De la deferencia que con todos se ha tener, y particularmente con los padres.
No es solo grosería, síno brutalidad, e infamia, el hablar a los Padres con poca modestia, y mucho peor con arrogancia y altivez.
De la deferencia que con todos se ha tener, y particularmente con los padres.
Con todas estas lecciones de cortesía, y de política, no olvides jamás la que ha de ser siempre la primera. Esta es aquella afectuosa sumisión, aquella deferencia respetuosa, aquel profundo rendimiento , que has de tener a tus Padres. Si. hay precepto de cortesanía, de civilidad y política, que guardar, lo has de observar con singularidad con tus padres.
El primero y más bello frute de una buena crianza, es este profundo respeto. Por mas que ellos te estimen con ternura y te manifiesten familiar benevolencia, no dejes de vista jamás un punto tan esencial y tan delicado. Aunque te veas constituido en empleo grande, o fortuna elevada, no has de dispensarte del cumplimiento de las obligaciones más mínimas de este respeto y veneración filial; porque siempre quedarás inferior y súbdito a tus Padres en cualquier elevación, que subas; y la familiaridad no ha de hallarse jamás donde hay una eterna dependencia. Su presencia te ha de imponer siempre respeto. Tu aire, tus palabras, tu modo y tu acción, todo les ha de asegurar invariablemente de tu perfecta sumisión, de tu reconociomiento y de tu buen corazón para con ellos. Con todo género de personas has de observar las reglas de la Cortesanía; pero con los Padres no basta que seas Civil, sino que has de ser afable, reverente, atento y cortés.
No es solo grosería, síno brutalidad, e infamia, el hablar a los Padres con poca modestia, y mucho peor con arrogancia y altivez. Una palabra, un gesto poco reverente es crimen grande. No estés jamás en su presencia con el sombrero en la cabeza; no hables sino con su permiso; y deja de hablar, cuando ellos hablen. Hay consideraciones y respetos, que no son más, que de pura Cortesanía; pero hacia los Padres todo es obligación.
No has de ser menos Civil con todos los demás parientes; tus modos serán lecciones de Cortesanía para tus hermanos menores y otros tantos derechos para merecer de estos su estimación y respeto.
Guárdate de desconocer a los parientes de fortuna, o de condición inferior a la tuya; porque seria vanidad ofensiva y que manifestaría un espíritu apocado y un mal corazón. Sean los que fueren tus parientes, todos tienen derecho a que los trates con Cortesía y son acreedores de tu atención y benevolencia. Cuanto mas inferiores fueren a ti, tanto más resaltará tu grandeza de alma. Nunca serás más grande, ni más respetable, que cuando te humilles por Cortesía. La ciencia de todos estos respetos es el alma de la sociedad y en ella consiste la Cortesía, tanto, que el que la tenga, jamas faltará a de estas obligaciones.
Es menester finalmente, que tu mansedumbre y tu buen modo se extienda hasta con tus domésticos y criados, y aun también con aquellos, que te hayan ofendido, o que no reparan en disgustarte; la grosería, o poca atención de los otros no ha de alterar jamás la justa regularidad de tu buen proceder.
Sed civiles, mansos, graciosos, con todas clases de personas; la obscuridad, o la indignidad del sujeto da un nuevo lustre a la Cortesía; ninguna cosa concilia tanta honra delante de Dios y delante de los hombres como el confundir, por decirlo así, con bellos modos y con afabilidad y agrado a aquellos mismos, que hayan dicho mas injurias contra ti. Y es (como dice el Apóstol) amontonar carbones encendidos sobre la cabeza de tus enemigos.