Comportamiento y compostura del niño.
De la urbanidad en las maneras de los niños.
Comportamiento y compostura del niño.
Los miembros a los que natura impuso vergüenza descubrirlos fuera de necesidad debe ser muy ajeno a una índole de hombre biennacido. Más aún: cuando la
necesidad a eso obliga, aun ello, con todo, ha de hacerse con decente verecundia, aun si nadie está allí para testigo: pues nunca dejan de estar los ángeles, para quienes es el pudor en los niños el más grato acompañante y guardián de la castidad.
Ahora bien, aquellas cosas cuya vista es pudoroso hurtarles a los ojos, mucho menos conviene ofrecerlas al contacto ajeno.
Retener la orina es dañoso para la salud; verterla en secreto es verecundo. Los hay que aconsejan que los niños, comprimiendo las nalgas, retengan el flato del vientre; pero por cierto que no es civilizado, por afanarte en parecer urbano, acarrearte enfermedad. Si es dado retirarse, hágalo así a solas; pero si no, de acuerdo con el viejísimo proverbio, disimule el ruido con una tos. Por lo demás, ¿por qué no aconsejan con el mismo empeño que no hagan del vientre, cuando reprimir la ventosidad es mucho más peligroso que constreñir el intestino?
Sentarse con las rodillas desapartadas o con las piernas abiertas o torcidas para fuera es de fanfarrones. Sentado, estén juntas sus rodillas; levantado, los pies, o al menos moderadamente separados. Algunos se sientan en tal actitud que hacen colgar una pierna de la rodilla de la otra; algunos están en pie con las piernas cruzadas en aspa; lo uno es propio de hombres preocupados; lo otro, de necios.
Sentarse con el pie derecho echado sobre el muslo izquierdo es costumbre de los reyes primitivos, pero desacreditada. Entre los italianos, algunos, por hacer honor, pisan un pie con el otro y se apoyan casi sobre una sola pierna, a manera de cigüeñas, lo cual no sé si a los niños les está bien.
Asimismo, en el modo de doblar las rodillas, una cosa entre unos, otra entre otros se tiene por decente o no: algunos doblan a la par una y otra, y ello a su vez, los unos con el cuerpo erguido, los otros con él algo curvado; los hay que, teniendo esto por algo como mujeril, igualmente con el cuerpo erguido, primeramente encorvan la rodilla derecha, luego la izquierda, cosa que entre los británicos en los jóvenes se alaba; los franceses, con una concertada torsión del cuerpo, encorvan solamente la derecha. En cosas en que la diversidad nada tiene que pugne con lo honesto, libre quedará o atenerse a las usanzas del país o rendir pleitesía a las ajenas, puesto que los hay a quienes más cautivan las cosas forasteras.
El andar no sea ni dejado ni precipitoso, que lo uno es de hombres moliciosos, lo otro, de enloquecidos; ni tampoco oscilante de lado a lado, cosa que censura Quintiliano; pues el importuno semicojeo en el andar, dejémoselo a los soldados suízaros y a aquellos que consideran gran ornato llevar plumas en el gorro; aunque es verdad que hemos visto a obispos complacerse en ese ademán.
Estar, sentado, jugueteando con los pies es de tontos, lo mismo que también el gesticular con las manos es señal de poco cabal juicio.