópn del conocimiento.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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La privatización de bienes y servicios corre pareja a la privatización de empresas antaño públicas, a la gestión con arreglo a modelos privados de empresas públicas y a una creciente flexibilidad laboral y contractual. Para la racionalidad neoliberal, el riesgo no es síntoma de carencias ni de un mundo imperfectamente gobernado. Ante todo, es una condición de posibilidad para crear riqueza, para alentar la innovación, para fomentar la acción individual y para favorecer la responsabilidad individual ante la incertidumbre (O'Malley, 1996:204). Si la sociedad welfarista podría ser calificada, a grandes rasgos, como sociedad de no-riesgo (O'Malley, 1996:204); la sociedad neoliberal no es que los tolere todos pero sí invita al individuo a gestionarlos particularmente sirviéndose de aquellos medios que le proporciona el mercado. Si el Estado welfarista conjura el riesgo con programas de seguridad social, el Estado neoliberal proporciona al individuo información acerca del riesgo social - tasas de crímenes, número de accidentes de tráfico, estadísticas sobre tabaquismo, enfermedades mentales, trastornos alimentarios.- abriendo los ojos al individuo sobre la irracionalidad de su irresponsabilidad (O'Malley, 1996:201).

Con arreglo a esto, ¿cómo concibe la racionalidad política neoliberal a los individuos que son objeto de gobierno? En consonancia con su intención de economizar el ejercicio del poder, lo que se pretende es que el individuo aporte la mayor cantidad de energía aplicada a su autogobierno (Hyndess, 1997:103); que sea personalmente autónomo para desarrollar un proyecto de vida optando racionalmente entre una amplia gama de opciones (Rose y Miller, 1992:199; Rose, 1993:286; Rose, 1996:330) y que autogestione su individualidad. Se abre de este modo una plétora de posibilidades reflexivas y creativas para la intervención del individuo en el diseño de su propio proyecto vital.

Se han creado de este modo las condiciones necesarias para que pueda hablarse, en el ámbito de la gestión de la individualidad, de un marco de neoprudencialismo (O'Malley, 1996:203) en el que se enfatiza la responsabilidad individual a la hora de garantizar y asegurar la existencia material y psíquica del sujeto. El neoprudencialismo viene a definir un tipo humano que, bajo la nomenclatura de 'Homo Prudens' (De Marinis, 1999:94), presenta las siguientes características:

- El individuo gestiona su autonomía como medio para reducir incertidumbres y ansiedades (Rose, 1996:342)

- El individuo se responsabiliza de sí mismo en cualquier aspecto vital (De Marinis, 1999:95)

- El individuo que se autogestiona y responsabiliza está en condiciones de asegurarse un futuro satisfactorio (Rose, 1996:342).

- El individuo responsable invierte en su propia seguridad abasteciéndose en el mercado y desarrollando mecanismos de autovigilancia del comportamiento y la emocionalidad (Rose, 1996:342).

- El individuo acude al mercado para proveerse de esos medios que satisfagan sus necesidades de seguridad. Sirvan como ejemplos los sistemas de vigilancia privada, test de salud autoaplicables, dietas para el cuidado corporal o publicaciones de autoayuda. En tanto productos proveedores de seguridad, se procura su venta a través de técnicas publicitarias y comerciales que simultáneamente tratan de incitar a su consumo (Burchell, 1993:286).

- El individuo ha de afrontar el continuo desafío que le plantea la "política del riesgo"; esto es, las sostenidas advertencias públicas de dirigentes políticos acerca del fin de las provisiones estatales de seguridad y su exhortación a cada individuo para que se haga cargo de su seguridad física y psíquica (Rose, 1996:342).

Este "Homo Prudens" es el arquetipo de individuo que preconiza el código de la civilización reflexiva; un individuo activo que se autorrealiza intentando que sean de calidad cada una de sus decisiones; un individuo que se hace responsable no como ciudadano ni a través de las relaciones de mutua interdependencia sino al cuidado de sí mismo, privatizando la gestión de su proyecto de vida. Si esto no acontece, puede hablarse del fracaso sin paliativos del individuo, de alguna forma de irracionalidad, ausencia de autorrespeto o carencia de aptitudes (O'Malley, 1996:200).

El código de la civilización reflexiva se integra en la lógica neoprudencialista. Promueve sin ambages la autonomía individual entendida como capacidad de la persona para autorregularse física y psíquicamente vinculando esa autonomía a una idea de libertad como elección dentro de lo fácticamente posible. El individuo se autorresponsabiliza y combate riesgos e incertidumbres responsabilizándose de sí mismo y enfrentando dependencias enfermizas respecto a otros individuos u otras instituciones. La literatura de autoayuda es una de las herramientas que pone a su disposición el mercado como fuente de sugerencias para el ejercicio de su auto-responsabilidad y adquisición de seguridad emocional. Las sugerencias que se proponen son, en su mayoría, obra de expertos -psicólogos, terapeutas, médicos, pedagogos...- que presentan su grado de pericia de forma singular. Esta pericia no parece provenir sólo de una acumulación de conocimiento técnico-científico, mensurable y legitimado académicamente, sino de su capacidad empática y comprensiva de los riesgos, incertidumbres y dificultades que enfrenta psíquicamente el individuo; de su propio contacto con otros individuos. Su pericia no se transmite en los textos según patrones científicos tradicionales -estadísticas, experimentos, teorías, hipótesis.- basados en un análisis aséptico y objetivo de datos empíricos sino con arreglo a su experiencia personal o profesional y sin pretensiones de verdad absoluta o validez universal. Y esto es así porque acerca del individuo, de su conducta, emocionalidad y decisiones no existe más experto que el individuo mismo (Rose, 1997:88). Éste es, en definitiva, el significado último del código de la civilización reflexiva y de la lógica neoprudencialista en la que se integra.

En este punto radica la gran diferencia entre este código y su antecesor, afín en su caso a una lógica veteroprudencialista. La lógica veteroprudencialista del código de la civilización también hace hincapié en la responsabilidad individual si bien con matices distintivos. Los criterios de gestión y regulación de la conducta y la emocionalidad remiten en gran medida a la pericia de expertos vinculados al aparato de gobierno de la sociedad de forma profesional o burocratizada (Rose, 1997:27). Es el caso de los pedagogos o higienistas que basándose en argumentos científicos dirigen sus publicaciones a las escuelas y centros de instrucción primaria en su afán por dotar de pautas objetivas de autorregulación conductual y emocional al alumnado. Desde esta óptica, estos centros de enseñanza primaria aparecen como dispositivos de disciplinamiento e inculcación de patrones conductuales y emocionales en pro de la autorregulación y autogobierno individuales. La pericia del experto aparece a su vez vinculada al Estado, que es quien dictamina qué publicaciones reúnen los requisitos y contenidos para ser declaradas de enseñanza oficial. Dentro de la lógica veteroprudencialista, la vinculación autoridad política-pericia del experto es estrecha y se traduce habitualmente en el peritaje científico como medio inductor de las pautas de autorregulación individual.

El veteroprudencialismo del código de la civilización es contemporáneo de este peritaje científico de la conducta (Ewald, 1996:393) en donde la voz del experto se alza como suerte de criterio indiscutible; experto vinculado a un Estado que socializa riesgos y proporciona un margen de seguridad para la autogestión individual. Mas, como señala Rose (1997:31), la irrupción de la racionalidad política neoliberal y el desmantelamiento del estado de Bienestar acaban con uno de los pilares básicos del prudencialismo del código de la civilización: el cuerpo de expertos sociales se fractura en una pluralidad inabarcable de ellos -expertos en adicciones, mujeres, niños, inmigrantes, ancianos, matrimonios, relaciones sentimentales, riesgos laborales, trastornos psíquicos.- ante la cual el individuo no tiene más remedio que comprenderse hasta convertirse en un experto de sí mismo. Ahora la conexión con el terapeuta, el mediador, el psicoanalista, el consejero espiritual es interpretada en clave de mercado como medios que éste ofrece al individuo en su abastecimiento de seguridad psíquica en otra cosa que no es más que un simple ejercicio de la responsabilidad individual promovida por la lógica neoprudencialista del código de la civilización reflexiva.