Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". III.

Comentario de Julia Valera sobre la obra de Erasmo de Rotterdam "De la urbanidad en las maneras de los niños" -De civilitate morum puerilium-.

Erasmo de Rotterdam. 1537. De la urbanidad en las maneras de los niños. De civilitate morum puerilium

 

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La buena crianza en la España de la Reforma y de la Contrarreforma.

Como se ha señalado, el "De civilitate..." no se tradujo al castellano hasta la presente edición. Ello no significa, sin embargo, que no ejerciese en España un cierto influjo pese a que éste parece haber sido notablemente menor que en otros países europeos. Existen en el mismo siglo XVI al menos tres reimpresiones de la obra en latín: dos en Valencia (1544 y 1552) y una en Barcelona (1568). Pero además algunas de las reglas recogidas en ella flotan ya en el ambiente debido especialmente a Vives y a su Introducción a la sabiduría. Serán divulgadas a lo largo del siglo XVI no sólo a través de "Exercitatio linguae latinae" (más conocida por Diálogos), del mismo Vives, sino también por los escritos de ciertos erasmistas españoles, entre los que sobresale el célebre Palmireno.

Parece pertinente plantearse, de todos modos, por qué su opúsculo no logró en este país el resonante éxito que alcanzó en otros y por qué no triunfó tampoco el término civilidad. Varias parecen haber sido las razones que han contribuido a ello. Por una parte, es uno de los escritos tardíos de Erasmo, por lo que no coincide con el momento de auge del erasmismo cuando representantes de la vida intelectual y religiosa española se aglutinaban en torno a la figura del divino humanista. Por otra parte, parece haber jugado también un papel de desplazamiento el triunfo de la corriente italiana, especialmente El Cortesano, de Castiglione, traducido por Boscán y publicado por vez primera en Barcelona precisamente en 1534, y el Galateo, de Della Casa, al que tampoco faltaron seguidores españoles. El Cortesano no sólo se reeditará varias veces durante el siglo XVI (1540, 1544, 1549, 1574, 1581) y en siglos posteriores, sino que además tendrá imitadores, como, por ejemplo, Luis Milán, quien publica su obra del mismo titulo, "El Cortesano", en Valencia en 1561. Obra superficial y farragosa, que, por cierto, poco tiene que ver con el impecable estilo de Boscán.

En menor escala sucede algo similar con el Galateo, que será editado varias veces en el siglo XVI y traducido libremente por Lucas Gracián Dantisco, quien publica, también en Valencia, en 1601, el "Galateo español" ( Sería interesante saber si en Cataluña y en Valencia el término civilidad logró imponerse, dada la enorme difusión de este tipo de literatura en estos países. Así parece indicarlo el título con el que aparece De civilitate... en la mencionada edición catalana.).

Por último, conviene considerar las diferencias de estructura, dinámica social y mentalidad existentes en la España de entonces respecto a la de otros países europeos, que se reflejan en la casi inexistencia de obras de urbanidad de producción propia en sentido estricto. En la España imperial y católica, las normas que rigen los buenos modales aparecen generalmente integradas en los libros de buena crianza. Ya Erasmo señalaba al comienzo de su tratado cómo la formación de la niñez constaba de muchas partes: además de la urbanidad en las buenas maneras está la piedad, las buenas letras y la instrucción en los oficios y deberes de la vida. De ahí que los humanistas y moralistas católicos las incluyan en los manuales de educación.

Estas diferencias se manifiestan todavía más claramente si consideramos, como muestra Margarita Morreale, que Boscán opera en la traducción castellana de "El Cortesano" ciertos cambios de terminología significativos. Y así, por ejemplo, ciudadano y civil desaparecen prácticamente en la versión castellana. Igualmente, gentilhombre -término que tanto peso tendrá en Inglaterra, gentleman, o en Francia, gentilhombre- será traducido por Boscán como caballero, galán, hombre de bien ( Véase MARGARITA MORREALE: Castiglione y Boscán. El ideal cortesano en el Renacimiento español. Estudio léxico-semántico. Madrid, 1959, 2 t.)... Pero incluso cortesano y cortesanía, que en un primer momento se usan con frecuencia, se irán progresivamente desluciendo al pasar a significar sobre todo las elegantes maneras mundanas, mientras que, por el contrario, cortés y cortesía seguirán gozando de un alto valor y serán utilizados por los moralistas españoles del XVII preferentemente.

¿La casi ausencia de términos tales como civil, ciudadano, civilidad -en la medida en que el lenguaje reenvía a realidades- indica que en España no se consolida el proceso de secularización que entonces se expande por Europa? No tenemos datos suficientes para hacer afirmaciones tajantes, si bien puede pensarse que tal proceso se ha visto aquí frenado por la incidencia que tuvo la lucha antiluterana. De hecho, sobre todo en el siglo XVII, existe una corriente en la que el caballero perfecto se perfila como la encarnación del ideal caballeresco medieval fundido con el espíritu de la Contrarreforma.

Veamos ahora más de cerca cómo se generalizan en España las reglas de civilidad a las que Erasmo concede tan singular importancia. Vives publica en 1538 "Exercitatio linguae latinae", texto que, al igual que el de Erasmo, está dedicado a un niño de alta alcurnia (al príncipe Felipe, luego Felipe II) y que se impondrá también muy pronto como texto de escolares. Fue numerosas veces reeditado y traducido a varias lenguas: francés, alemán, polaco..., y en él, Vives, como buen moralista, intenta no sólo que los niños aprendan fácilmente el latín, sino que al tiempo se instruyan en la buena doctrina: "Si hicieras lo que te digo, escribe, lograrás la educación, la urbanidad verdaderas y firmes, y aun lo que ahora llamamos cortesanía; entonces serás bienquisto y grato a todos, aunque tú no cuides de conseguirlo".

No sólo trata en este librillo los grandes temas desarrollados ocho años antes por Erasmo (cómo levantarse, lavarse, vestirse, estar en la mesa, comportarse en los juegos... ), sino que además lo hace en términos muy parecidos: "No hay cosa más bella y digna del hombre que la limpieza y la urbanidad en el comer y el vestir". Tales coincidencias no resultan, por otra parte, extrañas si se tiene en cuenta que los humanistas retomaron y adaptaron a su tiempo no pocas citas de los clásicos: Aristóteles, Platón, Quintiliano, Séneca, Cicerón, Plutarco, Horacio... Con una fidelidad todavía mayor, el prolífico humanista Juan Lorenzo Palmireno, en "El estudioso de la aldea" (Valencia, 1568), recoge la preceptiva erasmiana de la civilidad. Y es preciso resaltar que comienza su libro diciendo que el cortesano que quiere formar no es el galán que sirve a una dama, como el del conde Baltasar Castellón (nombre que se dio en castellano a Castiglione), sino "un docto mozo contrario a grosero y sucio, pues existen doctos que con sus letras agradan a todos, pero con su mala crianza los hacen huir": "Si sentado, se os echa encima; si os habla, os da con la saliva en el rostro, o golpes en los brazos que os deja molidos". Claro está que para Palmireno no es suya la culpa, sino del infeliz gramático que le enseñó.

En los Documentos de crianza, de Francisco Ledesma, impresos en 1599 y de los que se han hecho al menos quince ediciones posteriores que llegan hasta el siglo XIX, se perciben también claras resonancias de las obras de Erasmo y Vives. Estos pliegos están escritos todavía en forma de coplas, lo cual era habitual en las reglas de cortesía medievales, cuando predominaba la transmisión oral y se buscaba favorecer la memorización. La crianza es para Ledesma a modo de luz resplandeciente que encubre en los muchachos cualquier falta. Promete al niño, desde las primeras estrofas, enseñarle "cómo se ha de vestir, tratar, comer y dormir, andar quedo, estar sentado", además de "otras cosas", si es agudo y discreto. Las coplas tienen su gracejo y humor, si bien las reglas pierden en gran parte la riqueza y variedad que tenían en los humanistas, pues al mismo tiempo que se simplifican se hace más acusada la vertiente moralizante.